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jueves, junio 1

Salieron putas como su padre

Cuatro emite ahora, de madrugada, en homenaje a Maradona y a su audiencia más friqui (la de Cuatro y la del propio Maradona), el programa La Noche del Diez, que arrasa en Argentina. Obviamente, llega a España con unos meses de retraso, pero ofrece momentos intemporales, que se pueden disfrutar seis horas o seis siglos después. El programa comenzó el martes a las dos de la mañana, y hubo que zapear en el porno de las cadenas vecinas hasta llegar, de sorpresa, al momento cumbre: Maradona recibió como invitado a Joaquín Sabina. Se abrazaron y se besaron mientras Sabina celebraba: "¡Yo también me he quitado de todo!": parecía un reencuentro familiar a la salida de A Lama. Se sentaron en una mesita cubierta por un cristal sobre las banderas argentina y española, firmadas por ellos mismos. En sus buenos tiempos allí estaría acumulado el 70% del Producto Interior Bruto de la República colombiana. Algo así no se podía deber a la casualidad, y cuando empecé a preguntarme por dónde andar ía el 30% restante, apareció una caja gigante en el plató, y de ella salió Charly García.
La entrevista no tuvo un sólo segundo de desperdicio. Sabina aportó su lucidez habitual, su deshuesado sarcasmo, su canallería socarrona, todo ello regado de cierta demagogia a la que los argentinos tanto deben y con tanta euforia celebran ("¿en Nueva Orleáns no prevén los huracanes y en Cuba sí?", dijo el artista). Maradona, sin embargo, dio mucho más juego: llegó al programa en helicóptero, quizá en homenaje de sus tiempos desmadrados, se maquilló como Marlene Dietrich y desvió todo cuanto pudo la mirada de Sabina para atender al apuntador, o las tetas de una de las minas ("menos mal que vengo solo", dijo el bribón de Úbeda rodeado de azafatas). Las preguntas de Diego tuvieron milagrosamente la misma coherencia que él: empezó queriendo saber cómo se había tomado Madrid el 11-M y, después de una pausa para consultar con la mirada al apuntador, o las tetas de la mina ("éste, Joaquín..., che, éeeeste...."), le preguntó por Argentina. Ahí Sabina estuvo poco ágil. "¿Argentina después del 11-M, quieres decir?", tuvo que haberle preguntado.
Además de Charly García saliendo de una caja gigante, el programa tuvo un ramillete de momentos patéticos. Uno de ellos, para mi desilusión, lo protagonizó Sabina recitando una canción fulera a Maradona, que tan mala era que el poeta se disculpó ("la hice corriendo en el camerino con Baglietto", dijo poniendo al uruguayo en la picota). El otro momento es ya parte de la escenografía legendaria de Maradona: el plató se inunda de grandes cartelones que cuelgan del techo, el público se saca la camisa para mostrar unas camisetas con la misma frase ("papá: te queremos") y aparecen corriendo dos mozas bien alimentadas para colgarse del cuello de papá: Dalma y Gianina. Lo que sigue ya salió en la tele muchas veces, tantas como el gol de la mano de Dios. Los tres se abrazan gritando frases ininteligibles mientras caen ríos de lágrimas. Maradona olvidó el maquillaje: la Dietrich tenía más clase. ¿Lo mejor del programa? Joaquín Sabina, por supuesto. "¿Qué tal las niñas, Joaquín?", le pregunta Diego. "¡Estoy aterrorizado!", dijo con una carcajada el cantante: "Salieron putas como su padre".

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