Se murió Ryszard Kapuscinski a los 75 años: muy joven. Por este motivo (su muerte, no su plateada, ya inalcanzable juventud) recuperó ayer Arcadi Espada en su blog la entrevista que le hizo él en el año 2000 en El País. La leo con mucho cuidado, in corpore insepulto, masticando el primer bizcochito de la mañana y apurando una resaca extraña. Recuerdo, mientras me acerco a las primeras turbulencias (“El Estado está en crisis. Han desaparecido estados en Europa, en África. Las regiones parecen más fuertes”), que Kapuscinski sonó mucho para el Nobel este año: una oportunidad perdida. Se lo dieron a Pamuk, que debe tener la mitad de años y pinta de longevo: la Academia tiene muy poco ojo. La última frase de la entrevista es de las que ponen cachondo a Arcadi: “En cuanto a la novela, nunca me ha interesado: la novela es una huida”, dice Kapuscinski. El titular, sin embargo, era de peso: “La Unión Soviética mató a la izquierda”. A mí sin embargo me conmovió una rememoración clásica entre la intectualidad: el 68, su espíritu. Ese año pilló a Kapuscinski en Latinoamérica. “En Chile y en otros países de América Latina. Había una agitación tremenda. Hacía poco que habían matado al Che. El Che estaba presente en todos lados”. Y entonces pensé, de repente, en los sesenta: en todo lo que nos contaron, lo que nos dejaron de contar, y Elvis Presley, y toda la pandi. Nosotros -los de finales de los setenta, los de primeros de los ochenta: una añada que, por perder, también se perdió la Movida- nunca viviremos los sesenta, ni pisaremos las flores sobre el cemento de París, ni atravesaremos corriendo los pasillos del Louvre: ni antes, porque no nacimos, ni después, porque el Parkinson no nos dejará ni siquiera acercar el último porro a nuestros labios: lo fumará Ramona Maneiro a nuestra salud, y luego desenchufará la máquina. Esa década es una década ya perdida: y quizás sea la mejor, como los paraísos de Proust. Pero entonces surge, de entre las tinieblas de la desesperación, una cuestión trascendente: ¿cuál será la década de nuestra generación?, ¿dónde estará el punto de inflexión del que surjan, poderosas, las figuras luminosas de este siglo? ¿Y la ciudad: y el eje sobre el que girará el mundo? Porque fue París, ya desde los años veinte, la ciudad del siglo XX: el refugio de las artes, el aplastamiento nazi, la nouvelle vague, el mito cosido en blanco y negro por América, la del Norte y la del Sur, y las pajillas cinematográficas de la progresía española. Todavía no sabe uno si los adolescentes saben ya por dónde van a ir los tiros, y de qué irá la vaina del siglo XXI. Se han empezado ya a rodar grandes películas, a escribir grandes libros y aguardamos expectantes el resurgir de Melody, la niña de “las manos hacia arriba / las manos hacia abajo”. No hagan caso, mientras tanto, del presente: es un movimiento entresiglos, fluido y rico, que quedará encasquillado entre dos épocas, dos muros. Ahora mismo probablemente estén naciendo Marylin Monroe, John Lennon, Pablo Picasso y Fidel Castro. Tendrán acceso a Internet, podrán operarse las tetas. Y en unos años nacerá un nuevo Kapuscinski para retratar las guerras, frías y lejanas, del nuevo milenio. Y todo seguirá igual, y a la vez será distinto.
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1 comentario:
Los Fideles del futuro serán menos burdos, dejarán el traje militar en el armario para jugar a las soldados con su loba; ahorrarán horas de discurso y lo invertirán en mirar por el ojo de la cerradura... del votante. Supongo que tú y los de esta generación estamos clavados en la década de los noventa, que fue la nuestra, cuando ya teníamos edad para ir la cárcel. Pero da igual, todo esto es el sueño de un perro, tu y yo no existimos.
Y una característica de lo que asoma, ya se ve, es que no creo que se localice (como París y Nueva York en el siglo pasado)en ningún lugar concreto el centro de la vida cultural etc... O ese lugar es un no-lugar, todos loS lugares y ninguno; la Red. LOs cafés dónde se redactaban los manifiestos que al final solo servían para limpiarse el culito ahora son los blogs, los chats, por ahí.
De esta manera va a ser difícil quedar manco en una refriega de taberna; y lo de la sífilis también será complicado.
Un saludo.
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