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jueves, octubre 30

¿De qué planeta viniste?


A aquellos niños del 86 nos despertaron nuestros padres a primera hora para contarnos que Butragueño, en la ardiente tarde de Querétaro, había reventado la defensa de Dinamarca con cuatro goles. Nos recordamos sacándonos las legañas con una ilusión violenta y yendo a correr a las televisiones a ver aquel sueño con nuestros propios ojos. Tres días después miles de papeletas eran anuladas en las Generales porque ponían: "Oa, oa, oa / El Buitre a la Moncloa". Querétaro ya era nuestro Macondo, nuestra Arcadia interminable, aquella hora mexicana en la que Butragueño desplegó las alas silenciosas y ejecutó a la dinamita roja. Y sin embargo la dimensión histórica de México 86 fue del pelotero que portaba el 10 de Argentina, y que llevó como nadie había llevado hasta entonces a una selección a una Copa del Mundo. El primer recuerdo que tiene de la infancia Pablo Aimar es el de su padre rompiendo a chillar de forma histérica en el salón, dando luego saltos por el pasillo aporreando las paredes y tumbarse en cama boca abajo para romper a llorar en medio de una crisis nerviosa: Maradona había cogido la pelota con un quiebro fenomenal en el medio del campo zafándose de dos rivales y empezó a derribar jugadores ingleses con una mezcla explosiva de agilidad, técnica y potencia en la mejor jugada de todos los tiempos. La carrera fue de una plasticidad paralizante, y Peter Shilton cayó sin remedio en la portería porque la Historia había sido escrita diez segundos antes. Lo que siguió después fue inenarrable: se elevó Maradona a la altura de un Rembrandt, de un Mahler, y hoy es Iglesia en Argentina; estalló el país presa de un estado de nervios cuatro años después del orgullo perdido en las Malvinas y salieron millones a la calle mientras aún resonaba en los derribados muros de la patria mía el glorioso eco de Víctor Hugo Morales empapado en llanto: "¿De qué planeta viniste para tumbar en el camino a tanto inglés?".

He aquí un alcalde modelo

En el siglo XIX La Vanguardia tenía una sardónica sección de textos fugaces en la mejor tradición quevedesca. En muchos aparece Pontevedra y sus circunstancias. Por ejemplo el que da cuenta de una familia de Cambados a la que llaman, con intención, conservadora. "No desempeña más que los siguientes cargos", dice el periódico. Y enumera: alcalde (Antonio Caamaño), secretario (un cuñado del alcalde), escribiente (el hijo de secretario), administrador de Correos (el suegro del secretario) y llavero de la cárcel (un sobrino del alcalde). Claro que nada comparable a este fabuloso suelto: "El alcalde de Pontevedra se ocupa actualmente de visitar las tabernas para analizar los vinos que en ella se expenden. He aquí un alcalde modelo. Porque lo general es que visiten las tabernas para pedir el voto al tabernero". Y la visita del duque de la Torre: "En Lourizán ha sido muy agasajado y en Pontevedra se le obsequió con un baile. Nos gustaría ver al Duque bailando. A bien que debe ser maestro en el oficio, pues en toda su vida no ha hecho otra cosa". Un día de 1912, el corresponsal de La Vanguardia en Pontevedra "entregó en la Depositaría municipal 500 pesetas que le remitió un admirador del insigne violinista pontevedrés Manolo Quiroga para la suscripción abierta a fin de regalarle a éste un Stradivarius". Por cierto que ese día, "disputaron" Juan Fontán y Eugenio Otero en Sanxenxo: la riña acabó cuando el primero le abrió la cabeza al segundo con un palo y huyó perseguido por la Guardia Civil. El siglo anterior hubo asamblea en O Rosal: "Más de mil mujeres armadas con palos, hoces y azadas se reunieron (¡se reunieron!) para pedir que la recaudación de consumos de esta población no fuese adjudicada por subasta". Y el 31 de agosto de 1900 llegaron los Reyes (la regente María Cristina y su hijo Alfonso XII) a Pontevedra. Miles de personas recibieron a los monarcas en los muelles y el fervor (banderas en las calles, pañuelos, autoridades y alharacas) continuó en todas las calles a lo largo del día. Hubo dos misas, y al pasar la comitiva por la posesión de Lourizán, la familia del señor Montero Ríos "se encontraba a la puerta, y montó en un carruaje acompañando a los Reyes". Para acabar este repaso histórico en La Vanguardia, deja uno recuerdo de un artículo de homenaje que el periódico barcelonés hizo en los sesenta a Diario de Pontevedra tras cerrar éste (para reemprender su actividad meses después). Después de citar firmas históricas (Valle, Camba, Muruais, Said Armesto, Sánchez Cantón o Filgueira Valverde), recuerda el periódico catalán que fue Andrés Landín el fundador del Diario, y que su hijo Prudencio ("abogado famoso, político y escritor") escribió para La Vanguardia varios artículos pontevedreses. Acaba el columnista: "A mí me agrada leer mañanero los diarios de los pueblos y cuando vaya a Pontevedra no tendré esa satisfacción. Dirán algunos que soy un ejemplar de paletismo, pero entiendo que el primer contacto con las pequeñas ciudades debe hacerse con la lectura de su periódico".

martes, octubre 28

Pontevedra 1936: la vida en directo

La Vanguardia acaba de concluir un trabajo inmenso y feliz. Es el espectáculo de la Historia narrada en tiempo real porque La Vanguardia ha digitalizado todo su archivo: 127 años contados desde 1881 hasta hoy. Basta escribir las palabras claves y el buscador las rastrea hasta el siglo XIX, ofreciendo el destino de personajes ilustres en su momento decisivo. El domingo 13 de septiembre de 1936 éstas son, por ejemplo, las noticias de la página 10: "Se encargó de la base aérea de Marín el capitán de aviación, retirado, Aguirre. Los aviones facciosos volaban sobre los refugios de los leales, bombardeándolos. En Pontevedra el Ayuntamiento se sostuvo largo rato, defendiéndose con armas cogidas a los rebeldes. Entre los detenidos en el Ayuntamiento de Pontevedra figuran el diputado socialista Pampín y el líder galleguista Alejandro Bóveda. (...) Se cree que Alonso Ríos está herido. El diputado socialista Seoane está detenido en Vigo, lo mismo que el señor Poza, de Unión Republicana". Tres días después se da cuenta del destino del alcalde de Vilagarcía, Elpidio Villaverde: su huida a Portugal y su llegada a Madrid, donde "pedirá armas para ir a defender y salvar la República". Acabaría en el exilio de Buenos Aires, acompañando a Castelao, Suárez Picallo y Alonso Ríos en la fundación del Consello de Galiza. Repasar los años de la Guerra Civil a través de un periódico es como seguirla en directo: es el ténebre placer de la actualidad contada con la tensión del periodismo, sin el sonajero de los soldados de Salamina y verbosas novelas al respecto. En agosto de 1938 Maruja Mallo escribe un artículo que titula ‘Relato veraz de la realidad de Galicia’. En él se cuenta el saqueo de dinero -Bustelo Bustelo, médico de Vigo (ejecutado), y Víctor Lif, director de Prisiones de Pontevedra (encarcelado)-, a presos republicanos a los que hacían creer condenados a muerte para que entregasen todas sus posesiones. También escribe Mallo sobre ciertos rifirrafes: "Núñez, fascista, cuya propiedad reside cerca de Pontevedra, había emplazado una ametralladora en la azotea de su casa, y desde allí ametrallaba a los trabajadores el día de la rebelión. Los trabajadores incendiaron el hogar particular de Núñez, pereciendo éste. Su hijo, falangista, juró vengar la muerte de su padre. Llegó a matar a sesenta". Y el jueves 15 de diciembre de 1938, en la muy noble página tres, La Vanguardia anuncia en una columna: ‘Un médico septuagenario muere en la cárcel de Pontevedra’, con el subtítulo: ‘Antes habían sido fusilados un hijo del mártir y su yerno’. Era Celestino Poza. "Los facciosos le encarcelaron al producirse la sublevación y a pesar de su edad avanzada, unos 70 años, lo tuvieron preso en el lazareto de San Simón (...)". Estaba emparentado con los Adrio, víctimas Germán y José de los fusilamientos del 12-N. Las referencias a la Pontevedra del siglo XIX son muchas, más alegres y se contarán mañana: de aquí eran Montero Ríos o Portela Valladares, grandes personajes de la época, y los Reyes (María Cristina y su adolescente hijo Alfonso XIII) visitaron la ciudad, y escucharon misa en Santa María, el 30 de agosto de 1900.

lunes, octubre 27

Minibar

Lo extraño no es que una diputada del PP anunciase que Anxo Quintana tiene en su coche un minibar, porque la oposición tiende a dramatizarlo todo, sino que Quintana no le haya contestado a la patriótica manera: “¿Pero vostede cre que éstas son horas?”. El poder ha despojado al nacionalismo de la retranca, que era el bálsamo al que siempre nos agarrábamos los escépticos. A la acusación Quintana contestó ofendido, que era algo que nunca haría Beiras, un señor que expresaba su cólera descalzándose. Montó el vicepresidente una procesión de periodistas y les abrió el maletero de su coche en un gesto tan valiente como heroico: uno nunca sabe dónde va a aparecer Joe Pesci. Pero allí había paraguas, una botella de agua y una nevera de playa que la Política valoró en quince euros y que la Realidad puso en noventa: no olvidemos en su descargo que el alcalde de Ortigueira pagaba las copas en Ibiza con billetes de quinientos como si fuesen de cinco. La que no bajó al maletero a echar un vistazo fue la diputada del PP, que prefirió quedarse en el Parlamento hablando de la siembra de fresones en la aldea de los pitufos. No hay pruebas de que se pusiese colorada, porque esta gente está muy entrenada, pero seguro que no le hubiera dicho que no a un buen Chivas.

martes, octubre 21

Sexy Money

Ando estos días enganchado a Donald Sutherland, que es la manera más fina que he encontrado para decir que estoy enganchado a Sexy Money, la serie de Antena 3 que retrata el alboroto de la riquísima familia Darling. Perra vida ésta. Se va uno de Esperanza Sur a los desayunos con diamantes de Nueva York sin cambiar el pantalón del pijama y sin detener a tiempo los churretones de aceite que caen bocadillo de calamares abajo. En fin: los Darling, qué gran familia. Y el share, qué noria del destino. O como dijo hace poco un amigo: "Las tetas, qué curioso accidente geográfico".

La serie llegó campaneándose hace poco a la parrilla. Un argumento revolucionario: una familia con pasta que se tira el rollo durante capítulos enteros por culpa del sexo, los negocios y el pasado. Que con la que está cayendo se enganche uno a Sexy Money no deja de ser una truculenta ironía. Pero ahí está el viejo Tripp (inconmensurable Sutherland) reclinado en su sofá, departiendo con Nick, el abogado de la familia (el típico buen chico que acaba poniendo nerviosa a la audiencia, tan huérfana desde Michael Mancini y tan aburrida desde Richard Channing). Y Karen, la divorciada de ojazos marinos que ayer, en un muy estudiado descuido, dejó ver una barriguita sensual, imperfecta y deliciosa, a la exacta manera de aquella barriguita que María de Medeiros quería para poner cachondo a Bruce Willis en Pulp Fiction. Ahí están los dos jóvenes pijazos (Jeremy y la rubiales atontada sobre la que los guionistas han querido descargar hieles dirigidas a Paris Hilton y su linda troupe de niñas descaradas), y el cura que escribe sermones sin saber aplicarlos, follarín y más pecador que el diablo: llega a sobornar (In God We Trust) para quedarse la custodia de su hijo.

Y luego, en fin, está el héroe moderno que aspira a presidir los EE UU sin saber presidir aún su sexualidad: William Baldwin en la grasilla de Patrick Darling. Le pasa algo curioso a Baldwin: a medida que su cara ha ido engordado se han achicado sus ojillos de furioso azul océano. No es su hermano Alec, pero ya está en disposición de engullir la mitad de calorías que él. Mal rollito teniendo en cuenta que era en esa limpia mirada donde se asentaba, desordenado y caótico, su magnetismo sexual: se le escapó la Stone echando pestes y se le escaparán más, siempre que no atranque él mismo la puerta. Patrick encarna a la esperanza de los Darling, visto el indecente currículum que el genial Tripp fue diseminando después. Pero a su familia (esposa e hija) le sobra alguien, y no es una tercera (aunque tampoco un tercero). Así que Patrick lleva media serie sin saber para dónde tirar y a quién creer, con la mirada extraviada en algún punto intermedio entre su paquete y el de su novia

lunes, octubre 20

Que lo lean


Vilagarcía de Arousa acoge estos días la última guerra sentimental que le quedaba por librar al funcionariado: acogerse a su derecho moral de pasarse por el forro el horario de trabajo. La noticia es conmovedora y exige una lectura muy atenta. Los funcionarios del Concello llevaban treinta años trabajando de ocho y media a dos y media por una especie de tradición de origen inca, o algo así, cuando deberían hacerlo de ocho a tres. Y el Gobierno local tomó en septiembre una medida revolucionaria que pilló a todo el mundo por sorpresa: acogerse a la Ley. La reacción del personal no defraudó a nadie. No es para menos: harían falta plantaciones enteras de Colombia para abastecer de café los bares de Vilagarcía una hora más. En una de las cartas de protesta se pide “una reparación por los daños causados a mi imagen y dignidad pública como funcionario”. Quieren mil euros como compensación económica. Para pagarles el psicólogo, se supone. A los funcionarios los dibujó una vez Forges en un Seminario de Palos al Agua. Salía uno estrellando el palo en un cubo y el supervisor le decía: “Con más poderío, señor Peralejos”. Pero mi preferido siempre fue el del tipo que se acerca a otro y le dice: “Coño, no sabía yo que había media hora diaria de tute”, y aquella tierna y demoledora respuesta: “Pues léase el convenio”.

jueves, octubre 16

Los mismos malditos imbéciles

En su autobiografía, Mark Twain relata una anécdota que he empezado a contar feliz a la menor ocasión, estos días en los que se está poniendo de moda que la gente sepa lo que uno piensa gracias a los micrófonos abiertos. El libro, por cierto, es buenísimo. De Twain llegó a decir Hemingway algo conmovedor: “Es el mejor escritor que ha dado Estados Unidos”. No lo desmiente su autobiografía. Allí aparece en majestuosa armonía la infancia de Tom Sawyer y Huckleberry Finn, la memoria que se recupera desde el primer aliento con una fortaleza envidiable y un sentido del humor prodigioso. Lo hace todo con el estilo de quien ha sobrevivido al estilo, llanamente, sin sonajeros, con la pretensión última de contar una historia. Por ejemplo, la anécdota referida a su amigo Tom Nash. Las épocas en las que se helaba el Mississipi salían él y Tom por la noche a patinar, probablemente sin permiso. “No acierto a ver por qué tuvimos que ir a patinar de noche, a no ser que fuera por eso, porque no teníamos permiso; porque no había ninguna diversión extraordinaria en patinar de noche si nadie iba a poner ninguna objeción”. En mitad de la aventura se escuchó un siniestro ruido sordo, “como de algo que se trituraba”: el hielo del río se estaba rompiendo. Después de una hora de sufrimiento llegaron a una orilla con el hielo partiéndose a sus espaldas. Antes, en uno de los últimos saltos, Tom cayó al agua. Se dio un baño muy desagradable, pero en un par de brazadas llegó a tierra. “Habíamos llegado a estar empapados de sudor, y el baño de Tom fue un desastre para él. Sufrió una procesión de enfermedades. Lo que cerró el lote fue la escarlatina, y salió de ella sordo como una tapia. También se quedó sin habla, pero le enseñaron después a hablar de nuevo, de una forma que nadie entendía lo que de verdad trataba de decir. Naturalmente que no podía modular su voz, puesto que le era imposible oírse a sí mismo cuando hablaba. Cuando él creía que estaba hablando en voz baja y de forma confidencial, se le podía oír en Illinois”. Más de cincuenta años después, el adolescente Samuel Clemens volvió a Missouri convertido en la celebridad Mark Twain a recibir un doctorado honoris causa. Aprovechó para visitar Hannibal, que había sido su pueblo, y en la estación de ferrocarril se encontró a una multitud que quería ver a su ciudadano más ilustre. “Vi a Tom Nash que se me aproximaba y yo me dirigí también hacia él, puesto que lo había reconocido al instante. Estaba viejo y con el pelo blanco, pero aún era visible en él el muchacho aquel de los quince años. Llegó hasta mí, hizo una trompeta con sus manos en mi oído, movió la cabeza hacia los ciudadanos y me dijo confidencialmente, con un grito como el de una sirena de barco en la niebla:

-Los mismos malditos imbéciles, Sam”.

martes, octubre 14

domingo, octubre 12

Carámbanos

Esta semana, al cruzarse con Gallardón por los pasillos de la Cope, Mariano Rajoy dijo una frase absolutamente escandalosa: “¡Carámbanos, Alberto, este es el único lugar en el que no esperaba encontrarte nunca!”. Ahora observen detenidamente ese “carámbanos”, desmenúcenlo con cuidado, como sorteando las espinas del pescado, y pónganlo en Google: 15.500 entradas. Pongan “carallo”: 124.000. Y “carajo”: casi tres millones. Hay que desempolvar muchos diccionarios para encontrarse ese “carámbanos”: se dice que hasta Gonzalo de Berceo lo descartó en su momento por obsoleto. Pero Rajoy dirige el PP con un lema apabullante: “Éste es un partido normal”, dijo hace un año, y una expresión renovadora y vanguardista que debió escuchar este verano en algún botellón de raperos en Nueva York: “Ni hablar del peluquín”. Cualquier día sale de casa para ir a un estreno de los hermanos Lumière. Ayer se le escuchó decir que el desfile militar era “un coñazo”, en íntimo homenaje a Brassens. Teniendo en cuenta que el año pasado dirigió un mensaje televisado a la nación en el que sólo le faltó el bombo, no deja de tener su desliz cierta justicia poética. “Córcholis”, se habrá dicho Don Pantuflo estrellando un sifón contra el suelo, “a ver quién desface ahora este entuerto”.

sábado, octubre 11

México lindo

Las alegrías de tener un blog, y los inescrutables caminos del Señor que traen a la gente a él.

jueves, octubre 9

Mexan por nós

O mesmo día en que o presentador Jesús Álvarez definía como unha mala xornada para os equipos españois a derrota do Atlético e o empate do Madrid contra Barcelona e Espanyol, xurdía en Cataluña a máis brava expresión de igualdade que se ten feito na Historia e unha das fronteiras que quedaban por derrubar para acabar co machismo: a mobilización das mulleres polo seu dereito a mexar na rúa. O lema impón: “Nosotras también vamos por la calle y podemos hacerlo”. Trátase dunha maneira, din, de contribuír á loita feminista centrada nas formas cotiás de sexismo. Quere dicirse que o feito de que un home pare na rúa a mexar é sexismo, xa que é algo que (ata onte) non se podía permitir unha muller. O que non saben moitas feministas é que cada vez aos homes nos gusta máis mexar sentados (na casa, preferentemente, e aínda máis: no váter). Ten máis que ver coa preguiza que co feminismo, pero xa se sabe que na vida, como no xornalismo, o de menos é o why. Polo demais, a psicose das mulleres sen baño e dos nacionalistas que aplaudiron ao presentador Álvarez ten diagnóstico: demasiada sensibilidade. Andamos todos pola casa coa punta dos pés e as luvas postas, non vaia caer algún floreiro. E conviña desensibilizarse un pouco, máis que nada polas feministas que defenden o mexo furtivo. Non vaian a empezar a xuntarse por miles en manifestacións.

martes, octubre 7

Qué lástima pero adiós

Me despido de ti y me voy.

El paraíso eran las vacas

Cuando Borges escribió que no hay más paraísos que los paraísos perdidos desconocía los secos aldabonazos de las religiones, esas ideologías de la fe. O las conocía muy bien, porque de Borges se filtró en su momento que era un señor que lo sabía completamente todo, y lo que hizo fue utilizar paraíso en el sentido exacto que la palabra merece, y que no es otro que el de una brillante frivolidad. A falta de que la Iglesia católica concretice la oferta de su solar en el cielo y su valor real en Bolsa, el fanatismo islamista promete algo bastante más prosaico: vírgenes. Hace meses circuló por los correos una secuencia de Postal, la película de un director al que la crítica considera más grande que Scorsese, y en ella los dos terroristas que se dirigen a las Torres Gemelas dicen:

"Nos esperan 99 vírgenes perfectas que nos adorarán... ¡eternamente!".

"¿Qué dices? Pensaba que eran cien".

A Idílico, el toro que indultó José Tomás hace unas semanas, le esperan cuarenta vacas y vida de semental: lo llevaba en el nombre. El animal tuvo suerte. Otros indultados no superan la ansiedad y el estrés de tan artística faena y mueren a los pocos días. Pero curados los tajos de veinte centímetros de profundidad repartidos por los lomos y con ochenta kilos menos que con los que partió a la plaza, regresa al toro a la vida. Tendrá cuatrocientos hijos, que son más o menos los que dicen que tiene Bin Laden. No se descarta que Tomás los indulte a todos en una tarde mágica.

Cierta idea del paraíso ya está en la Tierra y los caminos para llegar a él no exigen la vida: basta con salir a la arena a embestir con garbo para que luego a uno le concedan, graciosamente, el indulto y cuarenta vacas. Otros prefieren sin embargo el camino de carretas de la muerte. El de la foto, por ejemplo, es Omar Bakri Mohammed, y sus posiciones como clérigo de la comunidad musulmán (la depravación y la moral degenerada de unos países condenados a la destrucción y a la muerte) le llevaron a ser expulsado del Reino Unido. Hizo las maletas y marchó, pero olvidó algo: su hija. La niña tiene hoy 26 años y es bailarina de striptease: salió al padre, pero del revés. No parece consternada porque Occidente es lo que tiene.

lunes, octubre 6

Sementales

El volumen, la movilidad de los espermatozoides y su concentración fueron los tres ejes sobre los que se asentó esta semana una de las victorias más decisivas que este país ha logrado en su fértil (¡fertilísima!) Historia. Los gallegos tenemos, según un estudio, el mejor semen de España: ¡y qué callados estábamos todos! Para un país que arrastra un retraso histórico tan formidable que hasta el BNG pidió, por favor, que el reloj se atrasara también una hora para ir pillando el ritmo, el dato es demoledor. Un pueblo deficitario en comunicaciones, puestos de trabajo y sueldos, pero puntero en marisco, albariño, cocaína y semen. No somos una nación: somos una orgía. En perspectiva turística el target es poderoso, inquietante, casi poético. No digamos cuando lleguen a Babilonia en procesión, como ardientes cayucos, los legendarios autobuses de solteras de poblachones manchegos que circulan sin rumbo por las carreteras de Castilla. Urge, por lo demás, enterrar ritos semisatánicos como éste de las nueve olas de A Lanzada, a donde mujeres desnudas acuden el último fin de semana de agosto para quedarse después embarazadas, y reclamar de la Xunta (¡y Rei Zentolo!) un poco de cintura: presumir con orgullo de lo nuestro (sea lo nuestro lo que sea) y gestionarlo con sentido para evitar derroches como el volcado de los ganaderos estos días en nuestras carreteras.

jueves, octubre 2

Sé lo que hicisteis en la última caverna

Como se preveía hace ya muchos años, casi desde que la revista Qué Leer lo presentara a mediados de los 90 como un monje benedictino de las letras de holgado capuchón, en violenta face-to-face con los salvajes Loriga y Mañas, Juan Manuel de Prada ha escrito en un dominical el artículo que lo depositará ruidosamente en la posteridad. Sospecha en él de la evolución, algo que debe de ser probable en algunos hombres más que en otros, defiende el creacionismo con rigor literario (que en ciencia es el rigor mortis) y larga alborozado, sacándose el hábito en despelote feroz, un final espléndido, imagina uno que a la altura de todos los finales espléndidos de las novelas a los que sus lectores nunca tuvieron la paciencia de llegar. "El creacionista no es ese friqui fanático que se aferra a la literalidad del primer capítulo del Génesis; es, pura y simplemente, la persona que se niega a comulgar con las ruedas de molino del pienso ideológico con el que nos pretenden abducir y se pregunta: ‘¿Qué ocurrió en las cavernas para que un ser rudo y primitivo se pusiera a pintar?". Qué ocurrió, se pregunta De Prada delante de las cuartillas agarrándose los cabellos. ¡Qué ocurrió!, grita tirando las gafas al suelo, sofocado, mientras garrapatea en la esquina de un folio el teléfono de Telepizza. ¡Qué ocurrió! No ocurrió nada. Qué iba a ocurrir. Un ser rudo montó a otro y luego, en vez de fumar un pitillo, se puso a pintar la mona, de ahí la expresión. La comunidad científica se ha echado encima de él sin tener el coraje de no hacerlo, que era lo difícil. Juan Manuel de Prada es un escritor que trabaja con palabras (demasiadas) y que vive la vida literaria que tanto ha admirado en otros tiempos. Ha tenido jaleos muy sonados con Trapiello y un destete ingrato con Umbral, que lo amamantó en su flácido pecho. Está en la pomada, que se dice, y a veces cuesta. Es como una famosa de la que se deja de hablar un tiempo: necesita ir a la tele a decir que se ha follado a un delantero. De Prada también se trabaja de cuando en vez golpes sonoros, como preguntarse enrabietado qué pasó hace miles de años dentro de una caverna para que allí dentro se dibujasen bisontes o exigirle a la ciencia que demuestre que no existe Dios y, de paso, el Ratoncito Pérez. Juan Manuel de Prada es escritor y más aún: literato. De los cargantes, por eso el ornamento, los floripondios, los latinajos y esa jabonosa prosa casi intraducible, de lo coñazo, en sus comienzos. No se alboroten los científicos y no se pongan cachondos los que aún esperan a los Reyes Magos. A De Prada le importan un pito Darwin y el creacionismo: él sólo quería un sitio con mucha luz en el que ir amontonando sus adjetivos.

Franquistein

Un día despois de que o científico Anxo Carracedo dera unha lección maxistral en Pontevedra sobre o xenoma e as súas vibrantes consecuencias, o deputado Aymerich (BNG) vén de dar outra no Parlamento: o PP ten "un código xenético conservador e reaccionario". Non sabemos que dirá Carracedo disto e, peor, non sabemos que dirá o alcalde Fernández Lores, sentado en primeira fila da conferencia e encantado coa clase. A xenética en mans da política é un valor intraducible, por iso que o PP respondera falando de cromosomas X e Y foi como se de súpeto empezase a tocar o bombo o coelliño aquel de Duracel. Algo si chamou a atención: o aviso de Aymerich de que os do PP "veñen do franquismo". De onde vén Aymerich: do republicanismo cívico de Pettit, da Idade do Xeo, do carlismo, da revolta irmandiña? Se hoxe se fala do franquismo, axitado como un ser vivo con retallos de cemiterios, é polo que é antifranquismo teórico, véxase Aymerich, ou práctico naqueles anos, véxase Pío Moa. Cando a socialista Villarino lle nega a palabra ao deputado, el di: "A presidenta do Parlamento é do PP". Mais había que traducir ao acusica. Contou un bo día Fernando Savater que lle suaba a idea de España, Ferlosio que leva odiando España desde sempre e onte Garci, orgulloso da súa xenética, soltou que a traxedia (revertiana, suponse) de España é "inextinguible". Se de algo pode presumir o nacionalismo é da súa concisión, o seu acougo e a súa lucidez histórica. O deputado Aymerich, mirando a Dolores Villarino e sinalándoa con certo medo, quixo resumir o estado xeral das cousas: "España es ti". Tamén Carracedo, nun momento xenial da súa lección, revelou ao público que calquera, na súa casa, pode coñecer o ADN do chícharo.

miércoles, octubre 1

O derradeiro acto de Valle-Inclán


("Presumía de faquir, no sólo porque apenas comía, sino porque fumaba has-chis", dixo del Ramón Gómez de la Serna. No seu enterro tremeu o chan pola treboada, fíxose noite de súpeto e os centos de obreiros que acompañaban o seu corpo quedaron nos bares. Chegaron poucos ao cemiterio de Boisaca, e con eles un grupo da Falanxe que matou alí un can e leváronno sobre uns paus en procesión para enterralo xunto a el. Case a hostias polo crucifixo do cadaleito, ao final houbo quen se tirou sobre a caixa do difunto xa na tumba. Xenio e figura, din, ata na sepultura, os derradeiros días de Valle-Inclán foron en Santiago, e non se coñece visita á súa vella Pontevedra).

Un mozo levaba tempo indo a unha das tertulias que Valle-Inclán tiña en Madrid. Pasaron dous anos antes de que puidese ler un poema seu, e unha tarde Valle autorizouno. O rapaz colleu aire, mirou ao tendido e lanzouse. Non lle deu tempo a moito, porque no terceiro verso escoitou, morto de vergoña, un tremendo orneo. “¿Quién..., quién fue?”, preguntou. “Habrá sido el eco”, respostou, cun sorriso malvado, Valle. ¿Certo ou non? De Valle, advirte o seu neto Javier del Valle-Inclán Alsina, cóntanse historias populares como se contaban de Quevedo: lendas que circulan nun círculo ademáis tan sensible a elas, como o literario. Da súa estadía en Santiago de Compostela, a derradeira estación da vida do escritor de Vilanova, publica estes días Javier del Valle-Inclán, Carlos G. Reigosa e José Monleón ‘La muerte de Valle-Inclán. El último esperpento’, editado por Ézaro.

Chegou Valle a Santiago en marzo de 1935 e ingresou no sanatorio Villar Iglesias, onde acabou morrendo de cancro o 5 de xaneiro de 1936, negándose a recibir o auxilio relixioso. Por este “príncipe de las letras castellanas”, que dixo o alcalde de Santiago nun bando (“Valle-Inclán reposa para siempre entre nosotros, fundido en la historia de la ciudad como un aureo blasón, como un diamantino broche”), sucedéronse artigos e reaccións por toda España, tamén na súa Galicia. En A Nosa Terra, dixo o Partido Galeguista: “Tense discutido moito a prol de si a obra de Valle Inclán era ou non obra galega. Nós coidamos que si. Galega pol-a forma e galega polo esprito que a animou. (...) Valle-Inclán veu morrer á súa terra. No Sant-Iago das súas primeiras novelas repousa xa para sempre o seu corpo”. Castelao, dise no libro ‘La muerte de Valle-Inclán’, foi máis breve, pero tamén contundente: “Jamás he visto un cadáver que me infundiera más respeto. (...) Toda Galicia está en su cuerpo”. Valle-Inclán Alsina xa documentara os derradeiros días en Santiago cun traballo editado polo Concello. Nel se di que a última homenaxe a Valle antes da Guerra Civil foi en Pontevedra, onde se levantou un busto dos alumnos do Instituto de Tui, entre eles Álvaro Álvarez Blázquez. O acto foi o domingo 21 de xuño, e alí estaban entre outros Osorio-Tafall, Iglesias Vilarelle ou Manuel Cabanillas. Tamén un mozo que, cita Valle-Inclán Alsina, “anos despois acadaría sona como poeta e editor”: o pontevedrés Sabino Torres.

Nun traballo feito por Francisco J. Pérez Blanco, do departamento de Medicina da Universidad de Granada, relátase con precisión as penurias físicas de Valle. Titulado ‘La hematuria de Valle-Inclán’, o autor fala do uso de cannabis e alucinóxenos non para evitar o dolor, senón como maneira de evadirse. Deixa escrito ademais a idea que había por Santiago de facer unha recolecta para regalarlle un pazo, ao que resposta: “¿Un pazo? Es tarde. Más bien un arreglo en la fosa común”. Nas súas memorias Cela di que Valle morre na cama escribindo un poema que empeza: “Caballeros, ¡Salud y buena suerte! / Da sus últimas luces mi candil / Ha colgado la mano de la muerte / papeles en la torre de marfil”. La Voz escribe que dixo esta frase: “No quiero en mi entierro ni cura discreto, ni fraile humilde, ni jesuita sabiondo”. Aos xornalistas que tanto inventaran sobre el, déixalles: “Te dejo mi cadáver, reportero. El día que me lleven a enterrar fumarás a mi costa un buen veguero, te darás en La Rumba un buen yantar”. Feo, católico e sentimental, morreu como dixo Umbral que vivira: con señorío, sinceridade e insolencia.

25-05-08