Cuando Borges escribió que no hay más paraísos que los paraísos perdidos desconocía los secos aldabonazos de las religiones, esas ideologías de la fe. O las conocía muy bien, porque de Borges se filtró en su momento que era un señor que lo sabía completamente todo, y lo que hizo fue utilizar paraíso en el sentido exacto que la palabra merece, y que no es otro que el de una brillante frivolidad. A falta de que la Iglesia católica concretice la oferta de su solar en el cielo y su valor real en Bolsa, el fanatismo islamista promete algo bastante más prosaico: vírgenes. Hace meses circuló por los correos una secuencia de Postal, la película de un director al que la crítica considera más grande que Scorsese, y en ella los dos terroristas que se dirigen a las Torres Gemelas dicen:
"Nos esperan 99 vírgenes perfectas que nos adorarán... ¡eternamente!".
"¿Qué dices? Pensaba que eran cien".
A Idílico, el toro que indultó José Tomás hace unas semanas, le esperan cuarenta vacas y vida de semental: lo llevaba en el nombre. El animal tuvo suerte. Otros indultados no superan la ansiedad y el estrés de tan artística faena y mueren a los pocos días. Pero curados los tajos de veinte centímetros de profundidad repartidos por los lomos y con ochenta kilos menos que con los que partió a la plaza, regresa al toro a la vida. Tendrá cuatrocientos hijos, que son más o menos los que dicen que tiene Bin Laden. No se descarta que Tomás los indulte a todos en una tarde mágica.
Cierta idea del paraíso ya está en la Tierra y los caminos para llegar a él no exigen la vida: basta con salir a la arena a embestir con garbo para que luego a uno le concedan, graciosamente, el indulto y cuarenta vacas. Otros prefieren sin embargo el camino de carretas de la muerte. El de la foto, por ejemplo, es Omar Bakri Mohammed, y sus posiciones como clérigo de la comunidad musulmán (la depravación y la moral degenerada de unos países condenados a la destrucción y a la muerte) le llevaron a ser expulsado del Reino Unido. Hizo las maletas y marchó, pero olvidó algo: su hija. La niña tiene hoy 26 años y es bailarina de striptease: salió al padre, pero del revés. No parece consternada porque Occidente es lo que tiene.
"Nos esperan 99 vírgenes perfectas que nos adorarán... ¡eternamente!".
"¿Qué dices? Pensaba que eran cien".
A Idílico, el toro que indultó José Tomás hace unas semanas, le esperan cuarenta vacas y vida de semental: lo llevaba en el nombre. El animal tuvo suerte. Otros indultados no superan la ansiedad y el estrés de tan artística faena y mueren a los pocos días. Pero curados los tajos de veinte centímetros de profundidad repartidos por los lomos y con ochenta kilos menos que con los que partió a la plaza, regresa al toro a la vida. Tendrá cuatrocientos hijos, que son más o menos los que dicen que tiene Bin Laden. No se descarta que Tomás los indulte a todos en una tarde mágica.
Cierta idea del paraíso ya está en la Tierra y los caminos para llegar a él no exigen la vida: basta con salir a la arena a embestir con garbo para que luego a uno le concedan, graciosamente, el indulto y cuarenta vacas. Otros prefieren sin embargo el camino de carretas de la muerte. El de la foto, por ejemplo, es Omar Bakri Mohammed, y sus posiciones como clérigo de la comunidad musulmán (la depravación y la moral degenerada de unos países condenados a la destrucción y a la muerte) le llevaron a ser expulsado del Reino Unido. Hizo las maletas y marchó, pero olvidó algo: su hija. La niña tiene hoy 26 años y es bailarina de striptease: salió al padre, pero del revés. No parece consternada porque Occidente es lo que tiene.
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