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martes, enero 13

La noticia es el rico que se suicida

He leído este fin de semana semana con una atención excesiva los grandes reportajes que, como suponía, se desplegaron alrededor de la vida discreta de Adolf Merckle. Desde que hace ya varios meses X. dejó el periódico en un restaurante de A Coruña diciendo aquella frase («están moi divertidas estes días as páxinas de Economía») le doy vueltas a unas ideas pequeñas pero exactas acerca del dinero, y esa manera tan prodigiosa que tiene de mover el mundo. De moverlo y de hundirlo, casi sin perder la perspectiva, cada cierto número de años. Todo muy folk.

Cuando hace menos de un año empezaron las risas en Wall Street la cosa tenía una importancia casi metafórica. La crisis estaba en el salmón y en los ejecutivos de Lehman Brothers y en todos esos financieros que recogían en cajas sus pertenencias para irse a sus áticos de lujo a afilar el colmillo hasta la próxima. Incluso un paisano fue allí a subirse a un taxi a pedir que viviésemos como galegos.

Uno confiesa entonces haber asistido a los telediarios con la secreta esperanza de ver las farolas de Manhattan ocupadas por los cuerpos bamboleantes del 29 y ventanas abiertas por las que saliesen flotando las cortinas viejas de la pensión en la que alguien, un cristiano padre de familia, se acabó tirando. No hubo tal, y sin embargo la amenaza se extendió como una mancha de aceite hasta pringarnos las chancletas con un océano en medio y diferencia horaria al margen. Estaba todo tan lejos y éramos todos tan felices que aquello parecía la guerra de los mundos narrada por Orson Welles con la ventaja de que nosotros ya sabíamos que se trataba de Orson Welles.

Y este cinco de enero Adolf Merckle, el quinto hombre más rico de Alemania y el 94 del mundo (siempre me pareció entrañable el ránking de los ricos y siempre quise saber, y algún día Internet me dará la respuesta, en qué aseada posición aparezco yo) salió de su casa y se fue directamente a las vías del tren a esperar que pasase uno. Cuando lo oyó, en la oscuridad, a seis grados bajo cero, se tiró a su paso. Fue un suicidio tradicional, austero, muy acorde con su modo de vida: un señor de espíritu calvinista que se movía en bicicleta y al que disgustaban las ostentaciones. Que puestos a matarse, prefería echarse a los pies de un tren que calzarse una bala de oro en el cerebro.

Lo extraordinario sin embargo fue que aquello conmoviese al periodismo. En el último crack la noticia era el rico que no se suicidaba. Los tiempos han cambiado, pero más han cambiado los ricos. Que un tipo como Fernando Martín, aquel Evo Morales de Loewe, apenas haya acusado en su rostro (o en su ropa) el golpe de cerrar la primera inmobiliaria europea, ya dice algo. Aunque sólo fuese por decencia, e incluso decencia histórica, de lo que fueron los ricos y de lo que tienen que ser, Martín debería haberse homenajeado con ropa de Zara y un menú en el chino. Se lo debía a la prensa, y se lo debía al ciudadano: se lo debía también al periodismo, y de paso a los madridistas.

Merckle tuvo un sentido del honor acusado y eligió la poesía para morir, el viejo romanticismo de toda la vida: incluso dejó una carta a su familia pidiendo perdón, oh, perdón. Tenía 74 años y su vida fue su imperio, lo que parece suficiente. Uno siempre ha respetado mucho los imperios, sobre todo los que hace uno de la nada, aunque Adolf Merckle heredó de familia ochenta trabajadores y otros heredan, con suerte, ocho hipotecas.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Cada uno con su conciencia que haga lo que crea que deba hacer.

Los Fernando Martin (este no es más que un ejemplo) de nuestro pais no tienen ni de lejos el mismo sentimiento de culpabilidad que este hombre alemán.

Resulta paradójico que tres dias después de su muerte los bancos alemanes de diesen el crédito que necesitaba para reflotar su trasquilado imperio, llegó demasiado tarde...

un saludo!

Anónimo dijo...

Nuestros Ricos no han estado de Erasmus y El Calvinismo que practican es el Calvin Klein y similares . Los que sí lo conocían en su versión original, desaparecieron a pesar nuestro, hace años, aunque dejaron para su posteridad algún Dique de Abrigo y para su Heredad, Diques de Agua que estos, en afán paleto, llevaron para Madrid, hasta diluirlo todo en un Páramo .
Los Ricos de ahora, excepto casos internacionalmente reconocidos, son en base a tertulias de Palco_el de tu equipo es básico dominarlo_ en días de liga de campeones, o de favores de imágenes Mediáticas desvergonzantes, tanto, que de hacer lo de la vía, llamarían antes a toda la prensa para el momento cumbre y se suicidarían en horario prime time de audiencia .
Pero no lo harán; en esta tierra los golfos siempre han sido muy bien celebrados en todos los tablaos .
SEito

Anónimo dijo...

Interesante reflexión socio-monetaria. Poderoso caballero es don dinero, pero nubla demasiadas conciencias...

Un abrazo, Don Manuel!

ángela dijo...

Sólo una cosa: el "hombre hecho a sí mismo" no existe.