Me he trasladado! Redireccionando...

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miércoles, diciembre 31

Agradecido



(Cortesía de Andrés Milleiro)

M. en la intimidad

lunes, diciembre 29

A estación violenta


Presentación: hoxe martes 30 de decembro, no Café Moderno de Pontevedra, ás 20.30 horas.

martes, diciembre 23

Jingle Bells

1-En Navidad, como en los entierros, los rencores están olvidados.

2-Eso se nota especialmente en el Facebook: se agrega cualquier cosa.

3-Nunca se odia a nadie sin fisuras: tampoco se acaba por querer a nadie del todo.

4-Amparo, todo lo que me gusta es caro.

5-Qué hace Papa Noel entre niños si él nunca lo fue.

6-El mundo sería un lugar mucho más apacible sin el "gordito bonachón".

7-El hilo musical navideño del Froiz de Cobián Roffignac nos recuerda que vivimos en una película con final feliz si no hay mucha cola en la charcutería.

8-La del 24 es la noche que eligen siempre los abuelos para despedirse: "Éstas ya son las últimas".

9-La vida adquiere siempre un aire nostálgico cuando el Madrid pierde, o está a punto de perder.

10-Bajo la delicada piel de los villancicos se halla, semioculto, el horror.

11-Sólo las semillas tenían ganas al empezar el mundo.

12-Sms de X. para felicitar la Navidad: "Nadie de más de 40 años debería morir naturalmente".

13-Juan Luis Panero: "Yo me siento más familia de Octavio Paz que de mis hermanos". Cuánta pedantería junta en una sola frase.

14-Un consejo para Nochevieja sería lo que le dijo Lord Winter a Joan Fontaine: "No se ponga nunca un vestido negro, ni un collar de perlas, ni tenga nunca 36 años".

15-Fiesta es todo el año.

lunes, diciembre 22

Holmes

Probablemente uno de los sucesos literarios más traumáticos en la vida de los hombres haya sido la muerte de Sherlock Holmes. Tanto, que Conan Doyle tuvo que resucitarlo para levantar la moral del Imperio. Resulta imposible leer su carta de despedida al doctor Watson sin evitar un sentimiento profundo, casi entrañable, de tristeza. En ese ejemplo tan british de ir a la muerte concede Holmes un solitario lujo a su más íntimo amigo en la hora final. Tras cientos de páginas viviendo su vida con cierta melancolía, sufriendo sus silencios y sus depresiones, el gran detective deja un gesto que encuentra uno emocionante en su formidable contexto: “Téngame, mi querido compañero, por sinceramente suyo”. Muchos años antes, Watson diría al amigo que le presentó al joven Sherlock Holmes: “Le quedo muy agradecido por habernos puesto en relación. Ya sabe usted que el verdadero tema de estudio para la Humanidad es el hombre”. Y al final, Watson dice de él que es “la persona a quien yo consideraré siempre como el mejor y el más entendido de los hombres a quienes me ha sido dado a conocer”. De tantos versos extraordinarios de Borges hay uno inolvidable: “Pensar de tarde en tarde en Sherlock Holmes es una de las buenas costumbres que nos quedan”.

miércoles, diciembre 17

La divina calva era un martillo


La Tierra se paró un instante a la espera de una solitaria repetición. Millones de personas llevaban casi dos horas viendo la final de la Copa del Mundo de fútbol, el acontecimiento deportivo más seguido del planeta, y el mejor jugador del campeonato, un divino calvo que había anunciado que sería su último partido, salía del campo expulsado con roja directa. Las cámaras ofrecieron una imagen insólita. Zidane, el Nureyev del balón, cruzaba agrias palabras con Materazzi, un leñero italiano que había insultado a su familia. En un momento dado, el francés se dio la vuelta, se dirigió hacia su marcador y le soltó un elegantísimo cabezazo en el pecho. La conmoción fue mundial porque bailaban juntos todos los ingredientes de la vida en aquel partido, en el que Zidane ya había puesto por delante a Francia con un penalti que resumió su carrera de equilibrista: clase a rebosar, una sangre fría de otro planeta y la calidad extraordinaria del jugador que marcó una era. Ganó Italia a los penaltis, pero pocos se acordaron. La épica dejó a un héroe marchito víctima de sus legendarios arrebatos que pudo bajar el telón de su carrera jalonada de éxitos levantando la segunda Copa del Mundo y lo hizo expulsado, dejando sonado a su equipo, tras una brutal agresión. Había allí demasiada literatura para que todo quedase en una anécdota. En días posteriores se sucedieron montajes en internet, videos en telediarios, reacciones de deportistas y hasta un ejército de filósofos se lanzó a discutir en las páginas de opinión de los periódicos sobre el astro. “¿Por qué”, dijo Vidal-Beneyto, “nadie ha elogiado que Zidane haya sacrificado la gloria de su despedida, el punto cenital de su carrera y su imagen de marca a la lealtad a unos principios y a unos afectos para él innegociables?”. En su agónico camino, última imagen de su carrera, se cruzó con la Copa que él mismo, en la cumbre, había levantado ocho años antes en París. Entonces no necesitó un cabezazo para acercarse a ella, sino dos. Gozoso movimiento de la Historia en su perpetuo retorno.

martes, diciembre 16

Nostalgia de Woody

"Vas a ver qué efecto le causo..., un verdadero impacto"

lunes, diciembre 15

Periodismo

Cuando ETA mata, el periodismo ha de exhibir el jabonoso despiece de un hombre que ha volado en pedazos. Y lo último que se espera de un Estado es que se detenga a contar, en la cola de la pescadería, que un etarra se ha meado encima al ser detenido. Más que nada porque a lo mejor Amnistía Internacional ha de investigar el origen de ese pis. Que el periodismo le dé titular en portada es algo ya puramente nostálgico: los españoles han de saber que los etarras son cobardes, algo raro en tipos cuya especialidad es matar por la espalda a hombres desarmados. No es extraño entonces que los compañeros de tute del último asesinado sigan la partida y los fotografíen entre exclamaciones. El mensaje que se debió dar a la foto de la partida fue: "ETA ya no interrumpe ni el tute", pero el periodismo andaba buscando metáforas. Usó para ello una práctica periodística revolucionaria: ir corriendo a por la familia, los amigos y el perro de la víctima para juzgarlos. Hubiera sido interesante saber qué se hacía en la herriko taberna en esos momentos, pero había cuatro señores vascos que llevan cuarenta años viendo morir a gente jugando una partida. El espectáculo aún tuvo un cierre a la altura: el periodismo, imparable, señaló muy morbosamente al nuevo. Ni el Gara.

viernes, diciembre 12

Está escrito que alguien llegará un día hasta tu frente y te llamará fascista

Episodios de la vida de un hombre. El País, 21-12-1999

Empezaba a hablar la otra tarde sobre nacionalismo y periodismo, en un aula de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Barcelona, cuando alguien gritó «¡Fascista!» y acto seguido corearon esa voz unos quince. Con discreción miré a un lado y otro de la mesa, pero en la mesa todos mis compañeros me miraban. Como seguían los gritos y aún dudaba de que fuera a mí a quien estaban llamando fascista, tuve la postrera tentación de ir hacia el grupo de muchachos y adherirme para gritar todos juntos contra el cabrón fascista. Pero no podía ser, de ninguna manera, porque el cabrón, ya lo sabía, era yo. Realmente todo era muy, muy confuso. Hacían explotar algunas bombas fétidas -yo las fabricaba de niño con el Cheminova- y luego gritaban «¡Vuestra democracia hiede!» (traducido libremente del catalán), sin atender a la evidencia de que no olía así antes de que ellos entraran. En esa danza estuvieron unos minutos y luego se largaron escupiendo, y yo aproveché para hablar sobre el tema previsto.

Por la noche dormí mal. No creo que fuera por ellos, sino más bien por las copas de un gran Hermitage que mi mujer y yo bebimos para cambiar de trago. Puesto en el insomnio y para hacer algo, y dado que tenía las uñas muy crecidas, me fui rascando el brazo con ritmo cada vez más vivo. Estaba tumbado en la cama, con la oreja pegada al brazo y las uñas arriba y abajo. Las uñas acabaron siendo las botas y mi brazo los adoquines, y lo que escuchaba, un siniestro rac-rac, era el ruido de un batallón fascista desfilando. La noche es el reino de muy tétricas ilusiones, pero si yo era capaz de marchar sobre Roma con mis uñas y mi brazo, algo de razón debían de tener los muchachos.

Pensé en mi vida. La primera vez que le grité fascista a alguien fue a don Florencio Caballero Valladares, se deduce que más que hombre, medieval fortaleza. Nos tuvo seis años formando en el patio del instituto -sin otra dispensa que la lluvia- mientras subía al mástil la bandera roja y gualda, sonaba la Marcha Real y se rezaba la oración de la mañana, a san Fernando, patrón de la juventud española. Todo eso pasó durante seis años y nos pasó por cobardes, pero la lección la aprendí luego y no va con esto. La última vez, coreada, fue en febrero de 1981. Aquella noche llovía y hacía viento y frío, y éramos muy pocos en las calles de Barcelona los que le gritábamos fascista al guardia civil Tejero. El Departamento de Estado norteamericano y el nacionalismo catalán habían coincidido en considerar que el golpe era un asunto interno de los españoles.

Entre esa noche despoblada y la otra tarde pasaron algunos años y mientras tanto aprendí a restringir el uso del apelativo fascista. Se trata de una de esas palabras demasiado grandes. El vulgo cree que las grandes palabras hacen gran daño, y se equivoca. Cuando las palabras no tienen la medida justa del concepto ocultan más que evidencian. Por eso es mucho mejor, para el entendimiento de las cosas, llamar nacionalistas o independentistas a los muchachos antes que radicales, extremistas o -justamente- fascistas: al fin y al cabo, de la bandera catalana que estaban ondeando al compás de sus insultos no prendía ningún fascio.

Pero, bueno, el asunto es que me lo habían llamado a mí. Tal vez no les faltaran razones. De las paredes, en el aula, habían colgado carteles con la siguiente sentencia: «El catalán es un dialecto del castellano. Arcadi Espada». Es verdad que cuando, en otro tiempo, alguien decía esa frase yo creía que estaba delante de un fascista. No podía negar, tampoco, que la frase era cierta: ritualmente la pronuncio ante mis alumnos de la Pompeu Fabra cuando quiero ilustrarlos acerca de la relación entre lengua y poder. Luego les añado: «... 0 el castellano es un dialecto del catalán. Depende de quien mande». Pero ni la frase cabía entera en el cartel, ni se puede ir por el mundo provocando. Sé que esto último es lo que ha querido decir el presidente Jordi Pujol, mirándonos la minifalda: «Es que van provocando... y luego pasa lo que pasa».

Todas esas razones presuntas empalidecen, sin embargo, ante la esencial razón cronológica: está escrito que alguien, en cualquier circunstancia, llegará un día hasta tu frente y te llamará fascista. Te lo llamarán en la oficina, en el aula, o en la cama. Tú quizá estés, como yo, en torno a los cuarenta años, y cuando lo oigas también buscarás al cabrón con la mirada, sin hallarlo. Entonces te sentirás un Villar Palasí o un GarcíaValdecasas. Al reponerte, copiarás estos versos:

Fue un verano feliz.
El último verano de nuestra juventud.

Ahora bien, voy a darte un consejo, ya por viejo: procura siempre que los que te llamen fascista sean un grupo de niñatos subvencionados, que no se pagan la bandera ni las bombas fétidas; unos niñatos eximidos por la autoridad máxima del gobierno: sus lactantes; procura que quien te lo llame sea el poder, aun en su versión de falange y muchachada; fascista serás, pero en la intemperie.

miércoles, diciembre 10

Capuletos e Montescos odiábanse, si, pero con xeito

No pobo non quedaba case ninguén porque os que non morreran na Guerra morreran na fame ou marcharan camiñando a morrer non se sabe onde. Había unha casa a un lado da estrada e outra en fronte. As dúas familias non se falaban por cousas das terras. Vivían a trinta quilómetros da cidade e pola estrada pasaran seis coches dende había vinte anos. Contábaos o avó Capuleto, que vivía sentado nunha cadeira cunha libreta nas mans. “Un”, apuntou o 13 de novembro de 1988. “Dous”, apuntou o 6 de maio de 1994. Como moito tráfico non había as familias dedicaban o tempo ao odio, e con el enriba sachaban a terra. O día que faltara odio faltaría tamén comida, así que se odiaban a conciencia. Ata a tarde que Nena namorou de Neno, os días era longos e tristes e pola estrada pasaba o vento, ao que o avó xamáis lle puido tomar a matrícula. Nena era Capuleto, filla e neta de labradores, e tiña quince anos. Neno tiña dez máis e era Montesco: aprendía o oficio de enxeñeiro na Universidade e o seu pai, coma Xosé o carpinteiro, sempre foi viúvo. Nena arrimábase ao avó e preguntáballe cantos coches pasaran ese día e Neno viña cara a fiestra e alí pousaba os seus ollos de lúa. Murcha o día e murcha a noite e foron murchando os Capuleto o día no que o sétimo coche saíuse da estrada e levouse por diante ao vello. Foi o 3 de novembro de 2008 e Nena colleu a libretiña entre os ferros e apuntou con coidado: “o sétimo”. Namoraron despaciño, a escuras, nas noites sen luz nas que os dous facían odios desde os seus cuartos. Ningún deles cruzara nunca a estrada. Ningún deles bicara nunca a ningúen. Ninguén da súa familia estudiou para conducir, e sen embargo o Concello puxólles unha estrada aos pés das casas non sabían para qué. Capuletos e Montescos odiábanse, si, pero con xeito. Vinte anos atrás apareceran os homes e as máquinas, e colocaran alí unha tira de asfalto que non se sabía onde levaba. Colleu o avó Capuleto unha cadeira e sentou como vira el que se sentaban os vellos nos pobos con estrada, e mirou alí a vida. As familias traballaban as terras e era o odio o que levantaba os brazos. Neno lembraba que cativo xogaba coa pelota e cando a pelota marchaba cara a estrada Neno non ía detrás, por medo aos coches que non había e por medo aos Capuleto, dos que se dicía que hai anos na Guerra aproveitaran para matar Montescos. Daquela non nacera Nena e daquela tampouco coñecía Neno o amor, porque cando se está á pelota non se está a outra cousa. O oitavo coche non chegou cruzar o pobo. Detívose xunto á casa dos Montescos e baixou un pobre homiño do que Nena, que miraba na fiestra, non sabía como chegaba cos pés aos pedais. Saí Neno a porta, porque o pai andaba na terra, e algo lle dixo o homiño que Neno sentouno no coche e mandouno de volta a non se sabe onde. Sorríu Nena na fiestra e sorríu Neno xunto a cadeira baleira do avó, feita ferros. Foi aquel o primeiro sorriso que Capuletos e Montescos cruzaran en séculos e por un momento pensou Neno en poñer un pé na estrada e logo poñer o outro “e así sucesivamente”, dixo en voz moi baixa. Vía aquela liña discontinua (¡podíanse adiantar!), e ela tamén a vía, e os dous sabían que de amarse tería que ser alí, na fronteira mesma, a ollos das familias e dos mortos que tiveran que deixar o lugar, aquela educada xenreira, expostos como as terneiras das carnicerías a que o noveno coche algún día chegase de non se sabe onde e os levase por diante. Morrer por amor!, pensaban os dous boquexando, condenada vaidade a nosa!

lunes, diciembre 8

Hitos modernos

Cuando el Che preguntó eso de “¿una revolución sin tiros?” sólo se estaba divirtiendo con una boutade. Todas las revoluciones exigen muertos no sólo encima de la mesa, como ordenaba Txeroki en tiempos de paz, sino también en las cunetas. De muchos de esos movimientos armados se conserva el vaporoso recuerdo de algo que hizo que el mundo girase la mirada o cambiase la propia Historia. El pueblo francés tomó la Bastilla y los bolcheviques tardaron horas en ocupar el Palacio de Invierno. Hasta Cuba guarda en sepia el hito de su Revolución, que es un hito sedimentado en una romántica derrota: el asalto a la Moncada. Todo ha ido a peor desde entonces, no lo duden. El IRA guarda su Omagh y la enciclopedia dirá de las Brigadas Rojas que secuestraron y mataron a un primer ministro italiano. De ETA se recordará dentro de un siglo, en su épico fracaso, que también secuestró y mató: al hijo de un albañil emigrante. Creyeron rodearse de aura mandando a los aires a Carrero, pero el general sólo era el pellejo del franquismo. Si a tan particular revolución vasca se le añade un causus belli fruto del delirio de un señor que creyó ver una raza superior como creyeron los pastores de Fátima ver a la Virgen, se entiende la raíz del socialismo tan sui generis que defienden. También ellos, como parias oprimidos de la tierra, atacan el poder. De ahí el cobrador del peaje que se cargaron en marzo o el empresario de 71 años aficionado al tute al que metieron unos tiros esta semana. El conflicto vasco, tan complejo.

jueves, diciembre 4

Doblez

"(...) No te avergüences de ninguna pregunta, si es sincera. Generalmente son las respuestas las más acreedoras de vergüenza, porque en ellas es más común que aparezca la doblez: que pienses algo pero digas lo contrario. Ése es otro de nuestros escasos privilegios: creo que los ciegos detectamos mejor la hipocresía. El hipócrita puede disimular su doblez con un gesto, una mirada, un guiño, y así rodearse de un aura falsa de sinceridad frente al interlocutor desvalido. Pero a nosotros sólo nos llega del hipócrita la voz, la voz sin maquillaje, tal como es, con su mentira a la intemperie (...)"

La borra del café
Mario Benedetti

lunes, diciembre 1

Dos presos

Tele 5 y Cuatro eligieron a dos presos de Alhaurín de la Torre para atraer a la audiencia en la noche del viernes. El presidiario de Tele 5 apretó el cilicio: estaba allí por dinero, cumple pena por delitos urbanísticos y no (aún) por saquear la caja y fue un marido de bragueta fácil. No se le echó a las rodillas al presentador para que le azotara en el culo de milagro. Además, los 360.000 euros que cobró de la televisión los puso a disposición del juez. O sea que aún le va a caer una buena por soborno. En Cuatro, Callejeros contó el último día de un hombre en libertad. Hace siete años atropelló a un niño. Dijo que entendía la cárcel, “pero cuando ocurrió todo, no ahora”. Estuvo enganchado a la droga y salió hace tiempo. Buscó trabajo, se casó y tiene dos hijos. Lo contaba mientras la mujer le hacía la maleta. “El chavalín pequeño”, y de pronto se le quebró la voz, “quería venirse conmigo”. En la puerta de la cárcel fumó un cigarro (“vamos allá”) y se abrazó a su mujer (“Sé fuerte que yo te espero”, dijo ella). Él desapareció entre dos guardias con la bolsa al hombro y ella dio unos pasos, pero luego echó a correr hacia la verja: “¡Gordo, te quiero!”. Fueron dos maneras muy sutiles de entender el periodismo. Tele 5 eligió una millonaria penitencia. Cuatro prefirió la vida en crudo, sin cirugía: pura reinserción.