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miércoles, agosto 6

Indicios de actividad sexual

A veces los investigadores de CSI se ponen cachondos: "Aquí no hay indicios de actividad sexual", dijo ayer una olisqueando la funda de un sofá. CSI fue el refugio final de Comandante, la obra documental de Oliver Stone sobre Fidel Castro. Stone sale en pantalla con un coqueto bigote y Fidel derrengando las palabras en base a una Revolución que la pantalla, pese a sus elocuentes esfuerzos, no muestra en ningún lado. A Castro los años lo han convertido, ‘paneramente’, en un coñazo, pero los que lo deberían saber no lo saben hasta que lo han sufrido. A Ramonet aquel millón de horas con Fidel le salió por cuatro o cinco discursos hechos en los últimos cuarenta años. Stone va posando la cámara en el discurso del Comandante y luego la lleva más atrás, donde los barbudos y el Che. Todo muy trillado. Hay más revolución en el documental de Scorssese sobre Dylan que en el rodaje de la vida y obra de Fidel. Hace unos años Antonio Elorza dedicó un extenso artículo al trabajo del cineasta en Letras Libres. Allí recoge lo que debió ser el momento cumbre del histórico encuentro entre la proclamada conciencia crítica de EE UU y el dictador cubano: "Le admiro", susurra el bigote de Stone. Siguiendo un poco lo de ayer con Sholzenitsin: tantas películas para esto. Y otro detalle a caballo entre el sainete y lo tremebundo: al marcharse Stone del navideño escaparate que le sirvió Fidel tuvo lugar en Cuba una serie de ejecuciones, encarcelamientos masivos y depuraciones: las tradiciones isleñas que olvidó el Régimen mostrar. Volvió el director a rodar añadidos, con la cámara al hombro, levemente mosqueado, al puto paraíso cubano. "El adanismo de Stone", escribe Elorza, "es puro fingimiento. Su actitud descansa sobre una de las falacias que con mayor insistencia se han reiterado en el último medio siglo: poner de relieve los aspectos irracionales de la hegemonía norteamericana conduce de inmediato a la exaltación de aquellos que la combaten. Si el imperialismo es siempre condenable, toda revolución antiimperialista resulta de por sí digna de todo elogio. Como Nixon era un tipo nefasto, hay que llevar a Castro a los altares. El conocimiento que hoy poseemos acerca del autodenominado socialismo real debiera haber descalificado para siempre ese maniqueísmo de la izquierda, pero posiblemente sigue siendo cómoda semejante postura. (...) Frente al imperialismo, ahí está enhiesto el viejo héroe, ‘dictador de sí mismo’, con sus recetas siempre dispuestas para izquierdistas a la violeta en busca de un clavo ardiendo para mantener las actitudes primarias frente al sistema". Lo que tiene Comandante es un raíz pop muy acusada: uno lo ve (hasta que se empacha) como vería las andanzas vitales de uno de los iconos mayores del siglo XX, y en ocasiones Fidel Castro se presta a esa visión no idílica ni fértil, sino llanamente espectáculo de masas. No es otra cosa Cuba para el extranjero que eso. "Yo soy muy exagerado en la autocrítica", dice en un momento el líder: numerosos indicios de actividad sexual.

2 comentarios:

El Hombre Blanco dijo...

Sesuda reflexión que suscribo punto por punto... enhorabuena por la entrada

Anónimo dijo...

Totalmente dacordo