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sábado, julio 12

Sado

La vida privada de Max Mosley fue grabada por una de las cinco prostitutas a las que encargó una orgia sadomasoquista en un local acondicionado (45.000 euros) para la pitanza sexual. Mosley, jefazo de la F-1, denunció al diario que sobornó a la chica para sacarle las tripas al asunto y hablar ante el juez y el destino: lleva 45 años practicando sado a espaldas de su familia, encuentra más placer en el dolor que tirándose al agua fría y cada dos semanas quedaba con putas para escenificar situaciones como esas cárceles de rígidas guardianas que le hablan en alemán, un idioma severo y sin pliegues. El placer sexual nunca obedeció a fronteras y todo lo que pase tras la puerta entre personas mayores que entran por voluntad propia allí debe quedarse, siempre que el periodismo no entienda lo contrario. Como Mosley es hijo de un filonazi, el diario sugirió que se recreaba en la orgía un campo de concentración. El amarillismo de la información llega tan lejos como esto: el culo de Mosley acabó sangrando. La Justicia también corre: hay delito en las prácticas que atenten contra la propia integridad física y los orgasmos de Mosley acarrean penas de cárcel: una ironía teniendo en cuenta el dinero que le costó recrear una. La mayoría exige que dimita, pero con él no puede el oprobio: demasiado viejo y demasiado rico, no le va a enseñar a follar nadie a estas alturas. "El sexo sólo es sucio", dijo hace años Woody Allen, "si se hace bien".

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