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jueves, julio 24

21 curvas

Después de todo la ardiente vida de uno sigue recorriendo las lejanas rampas de Val Louron (Chiapucci e Indurain escribiendo su leyenda en el 91), del Col de Aspin, del Galibier, de la Croix de Ferre, del Hautacam, del Tourmalet, de Luz Ardiden (Lale Cubino en el 88 reventando el Tour con Javier Ares al borde del infarto gritando “Lale, Lale, Lale, Lale”, incapaz ya de decir más en los dos últimos kilómetros que ese “Lale, Lale, Lale, Lale” hasta que Cubino, ilustre de Béjar y rodillas de cristal armado, cruzó glorioso la línea de meta). Después de todo la ardiente vida de uno todavía lleva tatuada aquella portada del Marca (“Extraterrestre” a cinco columnas) cuando Indurain, en la contrarreloj de Luxemburgo, puso al segundo a tres minutos y dobló a seis corredores dejando inaugurado el ciclismo moderno. Después de todo no ha habido aún impacto semejante para un niño que la subida a Luz Ardiden en 1988, cuando Perico Delgado empezó a subir el gigante junto a Gert-Jan Theunisse y Stephen Rooks. Fingió el segoviano una pájara, se dejó caer levemente como quien cede con la mano al peso de una piedra y, cuando los rivales se las prometían felices y gimoteaba el gran Pedro González en TVE (“se queda, Perico no puede, Perico se queda”), arrancó Delgado como el veneno enseñando primero el amarillo y llevándoselo luego por las curvas, él solo, à la recherche du temps perdu. Después de todo la vida de uno y la vida de muchos puede reconocerse en cada una de las 21 curvas de herradura de Alpe d’Huez: allí se cocieron infancias, hubo traiciones e historias de amor, ejercicios de memoria y desmemoria, se hundieron voluntades que parecían inquebrantables, tocaron la gloria los elegidos entre muchedumbres que se volcaban hasta parecer estar abriendo un río humano entre pedaladas exhaustas, subió Van Poppel agarrado al guardabarros de un Peugeot, ganó Echave una etapa antológica, cayeron ciclistas, se bajaron algunos y voló un Pantani enloquecido despedazando a unos y otros hasta coronar el mundo. Después de todo siempre nos quedará Alpe d’Huez y con él lo eterno: las arribadas de un pelotón descompuesto al paso de quien ha estado en el infierno y lo va a contar, el paraje a vista de helicóptero desnudando entre las curvas la fragilidad de las hormigas que suben y bajan montañas en siete horas y las carreteras pintadas con los nombres de Lucho Herrera, Moreno Argentin, Martín Farfan, Marino Lejarreta, Charly Mottet, Laurent Fignon, Fabio Parra, Greg Lemond, Gianni Bugno y Ángel Arroyo. Cézanne pintó cien veces la montaña de Saint-Victorie para hacerla perfecta y cien veces podrá subirse el Alpe d’Huez que nunca habrá una historia igual que otra: ayer en la primera rampa desencandenó un ataque sin cuartel Carlos Sastre. Por cada suicida en Alpe d’Huez, una victoria.

3 comentarios:

yaya dijo...

Comentario en el trabajo hoy: "Mañana Sastre dará positivo y será Carlos De-Sastre" Poco ingenioso, pero tremendo. Mi madre, una enamorada del ciclismo y de Pantani, ya no quiere entusiasmarse con ninguno "para que total mañana me digan que iba flipado"

M. dijo...

La verdad es que subir cinco puertos de montaña, algunos de categoría especial, tiene que ser muy sufrido: con EPO y hasta con coche. La condena es que algunos lo hagan y otros no. Yo (pater) los absuelvo a todos. Y, desde luego, prefiero no saber. O saber más tarde, cuando haya bajado el telón.

yaya dijo...

Yo estoy de acuerdo contigo totalmente.