Dicen que al final terminó sudando su propio talento y que sus pies sólo se agitaban en los charcos iluminados por la luna cachonda de Las Vegas. De un golpe de cadera se cargó la vieja moral y luego fundó el rock&roll de un modo pasional y enternecedor: Elvis Presley fue la mayor estrella que dieron los tiempos. Terminó sus días disparando a los televisores y tragando crema de cacahuete y kilos de pastillas mientras enloquecía desplegando una estética imposible. Pero hay decadencias: la suya fue tan cruda que hasta sus canciones cobraron otro sentido y ya poco nos importó que su cuerpo fuese el de un autobús venido a menos. Tipos como él conservan en alcohol un sentido especial que les hace recoger los susurros del mundo para convertirlos en ritmo. Y Elvis le dio ritmo al mundo: le dio rock&roll y todo empezó a fluir de manera diferente, a cobrar un nuevo sentido. “Antes de Elvis no había nada”, dijo Lennon. Y Dylan agachó el esqueleto para besar el primer estudio que pisó el Rey. Elvis fue Jesús sin sandalias que naufragó en las tentaciones: un Dios negro de piel blanca arrojado a la luz con la misma violencia con la que él se arrojó a la caldera del infierno. Tuvimos a Elvis elevando el tupé hasta el cielo para que el faro de Hound Dog fuese visible en cualquier punto y tuvimos al Elvis hinchado como un balón, technicolor, aullando como un lobo viejo al que está despellejando el tiempo con antiguas obsesiones y sueños incumplidos. Tuvimos los chillidos de las muchachas y la visita de los Beatles a su mansión: “Mirad, tíos, si lo único que vais a hacer es estar ahí sentados mirándome, me voy a la cama”. Todo eso pasó y no estuvimos allí para vivirlo ni para contarlo: pero sabemos gracias a él que la pelvis no es un hueso, sino una forma de vida.
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4 comentarios:
Que grande Elvis, que grande...
Excelente exercicio literario descritivo sobre a vida de Elvis. Eu quedo coas súas baladas de seda envoltas en eufonías redondas e suaves.
Saúdos
Tienes razón, no estuvimos allí para vivirlo ni para contarlo, pero se intuye que nos perdimos algo, aunque yo tampoco sea muy consciente de eso (he sido impermeable al mito Elvis, aunque no a su música).
Las caderas como forma de vida... como programa vital no debe estar muy mal...
Grande sobre todo al final, mi querido amigo.
A mí, Manolo, gústame o seu baile: as pernas, os pés. Gústame o que lle gustaba a Forrest de neno: o principio. Son moi de principios. Gracias polas túas palabras. Por certo: xa van para dous amigos meus que atoparon a túa páxina e quedaron embebidos con ela. Se tódolos embaixadores foran coma ti.
Mabalot, yo soy un mitómano insufrible. De hecho, soy más de mitos que de obras, que manda carallo. Elijo la vida: los meandros de una biografía. Su lustre y miseria.
Abrazos.
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