A propósito de planeadoras, y sin venir a cuento, relató ayer un amigo algo que le ocurrió con quince años. Habían ido de acampada a la playa de Barra con el bebercio y el tabaco a cuestas a pasar una noche de finales de verano, y a mitad de noche uno se puso a buscar un cigarro por la arena, porque la gente se había quedado sin tabaco y bien saben en Gran Hermano, y también lo deben de saber en el Vao, lo que provoca el mono. Así, encendiendo el mechero ya alejado de las tiendas, se fue acercando a la orilla hasta que se presentó, mortalmente silenciosa, una planeadora. El malentendido era evidente: los hombres pensaron que la luz del mechero era la señal convenida. Se quedó la planeadora en la orilla, y hubo un momento de tensión que el chico resolvió con frialdad: se acercó a ellos y les pidió un cigarro. "Es que estaba buscando colillas por la arena", explicó. No le contestó ni Dios. Uno de ellos sacó un rubio de la cajetilla y se lo pasó sin decir nada. Como llegaron marcharon, sumergiéndose sin luces en la oscuridad. Con la tensión, el chico olvidó pedirles una china.
Tiene uno que contar estos chascarrillos porque la campaña en Pontevedra es anémica. No viene Rajoy, no viene Zapatero, no viene nadie. O peor aún: viene Pizarro. Preguntado hace unos días si cambiaría algo del debate con Solbes, se indignó: "Yo soy de Teruel y no cambio nada". Y preguntado Rajoy sobre Carla Bruni, matizó: "Oiga, que yo soy de Pontevedra". El PP es un partido en el que la gente es de muchas partes, y eso condiciona. Todo el mundo sabe que en Teruel nadie cambia nunca nada, por eso TVE tiene la audiencia que tiene, y que en Pontevedra los mozos tienen que conformarse en la cama con cualquier cosa. Menos mal que ayer Bono dio un poco de espectáculo. "Dentro del PP hay mucha gente buena", concedió, generoso. Bono es la bomba.