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lunes, junio 30

Nos gusta el fútbol

Nos gusta más beber, o sea. Recordaba Rafael Reig un poema de Claudio Rodríguez: “¡Nunca serenos! ¡Siempre / con vino encima! ¿Quién va a aguarlo ahora / que estamos en el pueblo y lo bebemos / en paz? / ¿Dónde quedaron mis borracherías?”. Poco queda por decir del gol: el grito unánime que se levanta de repente en España cada cierto número de días. “En cuanto traspasa la línea de meta las gradas estallan con el mismo alarido irracional, y en los bares, en salas de estar, en plazas de los pueblos más remotos del planeta, gentes de todas las razas se levantan de los asientos y se abrazan ante las pantallas del televisor”, escribió Vicent. Nos gusta el fútbol: cosa de épocas, de tiempos. La selección se ha puesto de moda: es lo que tiene ganar. Me lo avisa un amigo al que hace tiempo no veía, y lo hace de noche (borracherías, o sea): “Estás escribiendo mucho de fútbol”. La nación, sus cimientos, siempre espera de uno mucho más. Ando como aquel señor de Forges que miraba el Mundial y su mujer le advertía: “Tienes los futbolitos muy altos”. Me he mirado al espejo y me he dicho, ya viejo: “Del Real Madrid y ahora también de España: a ver cómo carallo lo cuento”. Espero hoy un gol: veinte segundos de feliz inconscencia. Un gol, y luego otro. Aquella volea de Zidane, y aquel alarido animal que nos salió de repente, incapaces de creer ese milagro. “Qué formidable ocasión la final de la Eurocopa”, me he dicho, “para una simpática borrachería”. Sea.

jueves, junio 26

Aldeas

A noticia é que unha responsable de Navantia en Madrid lle respondeu ao escrito dun traballador ferrolán: “No sé si lo escribe su hijo de dos años o si es algún dialecto del que hablan ustedes en la aldea”. As relacións das linguas periféricas coa capital é estraña: sempre hai bois soltos. Co cambio de goberno na Xunta externalizouse un servizo polo cal os gandeiros avisaban nunha centraliña dos animais morto, e dende esa centraliña púñanse en contacto co servizo de recollida. A xente atopábase con que lle falaban en castelán, e non entendían o galego: a centraliña estaba en Madrid. Nin eles entendían o idioma nin os outros sabían falar outro: paradoxos do BNG. Esta responsable de Navantia prefire o repaso: un “habláme el idioma del imperio” versión século XXI. Está ben: é outra maneira de velo. Teño diante de min unha entrevista en El Cultural no que unha escritora galega di que pode haber no futuro xeracións monolingües pechadas ao inmenso mercado que ofrece o castelán. O curioso é que a min o mercado ábreseme mellor se escribo en galego, que non é o meu primer idioma: outro paradoxo. Se para evitar o exterminio do castelán hai que facer referencia a aldea (dende a cidade sempre se mirou con displicencia iso da aldea: lémbralles aos galos) se fai: a cousa é que a ese traballador de Navantia non lle falte pan na mesa.

martes, junio 24

"¡Venga, hombre!"


UN GUIÓN IMPOSIBLE
Por insólito que resulte, España ganó en los penaltis a Italia después de dominar y tener más ocasiones. Los 'achurros' lo estaban flipando. La cámara se paseaba por la grada 'macarroni' y devolvía imágenes pavorosas. Se habían dado dos fenómenos que pasan cada quinientos años, y se habían dado a la vez, en apenas siete minutos: España pasa de cuartos después de jugar mejor que su rival y tener más ocasiones, y lo hace por penaltis, e Italia pierde un partido que mereció perder, y lo hace además a los penaltis. España siempre la toca muy bien en los partidos trascendentales, y suele perderlos por detalles estúpidos, normalmente bochornosos, relacionados con el árbitro o el destino. El guión se cumplía hasta que en los penaltis, a punto de caer eliminada por la patada al aire de un delantero que cae de culo en el área o una parada de Casillas que dirige el balón al palo y entra después de golpearle la cabeza, a España se le dio por meter, salvo Nurio, todos sus penaltis con eficacia germana.

DONADONI O EL ARDOR
En partidos igualados, los detalles mandan. No le pedíamos nada a Aragonés, salvo que no se encharcase los sobacos. Tiene casi setenta años y a esa edad lo único que se le exige a una persona es higiene. Apareció en chándal y afeitado, así que ya fue bastante. En el banquillo de la bella Italia Donadoni pisoteaba la Historia (pisoteaba, efectivamente, el cliché). Por momentos parecía el Rijkaard que se presentó en Old Trafford con cara de "quién me mandaría a mí fumarme el último porro". Despeinado, con la mirada turbia, la camiseta por fuera y una chaqueta arrugada, Rijkaard y su barba de seis días ejemplificaron la derrota del Barça. Donadoni le cogió la matrícula y alborotó sus rizos, se paseó por la banda con una perilla muy sucia, de contrabandista venido a menos, y el escudo de su chaqueta era grotescamente grande, como si se la hubieran vendido en la feria. En lugar de a una Eurocopa Donadoni parecía haber ido a un after. Vuelve, dice la prensa italiana, la estirada senectud de Lippi y su celebrada austeridad.

EL REY DE ESPAÑA
En el palco estaba sentado el Rey. No disimuló sus afectos: iba con España. Con los penaltis se levantaba graciosamente con el puño apretado y en los descansos se levantaba para ir al baño o estirar las piernas. Lo hizo con cuidado, porque un tropezón a esas alturas es mortal. Imaginen a los jugadores rodeando a Aragonés antes de los penaltis y al Rey llegando en picado, con un escolta agarrándole el tobillo. Curiosamente, en los bares se celebra con entusiasmo y descacharrante alegría las apariciones del Rey en la tele. No así las ventanitas de Colón, ni las fulgurantes apariciones de Camacho, con ese grito final, consumada la victoria, tan español, tan Poli Rincón, que suponemos con la coreografía de un estupendo corte de manga: "¡Venga hombre!". El "a mamarla" de Pepe Sancho versión sobacos.

domingo, junio 22

Tostoneri

España aguarda con el espíritu leve, la tibieza de un juego acolchado y una confianza secreta en el balón, paseándolo en horizontal para lograr la victoria moral, que es la que históricamente siempre nos ha correspondido. Italia espera con ardor guerrero y una pasión ciega, casi genética, por el triunfo. Lo peor de España son los españoles: la expresividad de sus periodistas, el discurso zafarranchero de su entrenador, los hinchas con montera bebiendo gin-tonics y diciendo que les vamos a meter diez. A cuenta de Italia lleva España echándose muchas risas en los últimos años: tantas como derrotas. En la final europea entre Milan y Juve tituló Marca: “Tostoneri”. Y en las entrevistas a los Cannavaros y Zambrottas siempre hay reproches entre baños de satisfacción: “A ustedes les gusta defender, en cambio aquí hay espectáculo, alegría”. “Es que en Italia defender también es un espectáculo”, contestan, “por eso tenemos cuatro títulos mundiales: pero sigan, sigan ustedes divirtiéndose que ya nosotros levantamos las copas”. El periodista Orfeo Suárez daba ayer una clave: Italia se ríe de sí misma. Lo hace Gattuso con un libro sobre su falta de calidad y lo hace Totti con una recopilación de chistes sobre su cociente intelectual. Imaginen a Raúl mofándose de sí mismo y comprenderán la distancia que hay entre unos y otros. Fatuos, más listos que nadie, exquisitos en el toque, llamándose sabio entre ellos, los españoles esperan traducir la gloria de sus periódicos en algo más terrenal: la gloria en el campo.

jueves, junio 19

Literatura

Volven os touros: o Manolete de quenda, os afeccionados, a intelectualidade herdeira de Picasso e Lorca, a sedución internacional (reportaxe do New York Times para os novos Hemingways que queiran achegarse á suor da “loita do home contra a natureza”) e os escritores dos xornais, facendo cada crónica como se fose a última, nun exercicio épico (escribindo, en fin, para as hemerotecas, para o difunto Joaquín Vidal). Non é unha impresión: na páxina de inicio que teño en internet aparecen cada mañá as portadas nacionais e xa van dous días que en todas xorde un home bañado en sangue xunto a un animal, antes ou despois de meterlle a espada ata a empuñadura, coa mirada ida e apertando paseniño os dentes, nunha escea brutal, case pornógrafica, ao alcance dos nenos. É prensa seria: incluso a prensa seria que rexeita informar de boxeo, no que se fai sangue entre iguais. A boa nova trae outra aínda mellor non por agardada: a xente quere saber de touros, e moitos xa saben máis que os expertos. Falan de espadas, orellas e rabo, verónica e media. Aclámasen un matador porque, dise, métese no terreo no que antes só estivera El Cordobés: arrimado ao touro, preto del, e sobre el constrúese unha especie de mitoloxía: calado, ausente (“me gusta cuando callas”), místico, republicano e tráxico. O que fai a literatura, que non o desfaga o home.

miércoles, junio 18

Una técnica desastrosa

Uno de las mayores tragedias del periodismo moderno, y paradójicamente también su desgarradora salvación, está en internet. No sólo por el apoyo logístico (uno hace hoy entrevistas y reportajes de lo que sea, exigido por la urgencia y apoyándose en lecturas rápidas tan válidas que Juan Manuel de Prada, en un arranque resentido, las llamó ‘cultura Google’) sino para saber por dónde va el lector, y qué le interesa. Salvo alguna lustrosa excepción, todos los ránkings de noticias más leídas o más comentadas apuntan a un hecho histórico: Fernando Alonso. Probablemente sea el fenómeno más importante que le haya pasado a España en los últimos cinco años. Buscando algo con lo que salvar a este país (su periodismo y sus lectores), se dirá que Alonso ha multiplicado una audiencia de 50.000 personas en una de ocho millones. Y a partir de ahí se levantó un imperio: no todos los días se funda un deporte en una nación.

Como hasta el lector se cansa de los motores, sobre todo cuando se rompen más de lo que debieran, ayer el ránking de noticias más valoradas por los lectores del digital de Abc lo presidía el dolor por el incierto futuro del hijo de Bertín Osborne y, en segundo lugar, unas muy enjundiosas declaraciones del famoso (en su boda) Corey Haim, un actor que compartió amores en 1990 con Victoria Beckham. En Diario de Pontevedra hay algunas líneas maestras que nunca fallan para ser leídas o comentadas: el fútbol y Ence (el club y su histórico patrocinio). También abundan los sucesos, porque en una ciudad en la que nadie es anónimo siempre interesa saber de quién es hijo el alborotador del fin de semana. Lo de menos es saber qué ha sido de los viejos lectores de Abc: muchos se han ido muerto y otros estamos aún naciendo. Lo interesante es saber qué dice ese ex novio de Victoria Beckham, por qué lo hace ahora y qué se espera de la vida cuando los lectores de Abc, que no son cualquier cosa, ponen su noticia como segunda más importante del día, por encima incluso de la reconciliación de Pamela Anderson y su Tommy Lee.

Victoria, según su desengañado amante de la adolescencia, "besa pésimo y su técnica es desastrosa. Cuando besa hace un ruido del tipo ‘grrr’. Es como tener a una mujer soplando en los labios". Recuerda a los bostezos prehistóricos de la madre del Luisma, para pasmo de éste: "Parece que está pariendo un cerdo por la boca". Algo se querrá decir con esto. Como siempre ha tenido uno la suerte de besar a mujeres de técnica exquisita, entonces no sabe uno la relevancia que puede tener una noticia así. Sí algo sobre esa técnica tan desastrosa que es darle voz al pueblo y poner al Abc a la altura de Irlanda, que también se la ha dado al suyo. Luego vienen los disgustos: el hijo es yonqui o peor aún: no sabe besar.

martes, junio 17

"Hombres he dicho, no heces"

En la babélica lectura del fin de semana, con el apocado canto de Muñoz Molina recordando que el pueblo vuelve a entregarse con furia al fútbol y los toros (la tercera pata del franquismo era Franco, vino a decir, pero de él no hay noticias), con el revival de Harguindey y Jesús Franco (al que llegué por los artículos de su sobrino hace diez años en El Semanal, un tal Javier Marías), el meneo de Bossa Nova (acerca del libro de Ruy Castro que edita Turner y que traduce mi venerado, mi lengüetado Atleta Sexual), el daguerrotipo de Manuel Vicent sobre Fernando Pessoa y unos apuntes de Deluxe, por aquello de la patria, lucía una página dedicada a Michel Onfray, un filósofo que acaba de publicar una curiosa contrahistoria de la filosofía titulada Las sabidurías de la antigüedad. El argumento es apasionante, porque mira de soslayo el entramado moral que ha ido fortificándose al paso lánguido de los siglos. Onfray sostiene que aquella visión idealista de Platón sigue mandando "a través del cristianismo". De modo que lo que se nos ofrece como actitudes típicas de la filosofía "son dogmas tales como el desprecio al cuerpo, la demonización de los placeres sensuales y de la vida material; o también, que la más elevada virtud consiste en martirizarse y sufrir en aras de la felicidad eterna tras la muerte". Lo que hace Onfray en esa obra que se anuncia es reivindicar a "vividores desaforados o gozadores prudentes", materialistas e "incrédulos irreverentes con la religión y hasta con los legisladores políticos". Tipos, cuenta, que crearon por ejemplo las escuelas de los cínicos. He ido corriendo a por éstos, a visitar sus portales y conocer sus griegas, sus perras costumbres, y un enlace de la Wikipedia lleva a la semblanza que Diógenes Laercio hace de Diógenes de Sínope, uno de los más conspicuos representantes de la escuela cínica. La lectura de la edición, que es de 1887 y está disponible en el portal de la Biblioteca Cervantes, merece la pena, aunque sólo sea para divertirse con los puteos que le da a Platón, con tanto "oh, sabio". Un día le dice precisamente a Platón delante de un plato de higos: "Puedes participar de ellos", y cuando éste ya lleva comidos varios, le contesta: "Participar os dije, no comer". En otra, Diógenes le pide en su casa vino, y le manda Platón un cántaro lleno. "¿Si te preguntan cuántos hacen dos y dos, responderías que veinte? Tú ni das según te piden, ni respondes según te preguntan". Respondía al arquetipo de cínico: sarcástico, burlón, inteligente, procaz e irreverente. Masturbándose en público en el foro provocó un escándalo y contestó: "¡Ojalá frotándome el vientre no tuviese hambre!". Cuando en un silogismo alguien le demostraba que tenía cuernos, se tocaba la frente y decía que no los veía. Y cuando algún sabio decía que no había movimiento, se levantaba y andaba. Lo hicieron cautivo, y antes de venderlo le preguntaron qué sabía hacer. "Sé mandar a los hombres. Así que pregona si hay alguno que quiera comprarse un amo". Tenía mucha clase. Salió un día de casa y en mitad de la calle empezó a gritar "¡hombres, hombres!". Se hizo rápido un corro, y después de un silencio suspiró: "Hombres he dicho, no heces".

lunes, junio 16

Nosotras, las miembras

Lo que está ocurriendo con la ministra Bibiana Aído y las fiestas que se están corriendo los señoritos con ella tiene más que ver con la juventud que con la tontería, y eso que presume públicamente de ambas. No se le perdona la edad, más que nada porque también a Antonio Burgos le hubiera gustado ser ministro, y se hace tarde. Y se le disculpa la tontería aludiendo a cierta ingenuidad braguera. Cuando esta semana dijo “miembra” no lo hizo inocentemente: sonrió. La revolución empieza por las palabras, que son las que le dan nombre a las cosas, o solían. Que Bibiana (¿por qué, por qué Bibiana, y no Aído?: porque soy hombre, o en eso ando, y hay días en los que me gustan las mujeres, y no las puedo llamar por su apellido) ponga a la Academia a andar es una ligereza, pero es que su Ministerio también anda un poco en lo mismo. Vascos y vascas, que dijo Ibarretxe en algún momento de la rocosa Historia. He visto con estos ojos a intelectuales metidos en política diciendo “galegos e galegas”, y a alguno musitar eso de un “fistro duodenal, pecador de la pradera” en la intimidad, sabedores del respaldo de los académicos. El “miembras” de Bibiana ha pretendido ser el inicio de una seria revolución lingüística, y lo está siendo aun cuando debería ser el final de un ciclo: el estertor de la generación de la EGB y su tumultuoso legado: nosotras, las miembras. Tú, Jane.

jueves, junio 12

Pluses

Cando parecía que a crise se aveciñaba na súa vertente máis tibia (desabastecemento de froitas: veremos en qué queda todo cando non chegue o whisky aos almacéns) 121 funcionarios da Xunta de Galicia reciben xa ao mes o seu plus de altos cargos. É unha noticia excelente, non tanto polo diñeiro (un complemento de 15.000 euros anual a Gasol daríalle a risa e case ma dá a min) senón pola época. Chega o diñeiro no verán, a estación violenta. Quere dicirse que tamén se conmemoraba en tempos o glorioso Alzamento, así que a finais de xullo os altos cargos poderían cobrar (e se non o fan, alomenos esixir con temperamento) unha nómina completa a maiores: esa herdanza tan exquisitamente franquista non entrou na Lei de Memoria Histórica, aínda que véxase a metáfora: cunha paga máis é máis doado soportar o pasado. Así que por cartos non vai ser o progreso de Galicia. Agosto é un tempo de gastos, e a Seychelles non se pode ir en coche oficial. Xa fomos a Cuba, certo, pero aquelo foi traballo: expansión da cultura do país, aínda que Alfredo Conde ou Xosé Vázquez Pintor pagaron o seu billete. Son as felices cousas do cambio: agora teremos os contribuíntes a seguridade de que eses cartos non se gastan en cacerías. Nese senso a nova Xunta deu pasos moi firmes: o que antes eran cervos, hoxe son mojitos.

lunes, junio 9

YSL

Esta semana escribió Lola Loscos un obituario excelente sobre Saint-Laurent. A uno los franceses, de Napoleón para abajo pasando por el mismísimo Nicolás (y hasta llegar, despacito, a Serge Gainsbourg) siempre le han inspirado cierta inquieta pasión. Del genio del diseño, el tipo que entendió en su adolescencia que las mujeres debían de vestir mirando de reojo, cuando no de lleno, a los hombres, y que se entregó al negro, que es el color absoluto, recordó Loscos que odiaba la moda: la moda con su absurda tiranía de tendencias para las temporadas de invierno y de verano, la moda que siempre “pasa”, en detrimento del estilo, que Saint-Laurent consideraba eterno. El estilo, o la forma de estar en la vida siendo lo que uno es: la clase, o sea. Como fue jefe de diseño de Dior con 21 años en París, el genio se entregó a una pasión incandescente: el exceso. En su texto, la periodista Loscos alarga la frenada: “artista genial y fragilísimo, de sensibilidad tan refinada que para soportar la existencia recurrió a un sinfín de sustancias más o menos prohibidas”. Hay muchos caminos para entregarse con más o menos desgana a las drogas, y atribuirlo a la fragilidad es una vieja artimaña, pero la refinada sensibilidad parece estar a la altura de Saint-Laurent: todos vemos a muchos yonquis pinchándose incapaces de soportar la absurda levedad del ser. Duda uno que Saint-Laurent buscase en las drogas lo que buscaba Sherlock Holmes, más allá de zambullirse en la sordidez propia de una vida: ese lado que también forma parte de uno, a veces hasta con decadente elegancia, y no responde a tendencias

jueves, junio 5

La vie magnifique

Alguén dixo (¿un poeta pasado de cortisona?) que o amor era exhibicionismo e os namorados teñen a necesidade, case patética, de amosarse aos demáis sen reparo e con gusto. Medio ano despois de coñecerse, Carla Bruni e Nicolás Sarkozy tiveron tempo de namorarse nunha cita a cegas, pasearse días despois en Disney (¡doce metáfora!), desafiar as pirámides, casar, visitar á Raiña de Inglaterra (¡vella metáfora!), denunciar intromisións (¿as deles nas nosas vidas?) e, agora, publicar un libro coa historia da súa paixón. Se non teñen xa tres fillos é porque a natureza aínda se lles resiste, pero todo se andará. Bruni fala no libro e describe as súas cousiñas, como que as súas prioridades son actuar contra a pobreza no mundo e loitar contra a ignorancia. Chega tarde a primera dama francesa: esas prioridades son as miñas desde hai tempo. Mais hai algo que fai tremer ao máis duro: as verbas que lle dedica ao seu namorado. O amor é exhibición, arroxo, poesía. Tamén é tempo, pero os Sarkozy convertiron os minutos en meses. “El é de boa composición: tres raios de sol e atopa a vida magnífica”. Pode que perda forza coa tradución, pero en francés o resultado é espectacular: “la vie magnifique”. Sería unha definición absoluta senón estivese suxeita, como toda a monarquía francesa dende Luis XIV, aos caprichos do sol.

martes, junio 3

24 horas

En esa reivindicación alocada (una vez resuelto el trauma, para muchos, de su tibia ideología: pasan los años y caen los prejuicios, más bien la ignorancia) que de unos años a esta parte se está haciendo de Julio Camba, no pasa para nadie desapercibido el que dicen mejor tratado culinario escrito en España. Es La Casa de Lúculo, y en él se vislumbra al Camba más poderoso, como un equipo que jugase al enfervorizado amparo de su afición. "La cocina española está llena de ajo y preocupaciones religiosas", sentenció años antes de Victoria Beckham. De Camba (¡y de Azcona!) abusa felizmente Manuel Vicent, que recordaba hace unas semanas en Román que no existen comidas espesas ni que den acidez, sino comensales que sí producen tal efecto. Entonces recordó el escritor que comer fuera es uno de los grandes excesos de confianza que puede tener un hombre. Te atiende un desconocido y te prepara la comida alguien que no es amigo tuyo, al que nunca le has estrechado la mano y que no has visto nunca, ni probablemente lo verás en tu vida. "Y cuando llega ese plato", decía, "lo comes sin preguntar". En La Casa de Lúculo me descubrieron el otro día algo fastuoso: "La carne de un animal muerto en pleno esfuerzo muscular es enteramente distinta a la de uno muerto en estado de reposo, porque los músculos contienen una sustancia lamada ácido sarcoláctico [...] El ácido sarcoláctico produce una enorme rigidez de las fibras musculares y de aquí el que la caza no pueda tomarse fresca. Hay que faisanarla exponiéndola al aire y dejando que los microbios la descompongan hasta darle ese punto de noble podredumbre tan apreciado por los gastrónomos" y "el principio simple de los alimentos-materia o alimentos plásticos", escribe Camba, "es el ázoe, llamado nitrógeno por otro nombre. El de los alimentos-energía o alimentos dinamógenos es el carbono. [...] Los animales se lo pasan [al ázoe] a las plantas, las plantas se lo pasan a los animales, y el ázoe no aumenta ni disminuye, como no aumenta ni disminuye la materia". En esta resuelta guerra civil también un lector de Espada apuntó a algo más suculento: el nacionalismo. Hace años "Santamaría le hizo [a Adrià] el mismo reproche: utilizaba productos ‘extraños’, no locales. Adriá le respondió que, hoy día, él podía conseguir un alga japonesa directa de origen en 24 horas". La vida misma.

domingo, junio 1

El Rey se cae: ¡viva, viva!

De la caída del Rey (ante la ya ligera estupefacción de su audiencia, un poco acostumbrada a estos campechanos accidentes) hay un hecho que no se ha subrayado: el aplauso. El público rompe a aplaudir cuando el Rey se levanta: un Rey en pie es una nación en marcha. Hace años se rompió la cara contra el suelo Fidel en un tropezón en el que se quiso ver una analogía con su régimen. Como Castro caminaba solo (ni un paso atrás, ni para tomar impulso) la hostia fue de escándalo. Siguió la conmoción y el silencio: el comunismo siempre ha sido muy parco en la exhibición de sus disgustos. Hubo interpretaciones políticas en el morrazo del Comandante, pero en España también se empieza a disparar con bala. Que sea la derecha, en su versión folclórica, no deja de tener su lógica. Mientras los diarios despacharon el traspié como anécdota, el portal de noticias de Jiménez Losantos le daba rango de portada con un titular incómodo: “El Rey se cae por las escaleras en una cena ante mil personas en Barcelona”. Es ese tipo de noticia que exige una aclaración en el subtítulo, muy del tipo: “Había llegado al acto hablador y extrañamente efusivo”. Que no se preocupe Su Majestad. Siempre quedará el aplauso cobardón, tanto da si el Rey da un discurso, cae escaleras abajo o enseña el culo: palmas al viento y ovación de gala. In situ, la entrega de los súbditos españoles tiene un aire berlanguiano muy propio del país que fue.