Me he trasladado! Redireccionando...

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jueves, enero 31

Santa Rita

Un Franco de xoguete devolveu ao pobo o Pazo de Meirás, delicioso obxecto de litixio. Foi unha cerimonia que ata contou cuns bérberes cantando aquilo de Santa Rita, Rita, Rita. Precisamente baixo a protección de Rita viven hoxe os Franco en riqueza de espírito: lixeiros de pasado mais non de equipaxe. E aspiran a facelo (porque coa aspiración levantou o pai a fortuna) as fillas de Laureano Oubiña, que esixen Pazo Baión. Hai unha estupenda coincidencia temporal. Meirás e Baión representan a farsa. Con Baión actuou xa a Xustiza, desviándoo da cocaína ao cava: un camiño curto, pero axustado á lei. Hoxe as rapazas de Oubiña axitan o seu dereito de herdanza. Non se entende que non pidan tamén as planeadoras: igual é unha cuestión de imaxe. Pazo Baión rebosa glamour, máis agora que pode ser de Freixenet: antes detrás dunha porta estaba un colombiano e agora pode aparecer Scorsese. Os Franco non son os Oubiña: teñen o respecto das grandes dinastías e carecen do fabuloso impulso cateto dos novos ricos. Por alí segue arrastrando as cadeas do pasado Carmencita e o que lle queda de prole. Nada é o mesmo sen o Caudillo, pero moito menos sen o marqués de Villaverde. Se Baión cae en mans de Freixenet, o futuro de Meirás é Lladró.

martes, enero 29

Nunca nos tiraremos a Carla Bruni


Los relucientes calcetines morado obispo de Pedro J. apoderándose de la portada de El Mundo aventuraban una entrevista gloriosa a Mariano Rajoy. Sólo podía cerrarse de una manera, con una foto para la Historia y un pie antológico al día siguiente. Tras ocho horas de exhausta conversación se ve al líder del PP dirigiéndose a una chaqueta colgada de una silla, y el periódico avisa: “Rajoy argumenta una de sus respuestas en su despacho de la calle de Génova. En primer plano, la americana del director de El Mundo”.

Acabaron el debate en Santiago (tiempo les dio a hacer el Camino), y allí hubo secretas confesiones de carácter más íntimo. Surgió, por ejemplo, Carla Bruni, y eso que se empezó aceptando Sangenjo como lugar de veraneo. Fue para que Rajoy nos sacara de dudas: dice Sangenjo por “esa manía de cambiarle los nombres a los sitios”, que curiosamente es la misma razón por la que, en realidad, hay que decir Sanxenxo. Sin embargo, apartada la hojarasca de la política e incluso su delicioso factor humano, Pedro J. le habló a Rajoy de mujeres. Probablemente a esas alturas las preguntas ya las estaba realizando la americana. Por eso la marea trajo algo aún más desconcertante: ¿haría él en el amor, Mariano Rajoy, registrador de la propiedad con plaza en Santa Pola, lo que Sarkozy? “Tenga en cuenta que soy de Pontevedra”, contestó el candidato sin inmutarse. “Allí no hay modelos-cantantes: o son modelos, o son cantantes”, tuvo que seguir.

La frase parece una variante formal de aquella dicha por Carmina Ordóñez para sacarse las preguntas de encima: “A mí plín / soy una Ordóñez Dominguín”. Rajoy, en cambio, prefiere apelar a su origen para negar futuro de donjuán, como si nadie en Pontevedra se hubiese divorciado alguna vez y se emparejase luego, respetando o no el luto, con una gachí más joven. O viene muy poco Rajoy o no le informan bien. Una de las gozosas obligaciones para con nuestros emigrantes es informar de los cuernos, los abandonos y las separaciones que se producen, para escándalo y sonrojo, en la querida sociedad local: son esos felices chascarrillos, muchas veces exagerados por el acervo popular, con los que no suele atreverse Clara Aldán, y mejor para ella (y peor para el Diario). Otra cosa diferente es que Rajoy, con su frase, quisiese subrayar sus escasas probabilidades de éxito: “¿Carla Bruni? Oiga, pero si yo soy de Pontevedra. Después de las pirámides, a dónde la llevo yo: ¿a los petroglifos?”.

Poco importaba: se había evaporado Bruni, y con ella el bravo perfume de su pasión. Quedó el ya famoso “yo soy de Pontevedra”, que con su éxito se postula a comodín de cualquier cosa, desde impuestos a terrorismo: será el particular “no tengo el chocho para farolillos” del PP. Claro que era el titular de la entrevista (¡de la campaña!), pero Pedro J. no lo vio muy claro. En lugar de eso, le regaló a Rajoy un cupón de los ciegos, agradeciéndole la entrevista y deseándole suerte, y le dejó torero la chaquetilla para que Rajoy se explayase con ella mientras él fue a estirar sus largas, poderosas piernas sin dar explicaciones. Al fin y al cabo, es de Logroño.

lunes, enero 28

Manhattan Lorca

Con el tiempo incluso memoricé algún poema de Lorca. El de la pena negra, por ejemplo (deja que te lo cante). Su figura sigue ejerciendo una poderosa fascinación porque su muerte representó de alguna forma la derrota de una cierta España, y porque su legado incluía además de su obra monumental una suerte de ángel. Lo que quedó de sus contemporáneos lo corrobora: era un genio de la literatura universal agazapado bajo un chico alegre. La muerte sólo hizo agigantarlo aún más, y desnudar la pútrida mentira que se avecinaba: en su fusilamiento vino a parar el espíritu cicatero, la traición, la envidia, el odio, la intolerancia, la crueldad y finalmente el orgullo de taberna, como aquel que llevó a Dominguín al bar a contar el polvo con Ava Gardner: “Acabamos de matar a Lorca. Le metí dos tiros por el culo, por maricón”. Como ocurrió con Neruda, también de Lorca preferí después la oscuridad y el surrealismo de Nueva York, y su violento topetazo con los negros de Manhattan. Hasta que (casi) dejé de leer poesía y conservé el calor de los versos que aún me acompañan, desprendidos de los poemas, algunos como guías y otros como estigmas. Ayer, en la ciudad en la que Federico García Lorca escribió que la luna quemaba con sus bujías el falo de los caballos, se presentó una edición de su Poeta en Nueva York en Columbia, la Universidad en la que estuvo estudiando. Están los dibujos de Alfredo González y las palabras de Leonard Cohen. Edita Pedro Tabernero, que recordó ayer que Lorca llegó a América “cansado de los gitanos”. Neruda cuenta en sus memorias que, antes de morir, Lorca estaba atormentado por una escena que convirtió en turbio presagio: una piara de cerdos bravos despedazó y comió a un cordero delante de sus ojos. “Bañó con sangre enemiga / su corbata carmesí, / pero eran cuatro puñales / y tuvo que sucumbir”, había escrito años antes.

Pelón

Bautizo (y muchas gracias, damas y caballeros)

domingo, enero 27

Españolitos

Hace algunos años un reportaje periodístico sugería el retrato de un gallego de pura raza ajustándose a ciertos patrones genéticos cálidamente comunes en Galicia. Nos salió un pelirrojo de mejillas espléndidas, ojos claros y finas pecas que guardaba un vago parecido con Rick Astley. Y ahora un estudio ahonda en la figura del español medio: mide 1,76, carga michelines y no es tan peludo. Se ha dicho que por fin estamos a la altura de Europa: en su sentido más estricto. Aquel lejano mito del español cascarrabias, híbrido entre López Vázquez, Franco y Alfredo Landa, se disuelve entre la bruma de la modernidad. Somos más altos, más gordos y menos velludos: ya no se nos enrosca la medallita de oro con la hojarasca del pecho. Los expertos han avisado de que hemos tocado techo, y una antropóloga va más lejos: somos más guapos. Las noticias son espléndidas, pero estos días presenta Sánchez Dragó un libro en el que pone a caer de un burro a España. Uno de los misterios más apasionantes del último medio siglo es saber qué carallo hace Dragó aquí. Claro que también los jugadores del Pontevedra salen de copas cuando no deben precisamente en Pontevedra: en Vigo no los conoce ni Dios. Por eso no se va Dragó de España, y por eso tampoco se quiere ir Clemente a Irán: desea entrenar a la selección persa desde Vizcaya, en monumental homenaje a la Alianza de Civilizaciones. Mejor así. Ahora que el viento es favorable tampoco vamos a exportar a Oriente a un español bajito y cabreado que vota al PNV. Si se trata de hacer Historia en Irán y aportar algo nunca visto, que les dirija la selección Moncho Borrajo.

sábado, enero 26

Reverte en el tiempo de la cólera


El primer día del año (o lo que quedaba de él), asaltado por la fiebre y la resaca, leí el último libro de Arturo Pérez-Reverte antes de entregarme a las obras completas de Sherlock Holmes (todas las temporadas de House, pero en versión original). No recuerdo lo último que leí de Reverte: quizás Cachito. A mi juicio (a este juicio raquítico y piojoso, si se quiere) Pérez-Reverte ha hecho más por la Historia que por la Literatura. Y por la Lengua, también, que por la Literatura. Y probablemente por el Mar, ya puestos: con esa mayúscula oscura y eterna heredera de la tragedia de ser español. Pero le guardo el cariño de aquel joven articulista de El Semanal que me aficionó al columnismo. Y de vez en cuando, sin venir a cuento, le leo. También ayudó el consejo navideño sobre su novela de un par de Fortes (José y Susana), y desde luego E., que fue la que metió el libro en casa. Su día de cólera se lee rápido y bien, incluso a 38 grados. Narra las cinco horas de pasión que el pueblo madrileño vivió el Dos de mayo, y lo hace con precisión cirujana que se constata con la fabulosa bibliografía aportada en las últimas páginas. A Reverte no le dio el destino el talento literario de los dioses, pero sí el del esfuerzo y el de la melancolía. Abre el apetito, y por momentos lo sacia. Y dibuja en este libro algunos personajes espléndidos. Como el maestro cerrajero José Blas Molina, que pronuncia varias palabras mágicas, entre ellas "traición" y la mucho más musculosa "¡matadles!". O Francisco de Goya, en un retrato triste, bellísimo. El tormento interior de Luis Daoiz, la furia (a la que tanto debe Poli Rincón) de Velarde, y varias decenas más de tipos que merecen la pena ser leídos, ahora que no hay de ellos ni los huesos ni el recuerdo. Reverte los ha puesto en la mesa con rigor histórico, casi milimétrico, pasión exhausta y una muy envidiable habilidad comercial (no en vano hay aniversario gordo) que me la trae al pairo: para quien quiera saber del Dos de Mayo y su polución posterior, es una obra muy entretenida y ciertamente necesaria.

jueves, enero 24

Retranca


O meu avó pedía sempre unhas poucas ostras no porto de Sanxenxo, e cando lle traían a factura dirixíase a min sen mirar ao camareiro: "Lévame ao médico que debín tragar as perlas". No bar da Terraza, unha parella collía o xornal e dicía ao chegar ás esquelas: "Hostias, mira cantos marcharon onte de vacacións". E Julio Camba definíase cunha frase: "No me tome usted demasiado en serio ni demasiado en broma". A retranca é unha paisaxe. No blog de Uzuzuz atopo a anécdota que relata Manuel Rivas de Einstein e o seu chofer galego que o leva a unha conferencia. Acordan polo camiño cambiar os papeis, e ao acabar de ler un científico faille unha pregunta ao galego, que non muda a cara: "Mire, esa dúbida que vostede ten é tan parva que lla vai responder o meu chofer". Esa paisaxe, esa sintaxe do humor tan propio ten desde hai tres meses unha casa de acollida: a revista Retranca, que dirixe o pontevedrés Kiko da Silva. O proxecto é unha heroicidade: non se aceptan subvencións e a publicación ten que facerse oír nos quioscos no barullo editorial, entre rechamantes mulleres e demais apostas dos grandes grupos. Pero paga a pena: para os que a fan e para os que a mercan. Retranca, chea de tantos nomes propios como talento, é hoxe a herdeira dunha forma de ver a vida que ten tanto de humor como de filosofía.

Sueño

Después de todos estos años, ayer por primera vez me desperté a las cuatro de la madrugada y lo primero que hice fue ir apuntando lo soñado: palabras sueltas y frases cortas en el móvil, directamente a un mensaje que acabó en la carpeta de borradores, a la manera de Cervantes. No lo recordé hasta el mediodía, y aún así. Pero fui cogiéndolo todo con los pelos, sin cuidado, hasta traerlo a la mesa. Había sido un sueño tristísimo: una evocación lenta, severa, de una Pontevedra que no existe porque tampoco existo yo, al menos ese yo.

Salgo del portal de Salvador Moreno con un amigo: somos niños. Como en tantos sueños (los he ido recordando casi todos siempre diez segundos antes de evaporarse, e incluso hay lugares y personas que se han ido repitiendo sin sobresaltos, con naturalidad, en una vida paralela) la luz es blanquísima, y apenas nos permite ver. Antes de cruzar la carretera que lleva a Palamios pasamos por la vieja casa de piedra abandonada que había antes de que se levantaran allí los nuevos edificios, y en un cruce nos encontramos con su padre hablando con otra gente. Masticamos marihuana. Llevamos las plantas en la mano mientras subimos hacia la Audiencia. Él habla: “Dice mi padre que esto es lo que nos jodió”. Yo digo: “Salgo por las noches muy mal. No me lo paso bien. A veces me escapo de un bar y me voy para casa solo”. Debemos de tener once años, pero ya hemos vivido. Y antes de entrar en el colegio trato de mirarme en los escaparates, pero me lo impide la luz, y la pena es brutal, porque en realidad tengo once años y no he vivido.

Me despertó la tristeza, en sus formas más puras. Ni siquiera las muertes de todos los queridos, ni esos llantos quejosos y continuos. Cuando abrí los ojos tenía la boca pastosa y seca, de tantos años que llevaba mascando no marihuana, sino chat, la planta etíope que engaña el hambre. Y ni siquiera eso, sino la hierba alta segada en los jardines de Campolongo con la que me llené una noche la boca en otro sueño, hace más de quince años, y de la que no he olvidado aún el olor, tan intenso después de la lluvia.

miércoles, enero 23

Naturalidad

En este viscoso esplendor por el que pasa ahora el periodismo comprometido, Cuatro ofreció el viernes una entrevista a Marisa Castro, portavoz de una de las clínicas autorizadas para interrumpir el embarazo. La hizo Iñaki Gabilondo, desatado en sus últimos años para entusiasmo de sus enemigos. Una de las pocas cosas que leí de Federico Jiménez Losantos, y probablemente su más tierna verdad, fue una entrevista en la que reconocía que nada más llegar a la Cope se puso a darle caña a Gabilondo mañana tras mañana. La ofensiva fue respondida con una mezcla de silencio, indiferencia y desprecio. Hasta el día en que Gabilondo entró al trapo: al haberlo hecho una vez, lo haría, aun implícitamente, siempre. “Esa mañana supe que había ganado”, dijo orgulloso, con esa manera tan procaz de entender el periodismo y su ética, FJL. Y efectivamente, ganó. La lluvia fina de Gabilondo en la Ser se espesó. Y ya en sus noticiarios de Cuatro lanzó furiosos editoriales, poco ajustados a la institucionalización de su figura como leyenda de la radio: Gabilondo (que tenía enemigos, pero nunca extremos) perdió crédito y a menudo pie. En la entrevista a Marisa Castro, muestra gratuita de su idiosincrasia, se expusieron datos sobre abortos, se combatieron argumentos y se fue destilando la idea general que la izquierda tiene sobre la interrupción del embarazo, y que comparto incluso en sus expresiones más lejanas bajo la tibieza de saberme hombre. Llegado a un punto cercano al final, sacaron entre los dos el pesado cadáver de la derecha, casi putrefacto. ¿Y podría ser, vino a decir Gabilondo, que la procedencia ideológica de muchas mujeres abortistas es un tanto insólita? El mensaje masticado: ¿verdad que siempre predican una cosa y cuando se cierra la puerta hacen otra? La mujer se animó (luego supe, bendito, que es diputada de Izquierda Unida). Efectivamente, “podría decirse” que son las mujeres de derechas las que más abortan: conclusiones en directo de un estudio elaborado en poco menos de tres segundos, y en base a saber qué muestra. Como estábamos en faena, la entrevistada fue más lejos: las mujeres de derechas no viven el sexo de forma "tan natural", claro, y entonces hay más probabilidades, dijo. “Hay que convencerlas, quitarles la enagua, pelearse para meterla sólo un poquito”, pensé. Ellas no saben, les crece la barriga a los tres meses: un sindiós. Todos los adorables clichés del instituto, pero en riguroso (¡y sesudo!) prime time. Con naturalidad.

lunes, enero 21

Las amargas verdades


De todas las escenas de La vida de los otros, una película que más que por sus escenas se agiganta retratando con exacta precisión una atmósfera real y violenta (heredera del orwelliano 1984 y sus cariñosas dictaduras inspiradoras) que empapa el metraje con brutalidad, sin apenas más grieta para la esperanza que el paso del tiempo y sus derrumbes (sean muros o voluntades), hay una que sobresale por su concisión, por esa capacidad insólita para resumir dos horas en apenas unos segundos demoledores. Sucede mediada la película, quizás antes, cuando el capitán de la Stasi encargado de espiar a Georg Dreyman, un escritor recién llegado a la lista negra, está al tanto de la relación sexual (forzada) de un ministro de la RDA con la esposa de Dreyman. El coche oficial aparca cerca del portal para dejar a la mujer, y el oficial de la Stasi decide que su espiado conozca la infidelidad. Coge dos cables para hacer sonar el telefonillo (Dreyman tendrá que bajar al portal a abrir) y dice, en su improvisada oficina: “Ha llegado el momento de las amargas verdades”. El Estado (socialista, por cierto, y no a la manera ensoñadora y feliz de Good bye, Lenin) no sólo dictamina quién es quién (“¿qué soy, un director que no puede dirigir?”, pregunta con ironía un proscrito), chantajea sexualmente a sus divas (al fin y al cabo hay mafias que lo hacen con peor estilo, y aún después las sacan al mercado) y hace partícipe de su paranoia conspirativa a todos los ciudadanos, obligándolos a la colaboración o condenándolos a un silencio humillante (como esa vecina que se asoma, en dulce metáfora, a la mirilla de la puerta). También asalta el amor, despojándolo de sus secretos y exhibiendo sin piedad sus costuras. Lo hace desde la oscuridad y el silencio, manejando los hilos con exquisitez y artillando un discurso temible que podría resumirse en aquello que se encontró Dante a las puertas del infierno: “Abandonad toda esperanza al traspasarme”. Que además esa miseria humana, emparedada entre la delación, el secreto y la servidumbre pese a todo ineficaz al Estado, se palpe cuando el capitán de la Stasi quiere abrirle los ojos a su espiado con una sucia treta no deja sino al aire el fabuloso tendal de la dictadura: incluso la verdad, casi siempre amarga, no deja de estar al servicio del Régimen.

domingo, enero 20

Fusión

Vilatuxe, en Lalín, fue ayer la parroquia elegida para escenificar esa fatua convivencia de tradición y modernidad que reivindican los cocineros y los músicos más estupendos. Lalín es uno de esos territorios a los que tanto adeuda el realismo mágico. Hace años prometió su alcalde en un mitin hacer un censo de vacas. Yo estaba entre el público tomando notas, consciente de que en las grandes crónicas el periodista debe limitarse a puntuar con corrección aquello que el destino le pone entre las manos. La delicia poética del alcalde, con ecos del millón de vacas prometido por Manuel Rivas, conmovió al ganado: la burocracia es para todos. Ayer en Vilatuxe se celebraba a matanza do porco, ese bautismo por el que los niños de pueblo pasamos en la infancia. Se trata de un ejercicio sagrado que se reproduce con ferocidad en los rincones gallegos, y del cual dio cuenta en su último aliento el viejo blog de Arcadi Espada (“Del cerdo se aprovechan hasta los gritos, como van a demostrar los fabricantes de pistolas”). Conforme a las nuevas reglas (se acabó el cuchillo: el animal debe morir sin sufrimiento, como mueren los reos en Texas cuando la tecnología funciona) el cerdo llegó cadáver, pero la representación funcionó: 1.200 personas, un humorista, un alcalde y un comité de organización que trabajó en la obra cinco semanas. Había que abrir al cerdo en canal, despiezarlo, lavarle las tripas, elaborar los chorizos. Podría parecer una aséptica lección de Medicina, sin el condimento (¡tan exigido!) del dolor, así que en cuanto el cuchillo se hundió en la carne del puerco sus chillidos inhumanos estremecieron al público. En un hórreo, y ésto pocos lo sabían, estaba escondido un reproductor del que salían los quejidos espantosos grabados a un cerdo muerto meses antes. La tecnología llegó en auxilio de la tradición, y le brindó el calor del ambiente. La conclusión, sin embargo, es más fría: fue la matanza del cedé.

sábado, enero 19

Testemuñas

A noticia rexistra con eficacia os (supostos) feitos: un rapaz de Pontevedra chega borracho a casa, insulta e ameaza á súa noiva, pégalle, róuballe as chaves e o teléfono (¡o teléfono!) e cóllea do pixama ata arrastrala á rúa, onde a ameaza de morte. Aquí a crónica chega ao punto álxido, porque a crueldade do home parece non ter fin: a escena tivo lugar diante da nai e do irmán da víctima. Nas películas (ou na vida real que imita ás películas) aparece un pai humillado por un superior… diante do seu fillo. Todos pensamos: “Que non lle faga isto diante del”. As testemuñas sempre foron utilizadas para darlle máis categoría ao delito: “Bérrame se queres, pero non diante da miña familia, dos meus amigos, do meu can”. É unha cuestión que ten que ver cun equivocado concepto de amor propio: impórtame a miña imaxe cara aos demáis, por iso as traxedias, aínda que traxedias, teñen que ser privadas. Non se discute: o curioso é evitar as traxedias, e asumilas como veñen. Nunca souben por que a humillación, diante de terceiros, ten que ser maior: non hai mellor oportunidade de ter certa grandeza cun público entregado, e amosar aí toda a dignidade que cabe nun home (e cando digo home, tamén digo muller). O martes Rajoy negoulle a Gallardón a entrada nas listas do Congreso. Subraiando o drama, houbo medios que levaron ás mans á cabeza: “Fíxoo diante da súa rival, Esperanza Aguirre”. Quizais en térmos de competencia política sexa unha humillación, pero en térmos humanos máis humillado queda quen asiste, en directo, á decapitación do inimigo.

viernes, enero 18

Alianza cochina

La última misión del embajador Francisco Vázquez y el alcalde de Lalín José Crespo tiene su heroica carga de profundidad: promocionar la Feira do Cocido en el Vaticano y conseguir, en un gesto publicitario sin precedentes, que Benedicto XVI lo deguste. Desde que Ariel Sharon se presentó en la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén y provocó la segunda intifada en Palestina no se había visto un ejercicio de diplomacia igual. Vázquez y Crespo, en la línea contemporizadora de la Alianza de Civilizaciones, quieren poner al Papa a comer cerdo delante de las cámaras de todo el mundo. Si lo llevan a La Meca a chupar las costillas del cocido y luego en los postres le cocinan el rabo de una vaca en Nueva Delhi y se lo sirven sobre la tumba de Gandhi estaría la noticia a la altura del deslumbrante inicio de la pacífica cumbre de la Alianza en Madrid, con los guardaespaldas españoles y turcos a punto de inaugurar la cita a tiros y bofetadas, en similar secuencia a la representada por los gángsteres de Airbag en aquel aclamado encuentro en el Calderón: la A, la B “y que no te venga la C”.

La pasión por el cerdo (el cerdo comestible, no el cerdo común, habitual de tascas y puticlús) no es nueva, y Vázquez y Crespo la han proclamado a los cuatro vientos como un fastuoso símbolo nacional, que lo es, bastante más sabroso que un himno. La uña, la oreja, el fuciño, las costillas, el lomo, las patas (el jamón, la panceta: ¡y hay gente que prefiere tener perro!). La gula, nos dice didáctico el embajador vaticano (ahora engominado de más, con una sospechosa pescata aznarita en su look), es un pecado capital “pero pequeñito”, que es algo a lo que aún estoy dando vueltas. Eso sí: avisa el coruñés de que si Benedicto XVI se resiste queda la ilusión de los gallegos de que a los despachos papales llegue el “arrecendo do cocido”. Y si no hay manera de que el patrón de la Santa Sede no sucumba a los encantos cochinos siempre se puede echar mano de aquel entrañable aficionado culé que tiró una cabeza de cerdo al césped del Nou Camp: seguro que logra metérsela entre las sábanas.

jueves, enero 17

Sarkozy guillotinado


Personas que lo han tratado de cerca hablan de él como de un seductor insaciable, no sólo de los votantes sino también de las mujeres. Nada malo en un hombre casado: seducir no es follar. Consta que es el primer aficionado a sí mismo: su hincha más fiel. Y cultiva con descaro la imagen de centrista apercebado: selecto, enjundioso y de tronío. En los últimos tiempos se ha dejado ver por Pontevedra, tierra madre de Rajoy, para darle aliento a Telmo Martín, que gusta de compañías modernas. Y llevó su cortesía hasta acoger en la capital del Reino a una delegación local del PP para contarle los misterios de la obra de la M-30, que Martín quería trasladar a Pontevedra: ese día se desprendió parte de la estructura, para chufla de BNG y PSOE. En nuestra ciudad disfrutó Gallardón de horas felices. Mediada la tarde se refrescaron Feijóo, Martín y él con las tres cervezas más grandes de un bar. Entre sus exhibiciones más conocidas, la de su ambición es la que más ha dado que hablar. Todavía retumba su frase: “No hay nada que yo no haya conseguido”. Ha sido tan precoz en todo que debería haber pensado en serlo también en la derrota. Últimamente lo he asociado íntimamente, con las graves diferencias que van de Francia a España, con Sarkozy, más allá de la sangre compartida con Cècilia bajo el auspicio de Albéniz: también Gallardón necesita sus chutes periódicos de notoriedad, el aire épico de un gobernante hiperactivo que no renuncia a nada y, peor aún, lo anuncia sin complejos. En las últimas semanas se supo que los ratones merodeaban su despacho. No se arrugó y siguió luchando: le rodeaban molinos más grandes. Ahora se emociona en público (otra de sus burguesas aficiones) lamiéndose con inteligencia las heridas. Como es listo, sabe que las derrotas más duras abonan a menudo las victorias más sorprendentes. Y si hoy traga el veneno inoculado, mañana encontrará dónde expulsarlo.

miércoles, enero 16

Impre(ci)siones

De 2008 me ha sorprendido algo en lo que nadie parece haber reparado: se cumplen cuatro años ya desde 2004. En frío, es un dato impactante: 2004 fue prácticamente ayer. Ese año estuve en África, conociendo el continente y palpando el contenido, y tres meses después de volver me encontré a E. Que hayan pasado cuatro años ya es una tragedia muy poco original, pero no deja de ser una tragedia. Hace unos meses escribí de uno de los acontecimientos deportivos de los que mejor recuerdo tengo, y no por haberlo vivido en directo: la carrera de los 100 metros lisos en la Olimpiada de Seúl 1988. Y hoy he caído en la cuenta de que mi generación ya puede citar a Gil de Biedma sin miedo a considerarse ridícula o ingenua: de todo hace ya veinte años. De todo empieza a hacer ya veinte años.

2008 ha traído algo insólito: rutina. Un proyecto de rutina, más bien: me levanto a las ocho y media, dedico media hora a la contemplación exhausta de la ciudad (un espectáculo ensoñador, salvaje) y desayuno delante del ordenador para hacer un desapasionado repaso a los periódicos, al correo y a los blogs: a la vida en general. Siempre hay algún regalo inesperado que endulza el día. Álvaro de Marichalar, por ejemplo. El cabeza de lista de Unión, Progreso y Democracia por la provincia de Soria defiende el aprendizaje y uso del castellano en Galicia, País Vasco y Cataluña. Pero templa gaitas. Las lenguas minoritarias le parecen “maravillosas” y va un poco más allá: “ojalá se pudiesen estudiar en Soria”. Ya irá sabiendo Marichalar en los mítines las ganas que tienen los sorianos de aprender euskera (por no hablar de las ganas que deben de tener los vascos que los sorianos sepan también euskera).

Hace unos días crucé A Ferrería por la mañana y había como media docena de niños jugando con las palomas, vigilados dulcemente unos por sus madres y otros por sus padres: no deja de ser una paradoja la cantidad de polvos sucios que se gestan al calor de las más azucaradas conversaciones. Salía ya de la plaza cuando cruzó el paso una gaviota, un poco alejada del tumulto. Caminaba medio inclinada, torvamente: llevaba una paloma muerta colgando del pico. Allí estaba la Naturaleza, y sus implacables leyes, paseándose impune en esa templada postal de invierno tan pontevedresa, a punto de chorrear sangre. Un contraste feroz, alegre, revuelto, que no me hizo sentir incómodo pese al gritito de una joven madre: también los animales necesitan sentirse vivos.

martes, enero 15

Ya somos mayorcitos

Hace unos años, en una chisporroteante entrevista, a Vicente del Bosque le hicieron ver que a él en sus buenos años le llamaban el trípode, y que no constaba que le gustase la fotografía. Contestó entre risas: “Para trípode, Makelele. ¡Y no se ponga colorada que ya somos mayorcitos!”. Recordé la anécdota de forma instantánea al saber los detalles escabrosos del accidente que se llevó por delante en Vigo a un matrimonio. A veces conviene quedarse en la corteza de la noticia: dos desalmados se pican subidos a sus cochazos y en la aventura se cepillan a una pareja. Todo muy aséptico, con sus iniciales y su lujoso espacio en las portadas, las fotografías horrendas de la carnicería y un par de declaraciones institucionales sobre el cálido peso de la ley: si eso no llega, siempre escribirá Carlos Boyero que la verdadera justicia es esparcir las sesos de los chavales por el asfalto. Pero luego uno mete la mano y saca las viscosidades del crimen: sus podridas lentejuelas y el íntimo fasto que antecede a la muerte. Por ejemplo, a los conductores se les conoce como Makelele y El Coletas, en un primer elemento de desolación que anuncia la tragedia definitiva: la ex novia del Coletas estaba dentro del coche de Makelele. No de cualquiera, ojo: de Makelele. Si saliesen del coche se habrían estado golpeando las cabezas durante días hasta quedar sólo uno de pie: yo he visto a morsas hacerlo con mucha dignidad. Pero quedaba más a mano el acelerador: sólo había que inflar los huevos y bajar con violencia el pie. Una chica, un Makelele, una carretera y un despecho: de esa manera tan vulgar, con ese argumento de serie B, fue a cocerse el destino de un matrimonio que pasaba por allí.

domingo, enero 13

Parados

Ha habido un cierto regocijo con el autor de la letra que El Mundo y Marca quieren ponerle al himno español para que la selección no se duerma antes de las pachangas. Resulta que el señor es un parado: un leproso casi hubiera sido más discreto. El periodismo no ha dado tregua y le ha dado rango de titular: ¡el himno era la banda sonora de Los lunes al sol! Desde que el Madrid pagó 30 millones por un Pepe no se había visto conmoción igual: un país en decadencia. Tampoco ayudó mucho el señor. En un arrebato existencial se confesó “un fracasado”: esa clase de cosas que se cuentan entre copas a los íntimos pasados los sesenta, pero que no suelen vocearse en la primera rueda de prensa que uno da en la vida. Y luego, claro, está la Historia. A finales del siglo XVIII, antes de la guerra con Austria, un capitán francés compuso una canción para animar a la tropa: con el tiempo y alguna variación aquellos versos se convirtieron en La Marsellesa. El God Save the Queen guarda un misterio épico: su autor es desconocido, data también del siglo XVII y nunca ha sido adoptado oficialmente. La defensa del Fuerte McHenry inspiró en 1812 a Francis Scott Key el himno de Estados Unidos. Y dos siglos después un parado de 52 años, jaleado por el director de un periódico, firma el himno español para que los futbolistas de Luis Aragonés vayan a la Eurocopa. Ya lo había intentado Trillo después de Perejil, entonando ‘Al alba, con viento duro de Levante’, pero no pudo ser. La radiación metafórica necesitaba madurar el mensaje: España es una nación cosida por el paro y el fútbol.

viernes, enero 11

Salvar a la familia

Uno de las noticias más conmovedoras que puede deparar 2008 es la victoria del PP: su triunfal llegada a La Moncloa entre cornetas, aplausos y pañuelos al viento arrastrados por muchedumbres bañadas en incienso clamando venganza y pasión y victoria. El espectáculo se ganará mi voto, y seremos unos cuantos: mi juventud se apaga, y las pocas emociones fuertes que me quedan necesito vivirlas con exagerada intensidad. Para irme complaciendo, Mariano Rajoy prometió ayer la creación del Ministerio de la Familia. Y aún mejor: lo hará para defenderla. La noticia es un salto cualitativo poderoso: el PP hizo oposición desde la imaginación, sembrando entre la población una ficción digna de Berlanga, y se propone seguir el modelo en el Gobierno. Si Zapatero tiene a Petit (y en sus mejores días, a Suso de Toro) Rajoy apuesta por los guionistas de 7 vidas: otra manera de entender España. Ítem más: si Sarkozy ha levantado, entre las felices humedades de su divorcio, el Ministerio de Inmigración, por qué no va a poder Rajoy implantar el de la Familia, sobre todo ahora que Rato, alejado del PP, disfruta a su católica manera de las bondades de la laxa moral que han traído a la democracia las veleidades progresistas. Tengo en duda que vaya Mariano Rajoy a defender a la familia mejor que cualquier Corleone (no cuenta con la misma variedad de ofertas), pero su concepto se asemeja: un núcleo fuerte formado por un matrimonio heterosexual que se haga acompañar de entre dos y tres niños vagamente felices. Eso es algo que en España necesita protección, tanta o más que el lince, porque ese concepto de familia está mal visto, cuando no es agredido directamente en la calle: yo he visto a familias saliendo apedreadas de restaurantes cuando se ha descubierto su oscura filiación. La prioridad nacional es conservar las más puras esencias: es urgente que en España siga habiendo padres, madres e hijos. Rajoy, que conserva una de las pocas familias tradicionales que ya quedan por Doñana, lo sabe, y se propone defender la institución a través de un Ministerio. O sea, que Álvarez Cascos vuelve a la política, y por la puerta grande.

miércoles, enero 9

Aquí se xoga

Hai un algo de inxenuidade no papel que está a exercer estes días a prensa nacional, preferentemente a prensa á que chaman socialdemócrata, a conta deses terroristas apaleados. Lémbrame ao capitán Renault gritando alporizado polas mesas do Rick´s Bar: “Que escándalo, que escándalo! Acabamos de descubrir que aquí se xoga”. O silencio sobre a tortura ten un fondo aínda máis complexo do que se lle presta á monarquía: ten que selo, porque os líos de falda da coroa non comprometen a seguridade de ninguén. Eu sempre sorría cando eses hixiénicos rexistros horas despois dun arresto ou a aparición de zulos imposibles na coqueta vastedade dos montes abertzales: a información sempre é para quen a traballa. Claro que a democracia o é por algo. E tamén sei que escribilo dende casa é unha cousa e escribilo dende Intxaurrondo é outra: a democracia elástica. E despois de todo, queda ás veces a tenrura. Eses manifestantes, por exemplo, denunciando o crime do Estado, a tortura e as ameazas, que unha cousa é pegarlle un tiro na caluga a un home e outra ben diferente mallar nun detido. E por suposto Bono, a nosa fina estrela de rock. Foi o primeiro ministro de Defensa do mundo que dixo a micrófono aberto, imparable, que el prefería que o matasen a matar el, facendo público un desexo que vai contra o máis elemental pilar da Natureza, humana ou non: a loita pola vida. Pero onte pareceu dubidar: “Si hay bajas, que non sean de los nuestros”, dixo. Faltoulle romper a camisa: “Y si lo que hay es vicio, que apunten aquí”.