Cuando ETA mata, el periodismo ha de exhibir el jabonoso despiece de un hombre que ha volado en pedazos. Y lo último que se espera de un Estado es que se detenga a contar, en la cola de la pescadería, que un etarra se ha meado encima al ser detenido. Más que nada porque a lo mejor Amnistía Internacional ha de investigar el origen de ese pis. Que el periodismo le dé titular en portada es algo ya puramente nostálgico: los españoles han de saber que los etarras son cobardes, algo raro en tipos cuya especialidad es matar por la espalda a hombres desarmados. No es extraño entonces que los compañeros de tute del último asesinado sigan la partida y los fotografíen entre exclamaciones. El mensaje que se debió dar a la foto de la partida fue: "ETA ya no interrumpe ni el tute", pero el periodismo andaba buscando metáforas. Usó para ello una práctica periodística revolucionaria: ir corriendo a por la familia, los amigos y el perro de la víctima para juzgarlos. Hubiera sido interesante saber qué se hacía en la herriko taberna en esos momentos, pero había cuatro señores vascos que llevan cuarenta años viendo morir a gente jugando una partida. El espectáculo aún tuvo un cierre a la altura: el periodismo, imparable, señaló muy morbosamente al nuevo. Ni el Gara.
lunes, diciembre 15
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