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martes, enero 30

Sensación

Kate Moss ha vuelto a los titulares por un motivo mucho más sugerente que la cocaína: su inesperada vejez. Una lujosa firma de maquillaje podría rescindirle el contrato para buscar a chicas más jóvenes. Los portales de internet, el magma de la modernidad, daban la noticia con júbilo contenido: el siglo XXI, el progreso, nosotros mismos. Kate Moss tiene 33 años y no debería levantar la voz: en otras épocas a la gente a esa edad la cruficaban. Ahora a una simplemente la desalojan: se echa a un lado, y se hace uso de ella para cualquier otro fin, preferiblemente aquel del ‘efecto Nadiuska’, del tipo juguete roto. A propósito de la juventud Scott Fiztgerald dejó varias sentencias humeantes. Mi preferida es ésta: “Era una mujer bella, pero ya marchita, de unos 27 años”. La treintena está considerada la última estación de la juventud, pero ya no de la belleza, que se busca en la primavera de la adolescencia. Hacia allí viaja la publicidad, al paso del talento desconocido. Priman las lolitas espumosas que no han cumplido dieciocho años. Se valoran al peso las carnes vírgenes y la mirada llameante de una estudiada inocencia. Y se devalúa la ‘heroin chic’ que en los noventa encarnó la propia Moss: aspecto de chica cansada, tirando a la anorexia, sin dibujo en el cuerpo y una mirada decadente que se posaba sin brillo en la pasarela para gozo de los yonquis y de los pervertidos. La compañía a la que presta su rostro Moss dice buscar modelos “más jóvenes que le den a la marca un toque más fresco”. Y la propia Moss, meses antes, dijo: “Tengo que pensar en utilizar pronto Botox, posiblemente a lo largo de este año: no puedo tener arrugas”. Y sin embargo cree uno recordar que cuando Adolfo Domínguez bajó del Sinaí con las Tablas de la Ley y proclamó al pie de la montaña aquello de que la arruga es bella, lo hacía para todos: hombres y mujeres, fariseos y samaritanos. Hay que observarlo todo, pues, con detenimiento y a cierta distancia, para no arrugarse antes de tiempo. Ese “no puedo” de Kate Moss es un reflejo patético de su desesperación. La ‘heroin chic’ va camino de convertirse en ‘botox chic’: de ser la fundadora de un patrón moderno pasará a engrosar la lista de discípulas de Cher. Por lo menos su edad es pública, y ya no hay tiempo para que perdamos la memoria y chapoteemos en el calendario cuando la buena de Moss cumpla los sesenta. Hace un par de años El País Semanal reunió a varias actrices españolas que habían cumplido los cuarenta. Se hablaba de los abismos de la edad en un oficio difícil: el de la interpretación, que exige difundir un rostro. Uno ha aprendido a valorar ese tipo de profesiones. No debe ser fácil asumir el coste de los años: la eterna y desgastada lucha contra el tiempo. Digo esto porque la redactora de El País lanzaba un par de dardos envenenados en el texto: dos famosas actrices se habían negado a hacer el reportaje; una porque aseguraba no representar esa franja de edad y otra, literalmente, porque dijo que ni siquiera tenía cuarenta años (el efecto de esas declaraciones, de esa negación que les sale del alma y que acaban creyendo, es el mismo que el de Anasagasti tratando de ocultar su calva: un ridículo ligero, casi comprensible). El despido de Moss, si se produce, no será sintomático, sino sensacionalista. Pero es algo que viene de lejos: la propia juventud es sensacionalista. Incluso la belleza.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

me vas a perdonar de antemano,porque con toda probabilidad mi juicio sea demasiado rápido y simplista: me aburres, más que "EL ESCRITOR FÁCIL" debieras hacerte llamar "LITERATURA BARATA", sigues siendo denso, carente de emoción, distorsionas el mundo sin apartar la vista de tu ombligo... dime ¿ cuándo vas a madurar?... no, no te equivoques, no te pido que crezcas.. se un niño toda la vida... pero MADURA!!!!

Anónimo dijo...

He notado un ligero toque de envidia insana en el primer comentario... Aunque mala, la publicidad siempre es publicidad. Y si no que se lo digan a nuestra Kate que, gracias a una acertada 'rayaza' ha llenado sus arcas y aumentado su caché.
Por cierto, no me ha quedado claro el concepto de distorsionar el mundo. Seguro que se refiere al Photoshop... Qué sería de Ana María Ríos o Belén Esteban (Interviú) sin el bendito programa.
Espero capear el crack de los 30 mejor de lo que Moss lo está haciendo. ¡Sólo me quedan 8 años! Espero no caer en el culto del bisturí.
Un saludo
Fin (un niño que se hace mayor...)

Anónimo dijo...

el anónimo, carente de emoción?... carente de huevos para poner su nombre, como siempre,

raul, desde madrid

Alba R. Santos dijo...

Siempre hay un roto para cada descosio, señor anónimo... ¡¡suerte tiene este Jabois de que hayan dado con él tantos interesados en, ¿cómo dice?, "literatura barata"!! Gente siempre hay pa to... que le vamos a hacer!! Yo, está claro, estoy entre ellos.

Lo que me intriga es saber porque vuelve este señor anónimo por aquí... y no suficientemente aburrido con las visitas, ¡¡se anima a dejar sus saludos y seguir perdiendo el tiempo!!

A mi me parece cojonudo... que siempre está bien eso de opiniones para tooo, que le dan ritmillo a esto.

¡¡suerte!!

Anónimo dijo...

carente de emoción es una expresion de literatura muy selecta, que usa mucho garcía márquez en cien años de soledad. "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, carente de emoción, el betis-barca acabó en empate a cero". Tonto, tontito. Carente de emoción, dice. ay que si te pongo nombre!!

Anónimo dijo...

Querido, ¡queridísimo Fin!, qué alegría escucharte de nuevo. Has ganado la apuesta como un caballero. ¡A la mierda Italia! ¡A la mierda Monica Bellucci! Te debo el lacón y el barrantes, y un póster de la gallega de Cancún. Para que lo flipes.

Mi querida Wendy: mira quién vuela.

Y Raulito, y su emocionada defensa. ¡Que hasta me llama indignado por teléfono, como si me hubieran insultado en la tele! No, no voy a censurar un sólo comentario en el blog: soy carne de escarnio.

Bicos, rei.

Anónimo dijo...

ay!!! cuanta ignorancia... me da que me confundís con vuestros fantasmas personales... primero, NO SOY CHICO, sino chica, y no os conozco de nada, escribo desde Mallorca, y, con este, he escrito 3 mensajes en este blog...
en fin, buenos días

Anónimo dijo...

La treintena puede ser "la última estación de la juventud", pero desde luego no lo es de la vida, ni tampoco de la belleza. Sin embargo, reconozco que me asusta la velocidad con la que cumplimos años. Primero, porque en esta sociedad la juventud es un valor al alza, y todos inevitablemente nos alejamos de ella cada día. También porque los cánones de belleza que se exigen son cada vez más difíciles de alcanzar por la mayoría de mujeres y de hombres (sí, sí, vosotros también, salvo honrosas expcepciones, a ver quién es el guapo que se libra de unas entradas incipientes, cuando no es una calva completa, una buena barriga y las correspondientes arrugas de expresión a medida que se aleja de los veinte). Pero sobre todo me preocupa el paso del tiempo por todas las cosas que dije que haría y que aún no he hecho; por todo aquello en lo que creía y que ya no creo, por las personas que se van quedando en el camino, y porque en el fondo no quiero dejar de ser una niña.

Me ha gustado mucho tu reflexión, Manuel. A quienes no saben valorar lo bueno, pues qué decirles, que, efectivamente la ignorancia es atrevida, anónima.