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viernes, septiembre 12

El efecto Lombao

A finales de 2003 entrevisté en Pontevedra a Bernardino Lombao, un deportista de Lugo que practicó atletismo, balonmano y pádel. Tengo delante su foto: un tipo en estado de revista con un bigote de infantería. Ya entonces arrastraba fama: un año antes hizo el pino en El Escorial en aquella boda de Ana Aznar, epítome trascendental del Imperio. Lombao es el entrenador de Aznar que dijo: "Cuando lo cogí estaba hecho una pena". Era 1996 y el nuevo presidente del Gobierno arrastraba el déficit de inspector de Hacienda acolchado y teledirigido a criar nalgas en alguna oficina de La Rioja. También Rajoy sacó plaza en Santa Pola como registrador: son oficios que van dejando kilos en el bolsillo y en el culo. El estrés de Madrid y una agenda escrita desde el poder, o su aspiración, lo cambia todo. Hoy pocos españoles que no sean actores porno tienen la tableta de Aznar, exigido en su retirada como un gladiador empapado en aceite y pescata al viento en la costa de Cerdeña. El mérito es de Lombao, del que dijo entonces Millás que era salir en un periódico y escribir un libro. El libro lo escribió, y fue un poco lo que le trajo a Pontevedra. Le hice una entrevista, con perdón, estupenda. No salvo columnas de entonces ni de hace un año, si me apuran, pero ciertas entrevistas han envejecido bien: misterios del oficio. Ésta me gusta desde los cuernos ("Aznar me hace mucho caso: con Rajoy hemos acertado") hasta el rabo ("Hago un trabajo muy serio, no sólo esa mariconada del pádel"). Habló Lombao también de las llamadas inoportunas: "Mientras nosotros estamos entrenando ya nos han matado a tres. Te dicen ‘A las ocho en Zarautz han matado a uno...’. Seguimos un poco y él me dice: ‘No puedo, no puedo". Entonces Aznar, como un Aquiles a quien rajan el talón, bajaba revoluciones y se retiraba a sus cuarteles. Las cosas hoy han cambiado y, aunque el poder no exprime, sigue creciendo el efecto Spacey. El entrenador lucense dejó esta semana una exclusiva mundial: Aznar hace al día 2.000 abdominales. En la intimidad, como es costumbre de la casa.

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