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viernes, enero 2

Chandaleros

Ha empezado uno a observar con preocupación el uso descarado del chándal ya no en la calle, a donde uno parece que sale siempre sin vergüenza a ser afrentado por Javier Marías o el cursi de turno, sino en la casa, como herramienta de comodidad, en apabullante contrasentido. Dentro de 200 años se señalará el chándal como se señalan hoy los pololos: una suerte de degeneración colectiva en la que de vez en cuando se sume, para luego coger impulso, la Humanidad. Y será digno de estudio el uso del chándal en la propia casa, cruzándose a la familia en el pasillo y recibiendo a las visitas impertérrito, como si uno hubiese necesitado del Adidas para freír un huevo. El chándal es EGB, sudor y luego el puente de A Barca para el pico de caballo. El pijama, en cambio, es la abuela poniéndote una bolsa de agua caliente en los pies cuando dormías en el pueblo o el vispapurú de haber catarro. El pijama es la infancia y la pantufla y el chándal el acné y el acabose. El pijama es ponerse la casa encima y pasear con ella, bajo el calor de la familia, porque representa una moral, y el chándal remite a una desestructuración tremenda digna de Servicios Sociais. Su historial es casi criminal: los fundamentalistas lo han llegado a combinar con camisa. Si bien su ‘cremallerístico’ destino es incierto, la prioridad ahora (prioridad incluso gubernamental) es sacarlo de casa. No necesariamente puesto.

8 comentarios:

J. A. Montano dijo...

Jajaja, uno de los artículos que tenía pensado para Kiliedro, pero que al final no escribí, iba a titularse "Escritores con chándal". Y era una especie de visión apocalíptica, en plan Aleph, de todos los escritores españoles que, en este preciso instante, están escribiendo frases *desde* sus chándales. Dentro de unos meses leeremos sus obras: hablarán del amor y la muerte, o de lo que sea... pero nosotros no podremos evitar *verles* escribiendo esas frases pomposas en chándal.

J. A. Montano dijo...

Corrijo, el título era: "Escritores en chándal".

Anónimo dijo...

Buenísima descripción de una costumbre que me parece lo más anticasero y hortera-dominguero. Yo soy de los del pijama de toda la vida. Pienso de la misma manera, la pena es no saber describirlo tan acertadamente.

Anónimo dijo...

Será que me estoy ablandando pero a mí lo del chándal tampoco me parece tan mal. Veamos, una cosa eran esos chandals feísimos, zules y con rayas blancas de colegio privado y otra cosa la gran variedad que ofrece el mercado hoy en día. Particularmente en pijama me siento ridículo, en cambio con un chándal y una camiseta se puede recibir a cualquier visita sin parecer una especie de felpudo con patas. Si al pijama le añades zapatillas de cuadritos escoceses la cosa alcanza un grado de hilaridad difícilmente justificable. Pero bueno, para gustos colores y para jardines flores...

Anónimo dijo...

¡Pero bueno!, lo que sí parece el acabose es acabar cayendo en estas controversias frívolas sobre algo que debería ser motivo de debate solamente en conversaciones de bar... y a partir de ciertas horas (cuando se entra en la fase: "Yo soy yo,único en mi divina individualidad", inmediato al de la exaltación del yo amigable que pacientemente nos escucha y que suele tener la misma noción de lo divino y trascendente, nimodos, y por eso es amigo y oyente...)
Que sí, que todo es para reirse, pero vamos, que en la página de Poo queda mucho mejor, y que si el uso del chandal es ridículo en hombres (y en algunas mujeres), será por falta de estilo o gracia corporal, y sino que le pregunten al entrenador de la Johanson...o al del Rhys-Meyer.
Y para acabar cayendo en lo prosaico, que ya se calienta uno, ¿no habrá más seres como yo, sin la dichosa dicotomía pijama-chandal? Porque, vaya, hay una cosa que siempre se llamó "ropa de andar por casa", en la que uno siempre se define personalmente por sus preferencias estilísticas y de comodidad, (que si no me equivoco es el fin último del hogar, y no el de "recibir"), y aquí unos preferimos las camisetas y vaqueros supervivientes de los quince años, jerseys holgados con leggins o incluso ceñidos vestidos demodé que nunca podremos tirar.
Y si el uso del chandal es la degeneración de la humanidad, entremos también a valorar el uso de la corbata o los tacones como elemento del fin de la especie, o de su derecho a pervivir.
Y sino, digamos como los sabios:
La belleza de las cosas solo es objetivable por la visión del que las percibe.

Anónimo dijo...

La clave del debate está en los complementos. Un chandal con zapatos, o con tacones (en el caso de mujeres o Drag Queens), es como una bofetada con tirabuzón. Tampoco es que tenga nada contra los pijamas pero es que siempre es el típico regalo de reyes de la suegra a la que le caes mal, igual que las zapatillas con cuadritos escoceses. Al final acabas organizando una colección y cuando crees que te has zafado de uno porque quedó viejo e inservible van y te regalan dos. Una pesadilla, vamos.

Anónimo dijo...

Ja, ja, ja...pa mí que estos dos no pillaron el mensaje, por lo menos el que pillé yo, uno dice que no está la cosa como para filosofar sobre chándales y se tira una página hablando del tema y el otro que si el regalito del pijama...etc. Dejemos que profundicen.

Anónimo dijo...

¿Acaso sugieres que los chándales y los pijamas no son uno de los ejes fundamentales del equilibrio mundial? Cuanta ignorancia hay en el mundo. ¡Así va la crisis!