Lo extraño no es que una diputada del PP anunciase que Anxo Quintana tiene en su coche un minibar, porque la oposición tiende a dramatizarlo todo, sino que Quintana no le haya contestado a la patriótica manera: “¿Pero vostede cre que éstas son horas?”. El poder ha despojado al nacionalismo de la retranca, que era el bálsamo al que siempre nos agarrábamos los escépticos. A la acusación Quintana contestó ofendido, que era algo que nunca haría Beiras, un señor que expresaba su cólera descalzándose. Montó el vicepresidente una procesión de periodistas y les abrió el maletero de su coche en un gesto tan valiente como heroico: uno nunca sabe dónde va a aparecer Joe Pesci. Pero allí había paraguas, una botella de agua y una nevera de playa que la Política valoró en quince euros y que la Realidad puso en noventa: no olvidemos en su descargo que el alcalde de Ortigueira pagaba las copas en Ibiza con billetes de quinientos como si fuesen de cinco. La que no bajó al maletero a echar un vistazo fue la diputada del PP, que prefirió quedarse en el Parlamento hablando de la siembra de fresones en la aldea de los pitufos. No hay pruebas de que se pusiese colorada, porque esta gente está muy entrenada, pero seguro que no le hubiera dicho que no a un buen Chivas.
lunes, octubre 27
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