"Mi madre era la bruja más asquerosa del siglo, pero tenía derecho a serlo: mi padre y yo le hicimos la vida imposible", dice Leopoldo María Panero en Después de tantos años, la segunda parte de El desencanto, película que levantó el acta de defunción del franquismo a través de una de sus más singulares familias. Ricardo Franco la rodó en 1994, dos décadas después de que Chávarri hiciese la suya. Y por fin he podido ver entera la decadente epopeya de los tres hermanos (Juan Luis, Leopoldo y Michi). Allí están de nuevo enfrentados a la cámara y de nuevo huérfanos: en El desencanto, de su padre (el poeta del Régimen); en su secuela, de su madre, la bella y nostálgica Felicidad Blanc. Allí está de nuevo el guapo Michi, ya envejecido, con rasgos dipsómanos, descreído y fugaz, con una cínica lucidez, emprendiendo el camino de vuelta que lo dejó en la muerte en 2004 a los 51 años. Michi, desdibujando la "hipócrita izquierda literaria madrileña", un grupo de "horteras de mierda que no saben escribir un mal poema", y animándolos con una frase que luego fue legendaria a aguantar a Leopoldo María Panero, si tan amigo de él eran: "¿No habíamos quedado en que la familia no existe? Pues que vayan ellos, joder, que vayan ellos". El Michi decadente y casi fantasmal, incapaz de caminar, desmintiendo aquel "éramos tan felices" que cantó en El Desencanto y recordando que "lo peor que se puede ser en esta vida es un coñazo". Michi, en fin, diciendo que "todo el mundo tiene derecho a defenderse de la vida". Y allí está Leopoldo, encerrado en psiquiátricos: “La gente que sufre no tiene porque ser buena. Generalmente es más mala que la quina (...)”. Leopoldo, reclamando de sus hermanos las chocolatinas que le llevaba su madre. Allí Leopoldo, paseándose entre una naturaleza muerta, recitando a Ginsberg: "He visto a las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura". Y más allá Juan Luis, abominando de todos: "Me he sentido más hermano de Octavio Paz que de cualquiera de ellos". “Mi madre”, dice Michi en una de las pocas sonrisas que ya le concede la edad, “encontró a Leopoldo sobre una silla, desnudo frente a la ventana, sosteniendo una bacinilla llena de agua y dentro de un círculo de tiza que había dibujado en el suelo. ‘¿Qué haces?’, le preguntó. ‘¿No lo ves? El ridículo”.
martes, julio 29
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10 comentarios:
La ironía no vale pa na. Los estribillos de perfumes y actitudes nobles nos aplastan y no hay nada que hacer.
Yo vi El desencanto hace años y lo hice casi con vergüenza por estar contemplando las miserias de una familia. Sé que es una buena película, como lo será la de Jesús Franco pero me plantea ciertas dudas éticas, parece que nadie en esa familia está lo suficientemente cuerdo como para decidir si es bueno ser retratado de esa manera o no. D
esde el psiquiátrico Leopoldo María sigue siendo un gran poeta. Y la última frase es genial.
Michi fue el más grande de los tres, eso está claro. En esta peli se sale...
Si papá Panero levantara la cabeza se los cargaba a todos... hasta al perro.
Michi, sin duda, fue el más auténtico. Leopoldo, loco profesional, y no le va mal, y Juan es casi peor, tanto como poeta como individuo, o eso me parece.
Y no me parece mal que ventilen sus miserias. Si ellos gustan, no voy a oponerme yo.
A ver quien escribe la vida de Michi Panero... ¿O ya está escrita?
...ya decía yo que estaba leyendo cosas que no recordaba de la edición impresa...
genial, M, genial, me encanta(s)
besín,
L
Me encanta Michi abominando de la vida literaria y sus personajes: hasta los santos cojones de la familia en la que nació. Su sarcasmo en El desencanto es memorable: donde los otros pretenden, incluso Leopoldo de manera muy suicida, él raspea, inasequible a la trascendencia. Como si todo fuese un juego, que en realidad es.
En la segunda parte me recuerda a Scott Fitzgerald en aquellos años de Hollywood, olvidado y dado por muerto. No me extraña que se convirtiese prácticamente en un objeto de culto, una reliquia de otro tiempo. 'El hombre que casi conoció a Michi Panero' es un título fantástico para una canción.
A mí ese tipo de personas, ese tipo de fantasmas de vuelta de todo y de decadente físico, me subyugan (¡me sulivelan!). Pero como dice el propio Michi: es una mierda. Eso y el malditismo. Algo bastante estremecedor que dice Michi de Leopoldo: es sucio. Si él no aguanta a los coñazos (y quién), lo de los sucios (la suciedad olorosa, la suciedad de verdad: la que se traduce en peste) me desestabiliza.
Y bueno: qué decir del engolamiento de Leopoldo en El desencanto, esa manera de hablar inequívocamente pija diciendo cosas tan inequívocamente terroristas para ese mundo. Ese mundo de papá y sus hijos blandos que fueron cayendo, a saber, en brazos de la heroína y la locura.
Hay un momento muy divertido en el que Leopoldo compara a su madre con la madre de Haro, que le dejaba hacer más cosas sin ponerse tan histérica: ¿hay algo más pijo?. "Pues a lo mejor la madre de Eduardo...", protestaba la pobre Felicidad Blanc, en el papel de yo más madre que ella.
Que vayan ellos, que decía el otro.
Este último comentario se merece ser artículo, Manuel.
Tres cosas salvo del Diario:
-El chiste de M. Castro.
-La columna de Jabois.
-Los deportes, pero sólo porque soy un forofo.
A propósito de todo esto, y profundizando, acabo de colgar ahí arriba una entrevista que hice hace tres años a J. Benito Fernández, el periodista que escribió la biografía de Leopoldo María y, años después, la de Haro Ibars. Hablé con él de la última. Un abrazo.
"¡Que vayan ellos, joder! Que dejen de dar la matraca, ya, horteras de mierda. Cojones, ¿por qué tengo que ir yo? ¿No habíamos quedado en que la familia no existe? ¡Pues que vayan ellos, que les interesa la literatura! A mí no me interesa la literatura, ni la familia ni ellos: por este orden. Me interesa mi perro. Y punto. Y sobrevivir mal que bien"
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