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jueves, enero 18

Como nosotros

Probablemente en España no hay una sola persona que despierte más empatía que Eduard Punset. Lo de ese hombre con la comunicación es pura magia. Se derrite ante él el pulcro anquilosamiento de Matías Prats e hinca la rodilla el mismísimo Gasset, otro prodigio a la hora de embaucar a un escéptico. El pasado martes de madrugada tuvo Punset la feliz ocurrencia de aparecer por el plató de Andreu Buenafuente, probablemente el tipo más gracioso de la tele (pero no gracioso al estilo del guión machacadito de Eva Hache: gracioso de verdad, que cae en gracia). Llegó bajo ese aire familiar que le da el peinado revoltoso que lo iguala, sentimentalmente, a Quintín, el padre de Jorgina (la primera transexual de nuestra infancia) de Los Cinco de Enid Blyton. Los dos ofrecieron ya muy tarde, aproximadamente a la hora en la que Punset sale los domingos en Redes, varios momentos estelares, de los que hacen afición. Sin duda, aquella burbuja empática que flotaba entre ambos alcanzó su techo cuando llegaron a un tema escrupuloso: el amor. ¡Punset y Buenafuente se disponían a hablar del amor!, y un ratón dormía en su jaulita de plástico junto a ellos (“hemos traído a un ratón porque hoy viene al programa un científico, y claro, nunca se sabe: hay que estar preparados”, había dicho Buenafuente). Se arrancó Punset, la voz modulada: “Hay quien piensa que el amor es una cosa de hoy, que es algo de literatos, de poetas... ¡Pero el amor es química: existe desde siempre, desde hace 3.500 millones de años!”, se explicó el profesor. “Sabíamos que Sara Montiel tiene ya una edad, ¿pero el cubano?”, pensé desconcertado. Buenafuente se acercó, y Punset clavó su mirada en la de él. “Hace 3.500 millones de años una bacteria en un charco soltó líquidos, soltó sustancias químicas, para preguntar: ¿hay alguien ahí?, ¿hay alguien más? ¡Esto es así! Y es asombroso. Y la bacteria estaba sola, despavorida, asustada...”, dijo el científico. “Ya, y salió a ligar”, interrumpió Buenafuente. Pero el ambiente ya no estaba para gracias. 3.500 millones de años son muchísimos años, y en el plató y en el salón de mi casa se hizo un silencio espeso. Estábamos hablando del inicio de la vida, y probablemente Sara Montiel ya andaba por allí. Pero Punset, que es uno de los pocos hombres que se gusta muchísimo y que al hacerlo gusta también a los demás, ya se recreaba en el plató. “El amor es la mirada. Nos enamoramos con la mirada. ¡Con los ojos! Eso que sucede es química”, dijo. Buenafuente dio un paso atrás: “¡Es que yo me estoy enamorando de usted!”. Cuando ambos se percataron de que el ratón se había dormido, bajaron la voz y continuaron la charla entre murmullos hasta que el animalito abrió los ojos. Un “oooh” de ternura se levantó entre el público, y el ratón lo que hizo fue darse la vuelta, cambiar de postura y volverse a dormir. “¡Como nosotros!”, exclamó admirado Buenafuente. Como nosotros, debió pensar Punset.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

De pequeña me encantaba Jorge, como le gustaba a Jorgina que la llamaran, ¿te acuerdas? y, como ella, quería ser un chico. A los chicos se les permitía subir a los árboles, jugar al fútbol, mancharse o tener moratones en las piernas... podían hacer pis de pie y no tenían que ponerse horribles faldas ni llevar coletas. Sin embargo, nunca dejaron de gustarme los chicos (en aquella época Elliot, de ET, Juan, mi compañero de clase o David, el 'dado' de Parchís). Simplemente ya entonces veía que su vida era más fácil y desde luego mucho más divertida. Y no me equivocaba. Supongo que por eso nunca me había planteado que Jorge fuera transexual.

Tu artículo me ha devuelto a la estantería de los libros de mi infancia. Otro día lo volveré a leer y entonces me detendré en Punset, en el amor, en sus palabras... tantas cosas. Pero hoy me quedo con Jorge, con su cabello revuelto y las aventuras de Los Cinco vale?

conde-duque dijo...

Meri, no nos hables así que la química empieza a hacer sus devastadores efetos....

conde-duque dijo...

efectos, quería decir (me ha salido a lo Pepiño Blanco)...