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jueves, agosto 2

Dylan (I): a la intemperie

“¿Cuántos cantantes de protesta hay hoy en día”
“Unos 136”
“¿Unos 136? ¿136 más o menos?
¿136 exactamente?”
“Bueno, entre 136 y 142”
Bob Dylan, en esencia, durante una rueda de prensa



John Cordwell es el autor del grito más famoso de la historia del rock. En su gira por Inglaterra, Bob Dylan enchufó la guitarra y dejó pasmados a todos los puristas del folk, que lo intentaron todo: desde cortarle los cables eléctricos hasta llamarle traidor, pedirle que se callara (“hemos venido a ver a un cantante folk y nos encontramos a un grupo de pop”) y marcharse a su casa (“Go home”, le gritaban: “no direction home”, les cantó Dylan en Like a rolling stone”). En un concierto en Manchester de aquella célebre gira, el documental de Martin Scorsese sobre Dylan (‘No direction home’, precisamente) muestra al músico minutos antes de salir al escenario, fumando un pitillo y finalmente enfilando la salida al concierto. En ese momento, alguien (Cordwell, según las averiguaciones de un periodista obsesionado con encontrarlo) le grita “Judas!”. Dylan se acerca al micrófono y espeta: “I don't believe you”. Toca unos acordes más con la guitarra y explota: “You're a liar!”. Y dándose la vuelta, le grita a un miembro de su banda: “Play it fucking loud”. Y viene encima la descarga de Like a rolling stone. Al salir de alguno de esos conciertos, las cámaras graban al veinteañero Dylan parapetado en sus gafas de sol y entrando en un coche abriéndose paso entre una multitud que lo quiere aplastar. “¿Por qué me abuchean? No me gusta que me abucheen. Casi no puedo afinar”. Cuando no lo grababan no era tan gracioso, y se dijo en su momento que en ocasiones los insultos eran tan fuertes que se retiraba a llorar amargamente. Lo que Dylan quería decir con su música es que él estaba por encima de las etiquetas, incluso de las consideraciones morales, políticas. Estas palabras de Javier Ortiz lo ilustran: “Dylan no era ni mucho menos tan izquierdista como se le pintaba (y no lo era) pero, a cambio, era un perfecto inconformista, alérgico a los encasillamientos, muy capaz de hacer justo lo contrario de lo que se esperaba de él, caso de parecerle buena idea”. Y esta anécdota que relata Xavier Valiño acerca de él, de su milagrosa conducta. Cuando Van Morrison y Dylan compartían contable, éste los invitó a comer y conocerse en un restaurante de Londres. Aparecieron, y empezó a desfilar un plato tras otro: no hablaron entre ellos una sola palabra. Al acabar el postre, Dylan se levantó y se fue. Van Morrison le dijo a su contable: “Estaba en muy buena forma hoy, ¿no?”. Hacer justo lo contrario de lo que uno espera de ti: no es una mala filosofía, pero hace falta tener carácter. Como darle la mano al Papa. Como permitir una versión de hip hop de una de sus canciones: Most likely you go your way (And I' ll go mine). Como enchufar, después de ser investido Dios con menos de 25 años, una guitarra y ser escupido como un Judas. Primera parte del concierto, folk: la segunda... ¡rock! Del Newport Folk Festival, escribe Enrique Martínez: “Cuando Dylan es casi obligado a volver a escena en su formato cantautor, en lo que parece un acto de arrepentimiento, la cuela doblada. Entona no una de sus canciones protesta, sino una amarga canción de separación amorosa dedicada a Joan Baez, It's All Over Now, Baby Blue, que él transforma en ese mismo momento en otra cosa. En su penúltima línea, Dylan grita con rabia más que canta: ‘Go strike another match/ And start anew/ It's all over now, Baby Blue’. Y deja atrás a aquella asamblea de justos, para seguir buscándose a sí mismo lejos del abrigo del rebaño y al frío de la intemperie”.

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