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viernes, agosto 10

Desconocidos

Algunas de las pequeñas tragedias del verano (no han sido pocas: a Letizia le sobraron dos trapos y le faltó un principito para que el juez secuestrase el Fortuna) se derriten al calor de esta exclusiva propuesta por Libertad Digital, el más fino de nuestros confidenciales: “La madre de El Solitario fue en las listas de IU en Las Rozas”. Se le supone a la mujer (y a su ideología, por supuesto) consciente de las andanzas de su hijo: de sus atracos y sus fríos asesinatos, de su tortura social ensombrecida por la barba. El mensaje subliminal es tan evidente que da pereza repetirlo: “Detrás del mal siempre hay algún rojo”. Pero cuando pienso en recuperarme (ando con fiebres, como el ganado inglés) sale por la pantalla un abogado de rostro vagamente familiar que compara al Solitario con Curro Jiménez, dice de él varias veces que tiene un “par de huevos” y que atracaba para “liberar España” de los bancos. Los apellidos del abogado justifican el uso indiscriminado de los “huevos”: es Trillo-Figueroa. A los Trillo-Figueroa los criaron en una pollería, eso es evidente. Pero Libertad Digital aclara: “Lleva veinte años sin hablarse con su hermano”. Al alba y con viento de levante, pienso: El Solitario liberando España y el pobre diablo de mi hermano sacando a empujones a unos moros descalzos de Perejil. Ahí las tienen de nuevo: las tragedias familiares suelen ser las mayores de las tragedias. No es que uno no elija a sus hermanos, sino que no elige nada. Uno llega al mundo solo y desnudo e ignorante, y a la mayoría le dan la teta (pronto, para que no desesperen) y a los pocos los dejan abrigados en alguna calle para que los recoja el destino. Son reflexiones que conducen no sólo al coño (porque al coño conduce todo: incluso al origen mismo de otros coños, y aquí volvemos a Trillo-Figueroa: ¿el huevo o la gallina?) sino a Lucía Bosé. “Cada vez que tenía un hijo el doctor me decía: ‘¿Te das cuenta de que estás metiendo a un desconocido en tu casa?’”, dijo la dama. Entre esta blanda actualidad (agosto es un mes de menudencias, incluso jurídicas: campa El Solitario y el Madrid no lleva tres partidos y ya juega peor que con Capello) al menos Raúl Rivero glosó a un bello desconocido, apátrida y seco como el olmo herido, en las páginas de El Mundo: César Vallejo. Estas cosas, estas mínimas alegrías, salvan un verano entero. Vallejo escribió: “Madre, voy mañana a Santiago / a mojarme en tu bendición y en tu llanto”. Y después este verso, más adelante, doblando la esquina al final del pasillo: “Madre, estoy cribando mis cariños más puros”.

2 comentarios:

Portarosa dijo...

Olé... tus huevos.

Muy bien escrito, Manuel. Un abrazo.

Anónimo dijo...

soy el visitante treinta y tres mil setencientos no se cuantos, que en numeros redondos es la ostia de gente.
Volví a leer otro artículo genial. Quizá la fiebre haya ayudado. Me hizo pensar en cuantos grandes genios crearon sus mejores obras en estados febriles y el por qué de ello.
Cuidate mucho Manuel, y utiliza las bajas que para eso cotizamos.

Darnielix