Recordando al sabio que dijo: "Qué buen día, ya verás cómo aparece un imbécil y lo jode", en los Juegos ha dado positivazo una española (que echó a correr tras el control: qué grandes somos) y ya se saben algunos secretos elementales de la inauguración. Por ejemplo: la linda niña que cantó el himno a la patria se limitó a abrir la boca y lucir palmito chino. Entre bastidores, una pequeñaja regordeta de dientes desparejados cantaba a pleno pulmón: una mini Montserrat Caballé discretamente desplazada para no herir la sensibilidad de Occidente. Lo ha confesado el director musical de la ceremonia: se eligió a una niña "muy mona" porque "estábamos pensando en lo que era mejor para la nación". Las dictaduras siempre han llevado muy lejos el concepto de la patria y de eso pueden dar cuenta los muertos de Tianammen, los disidentes encarcelados y las niñas feas, arrinconadas en el sótano de la Historia ensayando arias. Que no se preocupe la moderna Cyrana: los patitos feos siempre han tenido un destino más acorde con la poesía que con la nación. Y además no está sola. Se supo ayer que las huellas de fuegos que llevaban al Estadio habían sido pregrabadas y que la organización recluta voluntarios para que llenen las gradas: estos Juegos empiezan a parecer una idea diabólica de Milli Vanilli. Que haya quien vea oportuno chutarse EPO alejará sospechas: los deportistas que vemos en Pekín no son hologramas.
martes, agosto 12
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