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sábado, enero 26

Reverte en el tiempo de la cólera


El primer día del año (o lo que quedaba de él), asaltado por la fiebre y la resaca, leí el último libro de Arturo Pérez-Reverte antes de entregarme a las obras completas de Sherlock Holmes (todas las temporadas de House, pero en versión original). No recuerdo lo último que leí de Reverte: quizás Cachito. A mi juicio (a este juicio raquítico y piojoso, si se quiere) Pérez-Reverte ha hecho más por la Historia que por la Literatura. Y por la Lengua, también, que por la Literatura. Y probablemente por el Mar, ya puestos: con esa mayúscula oscura y eterna heredera de la tragedia de ser español. Pero le guardo el cariño de aquel joven articulista de El Semanal que me aficionó al columnismo. Y de vez en cuando, sin venir a cuento, le leo. También ayudó el consejo navideño sobre su novela de un par de Fortes (José y Susana), y desde luego E., que fue la que metió el libro en casa. Su día de cólera se lee rápido y bien, incluso a 38 grados. Narra las cinco horas de pasión que el pueblo madrileño vivió el Dos de mayo, y lo hace con precisión cirujana que se constata con la fabulosa bibliografía aportada en las últimas páginas. A Reverte no le dio el destino el talento literario de los dioses, pero sí el del esfuerzo y el de la melancolía. Abre el apetito, y por momentos lo sacia. Y dibuja en este libro algunos personajes espléndidos. Como el maestro cerrajero José Blas Molina, que pronuncia varias palabras mágicas, entre ellas "traición" y la mucho más musculosa "¡matadles!". O Francisco de Goya, en un retrato triste, bellísimo. El tormento interior de Luis Daoiz, la furia (a la que tanto debe Poli Rincón) de Velarde, y varias decenas más de tipos que merecen la pena ser leídos, ahora que no hay de ellos ni los huesos ni el recuerdo. Reverte los ha puesto en la mesa con rigor histórico, casi milimétrico, pasión exhausta y una muy envidiable habilidad comercial (no en vano hay aniversario gordo) que me la trae al pairo: para quien quiera saber del Dos de Mayo y su polución posterior, es una obra muy entretenida y ciertamente necesaria.

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