A estas horas todavía no hay constancia en el medallero español del oro que el sábado logró, fajándose con un periodista sudamericano, Letizia Ortiz: en la vida, como en el deporte, también se va retratando uno. Dirigiéndose en campechanía borbónica a la plebe, preguntó Ortiz a un periodista de qué medio era. Contestó el hombre, y quiso saber además quién se lo preguntaba, probablemente porque ya hay en sus latitudes suficientes chupópteros como para también saberse de memoria los de España. Triste y ofendida, sólo acertó a contestar: “¡Yo soy una princesa!” (“¿una galleta?”, debió de pensar el tipo). Lo que sigue fue muy normal: se marchó a la carrera con su marido en un gesto muy de “habrase visto”. Si allí no sabían de su condición, para qué estar, para qué haberse casado con quién se casó. La reacción, si se estudia con interés, es fantástica. A la pregunta de quién es usted y para qué medio trabaja, muy oportuna en una sala de prensa, Letizia Ortiz exclama enfadada: “¡Yo vivo del cuento!”. O mejor aún: “¡Yo soy una princesa de un cuento de hadas!”. Se confunde la realidad y la ensoñación, quizás porque la monarquía no es otra cosa que eso. Tampoco el periodista estuvo muy rápido. A la respuesta de “¡Yo soy una princesa!” cualquier hombre, en cualquier discoteca, diría: “Tú serás mi baby, sólo tú mi baby”.
sábado, agosto 16
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5 comentarios:
Qué desfachatez el mexicano, no concer a Letizia princesa, de las princesas de toda la vida.
Beibi de mi amoooor tururu
Es el drama de las princesas plebeyas. No las reconoce ni el Rey.
Esta chica anda algo despistada (sin pisto suficiente, de ahí la astenia que luce). El otro día asistí atónito a un trocito de entrevista -la pillé ya empezada- que los de Gomaespuma le hacían a los príncipes. Él asentía, reía, paradójicamente consorteaba encantado. Ella llevaba la voz cantante (tipo Mónica Naranjo más que Carla Bruni). Haciendo gala de una campechanía que debe de creer le viene bien a la imagen de la casa real, por un momento se convirtió de nuevo en periodista y le preguntó a uno de sus entrevistadores si no tenía frío yendo en chanclas. Movimiento celérico de la cámara en busca del objeto de la pregunta indiscreta. Primer plano de los pies del entrevistador entrevistado, con sus uñas y sus dedos, y primeras palabras de éste que sale como puede de la broma. Eso sí, sin caer en la chabacanería de doña Leticia, por que de haberle devuelto la pregunta con otra del tal enjundia, seguro que la chiquilla hubiese hecho un mohín (la princesa está triste. Qué tendrá la princesa? Los suspiros se escapan de su boca de fresa), un gesto inequívoco que expresara un implícito "tío, con quién te crees que estás hablando".
Un abrazo.
Salud y república.
Lo que a mí me gustaría saber es si pasa una mala noche, en fiel ejercicio de su cargo y como sello de denominación de origen, a causa de un garbanzo dulcemente colocado bajo diez colchones.
Como republicano sólo puedo decir:
"Excelente, excelente..."
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