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martes, julio 1

Al levantarse Samsa de la cama

Comparto con Kafka el insomnio y un muy apurado sentido crítico de la burocracia y sus ‘vuelva usted mañana’; nos separa el talento y la tuberculosis. También escribí cartas durante un tiempo, y hoy ya corto y pego aquello leído para enviarlo bajo la asepsia de un correo electrónico ("una lágrima", dijo hace años Saramago en un arranque más propio de Boris Izaguirre, "jamás emborronará un email"). Como Samsa, espero un día amanecer de cucaracha y despertar, luego de un sueño fértil, acompañado de un dinosaurio. Praga es una ciudad de ángeles un día plagada de demonios, y antes del castigo halló Kafka, para su pasmo, la penitencia. Allí está glosado en cada esquina, y se celebran sus cafés, sus agostados rincones, la huella revuelta y ya enferma de sus días. Murió a los 41 años, que es la edad ideal de un hombre: antes, el incierto ascenso; después, una antigua decadencia. Dijo Fitzgerald, ahogado por el éxito a los 25, que nadie debería vivir más allá de los 30 años: lo respaldé tanto como pude, pero faltan tres semanas para mi cumpleaños o mi defunción. Serge Gainsbourg se pasea por Venecia con la juvenil Birkin cantando Je t´aime, y en esos 41 años reconozco una rara naturaleza de fuego nada insípido: al llegar buscaré nuevos destinos. A esa edad se llevaron el cuerpo de Kafka de Viena a Praga, y un junio lo enterraron en el camposanto judío donde pudieron reverenciarlo los nazis veinte años después. Publicó poco y poca idea tuvo nadie de él. También Pessoa arrastraba la miseria de su cuerpo enfermo de absenta escribiendo en cuartas que metía en un baúl, abierto años después de su muerte para hallar allí a uno de los poetas mayores de la historia. La Lisboa de Pessoa, la Praga de Kafka, el Dublín de Joyce. "Hoy los alemanes han invadido Polonia; por la tarde he ido a la piscina", dicen que escribió allá por 1914. De negro, como Neruda, y genio de la literatura universal: severamente joven, trágicamente oscuro. A Kafka le debemos lo kafkiano y a la vida, lo vivido.

5 comentarios:

conde-duque dijo...

Genial... Feliz cumpleaños.

Reina de Palandria dijo...

Conde-duque arrebatoume as palabras que me suxire este artigo.
Eu tamén cría que morrer aos 30 de tuberculose, ese ideal romántico, era unha morte desexable, pero agora que teño máis de trinta non me parece boa idea aquelo de morrer xove, e deixar un bonito cadáver.

(Por certo, ao chegar aos 30 entras nunha crise brutal, creo que só a supera a dos 40.)

bicos

Dinintel dijo...

Ay, ay...malditos 30 añazos...felicidades muyayo ! ! !

Anónimo dijo...

Articulos como este hacen que me vuelva a congraciar contigo... Cuando te pones eres muy grande.

M. dijo...

Tres semanas, tres semanas para los 30. Dejadme veinteañero unos días más, coño. Gracias a todos. Abrazo.