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martes, agosto 26

¡No me compare el catalán con el gallego!

Una de las más inquietantes cuestiones universales es por qué las mentes más preclaras (las mejores de nuestra generación, azarosas supervivientes de la locura) caen en la estupidez por no rendirse a la ignorancia, queriendo pisar con firmeza todo cuanto les rodea y aún lo que no, inconscientes del efecto, pésimo, que dejarán. Así George Steiner, uno de los grandes intelectuales del último siglo, que este domingo hablaba en la prensa del terrorismo etarra y del conflicto lingüístico en España, concretamente en Galicia. Cuál es el conocimiento de Steiner de Galicia y lo gallego, sus universidades y, sobre todo, su literatura, es algo que desconocíamos hasta ahora. Pero lo entrevistó Juan Cruz, que está en muy buena forma, y sin que viniese a cuento Steiner habló de la patria. Quizás el problema más grave al que se enfrenta un periodista llega a la hora de transcribir las blandas opiniones de alguien a quien respeta: mas el drama no suele estar en la pregunta, sino en la respuesta. Fue una lástima, porque antes el intelectual desmontó un mito ("El orgasmo compartido es raro. Normalmente, la mujer simula tener un orgasmo al mismo tiempo que el hombre. Son demasiado generosas") y luego otro ("En su famosa balada Las nieves de antaño había una línea en la que Villon venía a decir que la mujer ha envejecido: su pelo, escribía en francés, ya no es dorado, sino gris. Nash, en su manuscrito, lo tradujo así: 'El brillo le cae del pelo'. El impresor cometió un error y escribió: 'Un brillo cae del cielo'. Es una de las frases más hermosas de la poesía inglesa, ¡y se debe al impresor! Cada noche le pido a Dios que me envíe un impresor que cometa un error que me haga grande"). Luego, ya arremangado en cuestiones trascendentales, vino a decir que el idioma vasco quizá sea la raíz del terrorismo, y más allá arqueó las cejas: "Pero, cambiando de tema, me han dicho que hay una universidad en España en la que es obligatorio hablar en gallego". "Sí, en Jérez", tuvo que responder Cruz, que dijo: "Igual que es obligatorio en Cataluña compartir el catalán con el castellano". Y Steiner, para pasmo del lector, subió a rematar el córner: "¡Pero no me compare el catalán con el gallego! El catalán es un idioma importante, con una literatura impresionante. Pero el gallego ¿por qué ha de ser obligatorio en una universidad?". Ni en la universidad ni en la cuadra, quiso explicarse. Y por ahí los fue metiendo a todos el famoso crítico y teórico de Literatura: a Risco, Castelao, Otero Pedrayo, Dieste, Blanco Amor, Mendinho, Rosalía, ¡a Cunqueiro!, Ferrín, Celso Emilio y Casares en alguna página par, afinando un poco, de la última obra maestra de María de la Pau Janer.

lunes, agosto 25

No me veo

Alberto Núñez Feijóo dijo ayer que "no se ve" gobernando con el BNG, lo cual es extraordinario porque el líder del PP gallego se ve de muchas maneras y es visto de muchas otras. Una vez en Pontevedra Manuel Fraga, en un Pazo da Cultura abarrotado, le pidió por favor que se casase. Hubo gente que se desmayó, así que Fraga aclaró que lo que tenía que hacer Feijóo era buscarse una mujer (no fuera a casarse con una oveja o, peor aún, con un hombre). Tampoco le gustaba al patrón la soltería de Rajoy, pero hoy el pontevedrés tiene churumbeles criados y una mujer de Sanxenxo, que eso es la hostia. Probablemente donde los demás vean ganas de estar solo Fraga vea una suerte de disidencia sexual. Pero a Núñez Feijóo no le espantan los consejos de nadie. Confesó años después haber estado enamorado de una lechera y cerró con elegancia el expediente: ahora, que dejó de hablar Fraga, que hablen las porteras. Si tampoco se ve en la poltrona con el BNG es porque Feijóo, en su íntimo esplendor, es un hombre de mayorías absolutas, de solterías bien llevadas. Entre sus grandes virtudes, el estadista Aznar adoptó la necesidad de cerrarle la puerta a quien él viera y negarle la entrevista a quien le petara. Fueron los efectos mareantes de la mayoría, porque en minoría habló catalán en la intimidad y levantaba piedras, de noche, en Mondragón. Feijóo va por otro lado: de momento "no se ve", que es una manera de decir que está dispuesto a todo, porque la Historia, incluso la pequeña, la escriben los hombres que nunca se veían haciéndolo.

sábado, agosto 16

"¡Yo soy una princesa!"

A estas horas todavía no hay constancia en el medallero español del oro que el sábado logró, fajándose con un periodista sudamericano, Letizia Ortiz: en la vida, como en el deporte, también se va retratando uno. Dirigiéndose en campechanía borbónica a la plebe, preguntó Ortiz a un periodista de qué medio era. Contestó el hombre, y quiso saber además quién se lo preguntaba, probablemente porque ya hay en sus latitudes suficientes chupópteros como para también saberse de memoria los de España. Triste y ofendida, sólo acertó a contestar: “¡Yo soy una princesa!” (“¿una galleta?”, debió de pensar el tipo). Lo que sigue fue muy normal: se marchó a la carrera con su marido en un gesto muy de “habrase visto”. Si allí no sabían de su condición, para qué estar, para qué haberse casado con quién se casó. La reacción, si se estudia con interés, es fantástica. A la pregunta de quién es usted y para qué medio trabaja, muy oportuna en una sala de prensa, Letizia Ortiz exclama enfadada: “¡Yo vivo del cuento!”. O mejor aún: “¡Yo soy una princesa de un cuento de hadas!”. Se confunde la realidad y la ensoñación, quizás porque la monarquía no es otra cosa que eso. Tampoco el periodista estuvo muy rápido. A la respuesta de “¡Yo soy una princesa!” cualquier hombre, en cualquier discoteca, diría: “Tú serás mi baby, sólo tú mi baby”.

jueves, agosto 14

Reivindicación de Eric Moussambani

Ni más lejos, ni más rápido ni más fuerte: todo lo que hizo el guineano Eric Moussambani al salir de la piscina olímpica de Sidney fue comentar que los últimos quince metros se le habían hecho "difíciles", y que estaba tan cansado que se pensó parar a coger aire en los corchos que separan las calles. Había nadado los 100 metros libres en 1'52 minutos, el peor registro de todos los tiempos: había hecho Historia a su manera, y su figura eclipsó a la de Ian Thorpe. Las imágenes de aquellas Olimpiadas muestran a un chico bien proporcionado con un bañador demodé y el cordón sin atar subido al poyete inmóvil. Estaba allí de prestado, producto de la caridad del COI: una ayuda a los países en vías de desarrollo para que sus deportistas, como los niños saharauis que vienen en verano a España, probasen el caviar no de la gloria, pero sí de su centellante entorno. Poca gente sabía que para Moussambani la carrera era un hito cinematográfico de un íntimo carácter épico: su pequeño Ben Hur. Aprendió a nadar ocho meses antes, alternaba entrenamientos en aguas que se dijeron llenas de cocodrilos y en la piscina de un hotel de veinte metros, y como jamás había visto una pila de cincuenta metros, al llegar pensó que la distancia real eran los 100 metros de los que constaba la prueba: al saber que tenía que cruzarla entera ¡dos veces! se dirigió aterrado a su entrenador y dijo una frase histórica que aquí Chiquito de la Calzada perfeccionó con fulgurante magisterio: "No puedor". Lo demás es sabido: los dos nadadores con los que tenía que competir fueron descalificados por salida nula (para evitar el ridículo que no era o, quién sabe, por pura atrofia) y Moussambani hizo el trayecto de su vida con un final delirante en el que, como los quince mil espectadores entendieron a la perfección, lo importante no era el tiempo, sino la meta. Le persiguió la gloria, por lo que tuvo su peculiar hazaña de poder metafórico, durante meses, pero al final las cosas volvieron a su cauce: rebajó su tiempo de forma muy digna y tenía plaza para acudir a Atenas, pero un extraño fallo burocrático de su país con el visado se lo impidió. También hubo quien se tomó su frágil destino en vano: una televisión alemana lo puso a competir con una señora de noventa años. En esa villa ideada por el Barón de Coubertain por la que se pasean éxitos y fracasos, y donde este año un gigante como Michael Phelps está haciendo añicos la Historia para reconstruirla sobre los oros que cuelgan de su cuello, es justo que haya un simbólico espacio para que nosotros, insignes 'moussambanis', nos sintamos representados en nuestra severa derrota, en nuestro lento estertor, y saber que también hay entre los olímpicos, aunque sea por caridad, quienes deben salvarse del naufragio antes que batir un récord.

martes, agosto 12

Cyranita de Pekín

Recordando al sabio que dijo: "Qué buen día, ya verás cómo aparece un imbécil y lo jode", en los Juegos ha dado positivazo una española (que echó a correr tras el control: qué grandes somos) y ya se saben algunos secretos elementales de la inauguración. Por ejemplo: la linda niña que cantó el himno a la patria se limitó a abrir la boca y lucir palmito chino. Entre bastidores, una pequeñaja regordeta de dientes desparejados cantaba a pleno pulmón: una mini Montserrat Caballé discretamente desplazada para no herir la sensibilidad de Occidente. Lo ha confesado el director musical de la ceremonia: se eligió a una niña "muy mona" porque "estábamos pensando en lo que era mejor para la nación". Las dictaduras siempre han llevado muy lejos el concepto de la patria y de eso pueden dar cuenta los muertos de Tianammen, los disidentes encarcelados y las niñas feas, arrinconadas en el sótano de la Historia ensayando arias. Que no se preocupe la moderna Cyrana: los patitos feos siempre han tenido un destino más acorde con la poesía que con la nación. Y además no está sola. Se supo ayer que las huellas de fuegos que llevaban al Estadio habían sido pregrabadas y que la organización recluta voluntarios para que llenen las gradas: estos Juegos empiezan a parecer una idea diabólica de Milli Vanilli. Que haya quien vea oportuno chutarse EPO alejará sospechas: los deportistas que vemos en Pekín no son hologramas.

domingo, agosto 10

Traición a Jesse James

Contra algunos de los rudimentos casi elementales de quienes defienden una historia en sí sobre la manera de contarla, en ‘El asesinato de Jesse James a manos del cobarde Robert Ford’ importa tan poco el argumento que a los legos se lo despachan entero en el título. Lo que importa es otra cosa: el mal de aire, mismamente, o el paisaje de una traición. No hay víctimas sin criminales ni, como dijo Marx, tragedias sin delincuentes. Una de las cuestiones más fascinantes sobre las que se asienta el arte es la delación: el honroso sentido de la deslealtad y el puñal empapado en sangre a la manera del "tu quoque, Bruto". También para ejecutar una traición se necesita una ruindad fuera de lo común y, a pesar de los cobardes escrúpulos del momento final, una cierta audacia para afrontar lo que viene después: nada peor visto que la ladina sombra de un traidor. En la larga película que Andrew Dominik rodó sobre Jesse James (un ejercicio casi gimnástico sobre un Oeste lento y denso, en el que caben dos pasiones desaforadas: la de Robert Ford por Jesse James y la de Jesse James por él mismo) subyace un sentido: la ruina de la confianza dada y una justificación muy depurada de la paranoia. Casey Affleck en el papel de trastornado cagón de pijama se gana tanto a su personaje que no quise ver su cobarde ejecución. Y es curioso, después de todo, cómo la gran leyenda del Oeste busca ser muerto por la última de sus ratas: un póstumo homenaje de la Historia a la igualdad.

viernes, agosto 8

"Esta noche manda mi polla"

Tengo frente a mí el trabajo de los cien mil nombres con los que Pérez Reverte repasa la revuelta madrileña del 2 de mayo. Hay en esas páginas figuras heroicas, más por insumisión que por patriotismo (que lo eran, y terriblemente), y dos de ellas, Luis Daoiz y Pedro Velarde, se hicieron un difícil hueco en la memoria (la misma memoria que reivindicaba muy inteligentemente, aunque por otras cuestiones aún más cercanas, Manuel Rivas ayer en El País). Corren los siglos y corremos nosotros delante, así que España es otra y sus héroes se arriman al localismo épico y la bisutería rodada de un chuloputas de camiseta de asas y mata sobaquera, siempre a punto de desenfundar la pirola. Los escépticos nos asomamos a ellos con la intensidad con la que en 1808 anónimos ciudadanos se metían entre cortinas a ver la carnicería que se montaba afuera, en aquel simbólico rebote. Esta semana, por ejemplo, un chatarrero entró en un puticlú de Granada, cerró de un portazo, bloqueó el cerrojo, sacó una pistola y ordenó a la camarera servir copas para todo Dios. Lo hizo con una frase a la altura: "Soy el jefe y esta noche manda mi polla". Nunca en tan pocas palabras se condensó tanta historia de España y, en su pertinente doblez, su espíritu sagrado. Hay que buscar ahí los héroes, porque los otros o son unos gilipollas o son unos asesinos, como esos patriotas vascos. Miren a ese alcalde, de la muy cuidada especie hijoputa, al que ahora acusan de violar a una concejal en una aldea andaluza. Asumió primero una culpa muy blanda: "De lo único que soy culpable es de haber engañado a mi mujer durante los últimos siete años" y días después se supo la grabación de una charla muy animada entre él y su amante: la llamaba puta, también casi entre lágrimas, por empezar una relación con otro hombre. De lo único que es culpable no es de mandar él, sino su polla: su feudal pepino. Que a esta gente se le jalee no es nuevo: los héroes lo son por algo. A aquel alcalde de Toques casi le hacen un homenaje por sobarle las tetas a una niña de quince años. Al menos el chatarrero, con pistola y todo, se limitó a invitar a copas. Y eso que era el jefe. El puto amo, que diría Supergarcía.

jueves, agosto 7

A desgracia de Ibrahim Dieng

Como todo libro dun autor descoñecido que un le fun rápido á rede buscar cousas non sobre Ousmane Sembene nin Martin Pawley, padriño espiritual deste cineasta e escritor senegalés cuxa morte foi moi escrupulosamente esquecida polos medios españois que se miran no espello de The New York Times e Le Monde (pero que non fan alomenos á mesma velocidade o que fan NYT nin LM), senón pola sorte de Ibrahim Dieng, o protagonista dunha novela curta e militante que editou este ano Rinoceronte e que leva por título O xiro postal. Con ela fixo Sembene a primeira película (Mandabi, 1968) rodada enteira nunha lingua africana, o wolof. O seu protagonista é un home en permanente desacougo desde a chegada dunha boa noticia: o xiro dun parente dende París. A revolución é instantánea ao seu arredor, despoxada de sutilezas: emerxe con crueza a fame, a desesperación, as hipócritas invocacións á Alá e o funcionamento dunha burocracia poscolonial enferma e incapaz de servir a un analfabeto. Cal é a sorte deste Ibrahim Dieng metido, como un Cándido africano calquera no continente perdido, nunha espiral a ratos kafkiana na que a pesar dos seus súbitos ataques de optimismo sempre hai algo máis de desolación gardada para el, convertido de súpeto por Sembene en exemplo dunha poboación que, como Sísifo, ve chegado o momento de coroar o cumio para caer aínda máis lonxe del? Metáfora da propia historia, mergullada nun barrio de Dakar e camuflada nos dramas persoais dos senegaleses vixiantes de que ao veciño non lle chegue, de madrugada, algunha saca de arroz, de Sembene, unha das maiores figuras culturais africanas, non había pegada literaria en España ata O xiro postal, na traducción de Isabel García Fernández. A novela deixa ao fachendoso e ferido Ibrahim Dieng agasallando con arroz aos veciños, abandonada xa, á dantesca maneira, toda esperanza. "Non hai nada máis fermoso que a vida", cita Pawley a Sembene, "mais tes que ser quen de compartila". Tamén con certo pesar.

miércoles, agosto 6

Indicios de actividad sexual

A veces los investigadores de CSI se ponen cachondos: "Aquí no hay indicios de actividad sexual", dijo ayer una olisqueando la funda de un sofá. CSI fue el refugio final de Comandante, la obra documental de Oliver Stone sobre Fidel Castro. Stone sale en pantalla con un coqueto bigote y Fidel derrengando las palabras en base a una Revolución que la pantalla, pese a sus elocuentes esfuerzos, no muestra en ningún lado. A Castro los años lo han convertido, ‘paneramente’, en un coñazo, pero los que lo deberían saber no lo saben hasta que lo han sufrido. A Ramonet aquel millón de horas con Fidel le salió por cuatro o cinco discursos hechos en los últimos cuarenta años. Stone va posando la cámara en el discurso del Comandante y luego la lleva más atrás, donde los barbudos y el Che. Todo muy trillado. Hay más revolución en el documental de Scorssese sobre Dylan que en el rodaje de la vida y obra de Fidel. Hace unos años Antonio Elorza dedicó un extenso artículo al trabajo del cineasta en Letras Libres. Allí recoge lo que debió ser el momento cumbre del histórico encuentro entre la proclamada conciencia crítica de EE UU y el dictador cubano: "Le admiro", susurra el bigote de Stone. Siguiendo un poco lo de ayer con Sholzenitsin: tantas películas para esto. Y otro detalle a caballo entre el sainete y lo tremebundo: al marcharse Stone del navideño escaparate que le sirvió Fidel tuvo lugar en Cuba una serie de ejecuciones, encarcelamientos masivos y depuraciones: las tradiciones isleñas que olvidó el Régimen mostrar. Volvió el director a rodar añadidos, con la cámara al hombro, levemente mosqueado, al puto paraíso cubano. "El adanismo de Stone", escribe Elorza, "es puro fingimiento. Su actitud descansa sobre una de las falacias que con mayor insistencia se han reiterado en el último medio siglo: poner de relieve los aspectos irracionales de la hegemonía norteamericana conduce de inmediato a la exaltación de aquellos que la combaten. Si el imperialismo es siempre condenable, toda revolución antiimperialista resulta de por sí digna de todo elogio. Como Nixon era un tipo nefasto, hay que llevar a Castro a los altares. El conocimiento que hoy poseemos acerca del autodenominado socialismo real debiera haber descalificado para siempre ese maniqueísmo de la izquierda, pero posiblemente sigue siendo cómoda semejante postura. (...) Frente al imperialismo, ahí está enhiesto el viejo héroe, ‘dictador de sí mismo’, con sus recetas siempre dispuestas para izquierdistas a la violeta en busca de un clavo ardiendo para mantener las actitudes primarias frente al sistema". Lo que tiene Comandante es un raíz pop muy acusada: uno lo ve (hasta que se empacha) como vería las andanzas vitales de uno de los iconos mayores del siglo XX, y en ocasiones Fidel Castro se presta a esa visión no idílica ni fértil, sino llanamente espectáculo de masas. No es otra cosa Cuba para el extranjero que eso. "Yo soy muy exagerado en la autocrítica", dice en un momento el líder: numerosos indicios de actividad sexual.

lunes, agosto 4

Solzhenitsin

El año en que le dieron el Nobel de Literatura a Solzhenitsin vivían Borges y Rulfo. Borges escribió tanto que le atribuyen aquello que no escribió y Rulfo poco, pero qué poco. La historia de Solzhenitsin es la historia de una tortura prolongada que tuvo la virtud de desenmascarar al público lo ya desenmascarado en secreto por Jruschov en 1956 en el Congreso del PC: las divertidas consecuencias del culto a la personalidad o, en críptico epílogo, cómo el mundo puede estar dirigido por dos enfermos mentales de la talla de Adolfo Hitler y Pepe Stalin. Archipiélago Gulag es una obra monumental, a la manera de aquellas murallas de Jericó de Gomaespuma. Tanto sufrimiento para esto, dijo no recuerdo quién cogiendo el libro. Es testimonio de un horror, lo que ya es bastante, y se privilegia en ella la memoria, que es bastante, y la verdad, que con serlo estremece. Con más xeito se han escrito cosas mejores en Pontevedra en los últimos dos años, pero a Solzhenitsin el estalinismo lo puso en el centro de la Historia, despojado de todo, y fue testigo de lo que fue. "Cuando se roen los huesecillos de un murciélago en descomposición, se bebe el caldo hecho con cascos de caballos muertos, se fuman ¿cigarrillos? de estiércol o se ve a un médico tomarle el pulso a un prisionero y asegurar a los funcionarios que puede soportar unos pocos minutos más de tortura, cuando se conduce a un hombre a determinadas situaciones, ese hombre queda ya eximido de todo deber con sus semejantes", escribía al mismo tiempo que Neruda cantaba a Stalin: "El más grande de los hombres sencillos". En el comunismo soviético no mandaba Stalin sino la paranoia, lo que bien mirado es terrible. Pero el nazismo se había exhibido desnudo por media Europa y los intelectuales rezaban para que el experimento soviético que consagraba la dictadura del proletariado y ejercía el marxismo en su ensoñadora vertiente igualitaria funcionase como funciona la química al serle aplicada la fórmula oportuna. Se sabe el resto, entre otras cosas, porque lo contó Solzhenitsin: en la URSS funcionaron muy bien los campos de concentración, funcionó el terror como arma disuasoria y se ejerció un culto devastador a la personalidad que provocó situaciones tan graciosas como la propia muerte de Stalin. Tras una apoplejía agonizaba en la cama y cuando recuperaba la consciencia abría los ojos enfurecido y se acercaban a él los dirigentes del Politburò a cogerle de la mano y suplicarle que se recuperase: si volvía a desvanecerse le insultaban y le deseaban una atroz muerte. Archipiélago Gulag la escribió Stalin y su feroz guardia, y Solzhenitsin le dio forma muy a su pesar, con una escritura definida en el abuso de mayúsculas, que es una cosa horrenda. Después vino en los setenta a decir que los españoles vivían en libertad y Benet, en representación de todos aquellos que miraban a otro lado cuando la sangre salpicaba los periódicos, dijo que con personajes así estaban muy justificados los campos de concentración. A esos campos fueron 50 millones de personas y volvieron la mitad, pero Benet aquel día estaba espléndido.

domingo, agosto 3

Caraperro

La Interpol sigue el rastro de una misteriosa desaparición: a mediados de junio se evaporó un prestigioso gourmet suizo en El Bulli. El tipo tiene 46 años, recorría medio mundo comiendo en restaurantes de tres estrellas Michelin y una noche de verano aterrizó en el templó de Ferrán Adrià. “Acabó de cenar, dijo que salía un momento a buscar una tarjeta de visita y ya no volvió”, dijo el director. No sé cómo se le llama a eso por tierras de El Bulli, pero aquí es un ‘simpa’ de manual, también dicho ‘caraperro’ común. Lo malo de los restaurantes que cargan las tres estrellas Michelin es eso: la confianza. Si aquí uno se levanta de Casa Manolo y dice: “Sepa excusarme: voy al coche a por mi tarjeta de visita y enseguida vuelvo”, le cae antes de llegar a la puerta una tremebunda mano de hostias al modo de “esta es nuestra tarjeta, ahora ya puede ir tranquilo a buscar la suya”. Entre el cateto vulgo no se descarta la caída por un barranco provocada por un apretón brutal tras comer una tempura de salicomia al azafrán con emulsión de ostra y ostra con emulsión de jamón y su perla untado todo a la nocilla, ni la perversa deconstrucción del señor y su posterior preparación a la naranja con esencia de petisuí (en sutil ejercicio de canibalismo). El blog Antigourmet daba otra posibilidad: una vulgar caída, cual Obelix, en la marmita de hidrogenización. Tupido misterio, desde luego.

viernes, agosto 1

Héroes sin fronteras

Si algo nos enseñó la televisión es que la sordidez es el atajo más sencillo para acabar viviendo de la fama que sembraste, e incluso más. Hoy Nuria Bermúdez es una agente FIFA muy respetada que sale con un famoso futbolista español y escribió, en la última Eurocopa, artículos en Marca, el diario de pago más leído de España. La hemeroteca recuerda de Bermúdez un pendoneo clandestino por la noche madrileña hasta que la chica se hizo famosa a lo bestia: echándole seis polvos en una noche al marido de la hija de una famosa folclórica (marido guardia civil, además, condenado por quedarse las pesetas de unas multas). Luego esta chica se paseó con lo más florido del jardín nacional, entre lo que sobresalió un romance muy caliente con Rodríguez Menéndez, prestigiado Valentino, y la reputación ya vino sola.

Sin embargo, en ocasiones la fama concede un respiro y sobresale entre sábanas y condones un ángel. También la televisión se encarga de propagar sus rocambolescos destinos y sus singularez hazañas. Hace muchos años dio cuenta Pérez Reverte de una fanática inglesa defensora de los animales que se acercó a España a tratar de cambiar ella sola el taurino destino de este país, y se volvió a los dos días Inglaterra repatriada en avión sanitario después de una cornada gravísima que casi la saca de en medio por las bravas. Fue una fama fulgurante la de la mujer, y muy ingrata. Mas sobrevivió.

Llevaba varios meses tratando de saber el peculiar destino de Adelir de Carli, quien saltó a la fama con tanto ímpetu que jamás volvió a vérsele el dobladillo de la sotana. El 20 de abril de 2008 este sacerdote se ató a mil globos de fiesta inflados con helio y atado a una silla. Pretendía alcanzar así volando Mato Grosso do Sul, sin ayuda de motor, y llegar a Cascavel o Maringá, ciudades del interior del estado cercanas a la frontera con Paraguay, para dar a conocer una protesta en favor de unos camioneros. Decenas de personas lo despidieron en un descampado de Paraná mientras De Carli se iba un tanto ridículo, subiendo bajo esos globos mientras agitaba la mano. Aquella imagen de él subiendo cielo arriba atado a una silla fue la última que se tuvo de él. El vuelo tenía poesía: un sacerdote cruzando el Reino de los Cielos ("vio a Dios y se quedó con él", decía ayer un usuario consternado en el Youtube). Pero una vez más nada pudo sobreponerse a la terca realidad. Los vientos que soplaban aquel día en la zona lo desviaron de su ruta y lo empujaron mar adentro. El martes se confirmó que unos restos hallados en el mar cerca de Río eran los de él. Semanas antes habían aparecido los globos flotando en medio del océano sin su temerario, sencillo y un poco gilipollas pasajero.