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lunes, agosto 27

Despertar

En los últimos años me ha sucedido algo extraordinario: olvidar lo más inmediato y recordar aquello más lejano. Lo primero es casi un proceso natural al que ya no presto atención y asumo como parte de una deficiencia muy bien pulida con el tiempo: puedo estar horas buscando unas llaves que me acabo de meter en el bolsillo o unos zapatos que ya llevo puestos. Antes llegaba a llorar de desesperación, pero ahora hasta le encuentro cierto encanto, y cuando recuerdo algo demasiado rápido lo olvido para seguir chapoteando un poco más en la memoria, como el niño que juega en la bañera. Lo segundo es una especie de milagro que estoy tratando con mucha delicadeza: una sucesión de recuerdos cada vez más lejanos que aspiro a que me lleve algún día directamente al paritorio, y aún más atrás. Oficialmente el primer recuerdo de mi vida siempre fue éste: subido a hombros de mi padre en algún gol del 12-1 (el de Malta, probablemente). Hasta que hace un par de años, de repente, me asaltó otro aún más lejano y ya sin fecha: jugando con la hija de unos amigos de mis padres en Sanxenxo. Es ya un recuerdo muy vago que supuse el límite hasta hace sólo unos días, cuando descubrí que la primera cosa (la palabra cosa, tan tierna para estos momentos) de la que tengo recuerdo es un domingo lejanísimo, despierto en alguna parte, esperando los ruidos de la casa para emprender el día. Esa quietud blanca y lenta, y el silencio casi original en todas las habitaciones de la casa mientras los padres duermen y el niño espera con los ojos abiertos esperando una señal o una luz o una voz que le empuje a levantarse, o a tratar de levantarse, es la primera cosa de la que tengo recuerdo y probablemente será ya también la última.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

A mí ya ni siquiera me parece extraordinario (claro que en el 12-1 de haber estado en el fútbol yo habría estado debajo, poniendo los hombros).

¿No será que el deseo es un buen fijador de recuerdos fuertes, y la vida que nos sorprendía era una sucesión de potentes deseos, mientras que la inapetencia con la que vamos viendo las cosas, por lo poco sorprendentes que resultan, las deja sueltas en la malla de la memoria?

Anónimo dijo...

Curiosamente, a mí me ocurre algo similar: suelo olvidar lo próximo y, con frecuencia, me asaltan recuerdos de tiempos imprecisos. Quizá tenga razón nán. Jugoso tu post. Saludos.

M. dijo...

Nán, me parece muy interesante lo que escribes. Y desalentador también. Saludos.

Migramundo, sé bienvenido siempre por aquí. Eso de olvidar lo inmediato, a pesar de la ligereza con la que lo trato en la columna, va camino de convertirse en un serio problema (de hecho, ya lo ha provocado más de una vez). Saludos.