Lo encontró M. deambulando por las calles de Coimbra y frecuentando los flotantes círculos universitarios que reverberan en la ciudad de las francas Repúblicas. Llevaba Lobo los ojos azules encendidos, el pelo rizo y un cuerpo menudo y pequeño por el que colarse entre el gentío del bar de Zè las noches de los miércoles, cuando se atrevían los valientes con la absenta. Estaba atrapado en una edad indefinida que lo situaba entre los 30 y los 50 años. Era de Lisboa y no tenía techo fijo: vagabundeaba lo mismo por la calle que por la vida con un estuche de lápices de colores. Se nos dijo que llevaba el pasado colgado de un trauma. Caminaba con unas sandalias oscuras y tenía los pies negros: Fernando Lobo era pintor.
M. lo había acogido en Coimbra con una mezcla de generosidad y extravagancia. Cultivó la ternura con él de ese modo despiadado que le asolaba por momentos. M. pagaba la casa y la comida y Lobo le agasajaba con pinturas de colores hechas en folios, cartones y paredes. Lo conocí pisándose la sombra y doblando las esquinas en las mañanas desiertas y polvorientas de una ciudad que dormía al amanecer, cuando se apagaban las últimas velas de los grandes salones de las Repúblicas. Pronto Lobo fue el centro de gravedad de toda aquella fauna, de todo aquel jaleo de erasmus y malditos, de aquel largo recreo de otoños quejosos, y dos años después M. lo invitó a conocer Pontevedra.
No tardó en enamorarse de la zona monumental, de sentarse en todas las tertulias y de conocer a las muchachas más hippies y bonitas de la Leña y la Verdura. M. era feliz con Lobo porque Lobo volaba solo y no había que estar pendiente de él. Era verano en la ciudad y el sol le descubría cada mañana nuevas sensaciones (“hay ahí fuegos nuevos colores nunca vistos”). A veces se zambullía Lobo en un silencio alegre que estiraba tumbándose en la alfombra para recrear algo: una tierra extraña, un rostro húmedo y lejano, un sabor desconocido. Era un hombre metido en los zapatos de un niño.
Una noche de aquel verano M. me pidió en Sanxenxo que me hiciese cargo de Lobo unos días. Pronto Lobo llenó mi salón de tubos de cartón, de cartulinas, folios y textos escritos con letra de adolescente. Eran botellitas que Lobo arrojaba al mar del futuro con mensajes de pálida belleza. Llevaba sus cosas a los bares, y durante unos días puso a la venta en El Baúl varios de aquellos tubos que vendió con facilidad. Cuando estaba sin dinero, Lobo vivía de los demás, y cuando le entraba algo en el bolsillo se iba a una cafetería a desayunar por cinco euros y salía de allí con un par de paquetes de Marlboro con los que invitaba a todo el mundo. Como buen pobre, era aprovechado en la escasez y generoso en la abundancia.
Pero no me acostumbré a escuchar la puerta batida por otro, ni tampoco al desinterés de Lobo al abordar su despedida. A las dos semanas le dije a M. que Lobo debería marcharse porque era absolutamente imprescindible que yo viviese solo. Se había acabado el verano y M. había volado de Pontevedra y el otoño había dejado en la ciudad ese aire de nostalgia que precede a las lluvias frías del invierno. Le di a Lobo dinero para pagarse un billete a Lisboa, pero la mañana en la que se debía haber ido la asistenta se lo encontró durmiendo en el sofá sin querer marcharse. Se había dejado barba y tenía un aspecto penoso. Regresé a casa, abatido. Me costó media hora convencerlo e incluso tuve que tirar un poco de él: fue una escena triste. Ya en la calle lo vi alejarse con su gran mochila a ninguna parte: no volví a ver tanta soledad metida en un cuerpo tan pequeño. Dejó un tubo de colores que tengo colgado en el recibidor, un gran mural alegre y festivo con aire de portada de Manu Chao y unas poesías bellísimas en portugués que temo haber perdido en la mudanza.
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Este artículo se publicó a finales de octubre. Ayer, en otra mudanza, aparecieron aquellas poesías dulcemente enrolladas debajo de una montaña de ropa vieja. Las leo, y me emociono, porque en realidad no entiendo nada.
(M. no soy yo, sino mi otro)
8 comentarios:
Me alegro de haber descubierto, una vez más, una de tus historias. Que disfrutes de esa "nostalgia que precede a las lluvías frías de invierno" en Pontevedra, periodista.
Un besazo desde Barcelona,
Alba.
precioso, M.
un besín, L
Sea el yo que sea.
Qué bueno.
Uy, ese fue mi primer comentario en tu blog... ¿cómo es que vuelve a estar ahí? ¡¡No entiendo na!!
En todo caso, aunque el invierno ya ha quedado atrás... me ha encantado recordarlo.
Besos, esta vez, desde Salamanca.
Pues a mí también me ha dado penilla de Lobo. ¿Dónde estará ahora (si aún está)?
M., búscalo y escríbenos otro artículo...
PD: A ver si nos pones las entrevistas, anda.
Veo que tienes enlaces con Arcadi Espada y con Santiago González. Conozco a los dos. No así a Portorosa, Mabalot, Miranda y al resto aunque reconozco que hay madera literaria en alguno de ellos. Arcadi es un intelectual fino e independiente, aunque yo no comparta algunas cosas suyas, y Santiago es un "reconvertido" del socialismo felipista que está en la línea de Nicolás Redondo Terreros y Rosa Díez. Fue jefe de prensa de Jáuregui y está bien informado en algunos temas de ETA ( pese a que a veces los datos se los suele pasar un amigo común). Estimado Jabois no se fíe usted del último editorial de El Pais, al que Arcadi hace referencia. Juegan a lo que juegan. Es decir, a ganar, pese a que como labor de distracción aparenten ir contra el PP. Estoy convencido de que al señor Rodríguez Zapatero no le va a tumbar las urnas, ni las innumerables meteduras de pata que está cometiendo (a estas alturas aún no sé lo que coño ha hecho bien desde que llegó al poder). Al señor Rodríguez Zapatero le va a hundir El País y si no al tiempo. Los señores Polanco y Cebrián pueden permitir todas las estupideces que está haciendo el Gobierno, y por eso se están tragando todos los sapos, excepto que les toquen el "negosi". Y el presidente les está tocando los c... con la Sexta y con el periódico que ese grupo quiere sacar. Averigüe, averigüe usted este dato que le doy. También le pido que nos informe, ya que está usted por esas tierras, por qué El País ha sacado una edición en Galicia. Y otra: ¿qué va a hacer nuestro ínclito ministro del Interior?, ¿de qué lado se va a poner?. ¿De su jefe o del grupo Prisa?. Lo tiene difícil, aunque conociéndole como le conocemos, siempre estará en el lado del ganador aunque para ello tenga que "negociarlo" todo. ¡País¡
Suyo, E.
P.D: admiro sus artículos. Creo, ya se lo he dicho, que utiliza muy bien las palabras, pero mójese un poco, hombre. Déle carnaza a sus internautas que seguro que tendrá más entradas y comentarios.
Y otra P.D.: espero su opinión sobre las escuchas telefónicas a un periodista de El Correo por parte del Gobierno Vasco como le anunciaba en otro comentario. Le voy a dar un dato. La jueza que las autorizó, una jovenzuela, está de paso en el País Vasco.
Colofón: comparto al 100% su comentario sobre las diputaciones. Son un anacronismo histórico y un nido de caciques. Los catalanes se las cargaron, me parece bien, y en otras comunidades tampoco existen. El único lugar donde tienen sentido es en el Pais Vasco y Navarra. Por qué narices tienen los gallegos que soportar tal estupidez institucional. El Bloque tiene razón y si se las cargan bien hecho estará. No le quepa duda que ganará n todos los gallegos.
Alba / Wendy (Barcelona / Salamanca), recuperé el artículo y venía tu comentario incorporado, en el kit. Es como cuando compras la Playstation y viene en el pack dos mandos y el juego de Fernando Alonso. Besos.
Beso, L, y gracias. Conde, te preguntas dónde está Lobo. No lo sé. Probablemente haya muerto, o alguien haya abusado de él, o se haya convertido en un maldito. Yo me inclino tristemente por la primera opción. No tenía mucho qué hacer, ni ya mucho qué decir. Buscaba calor.
Erasmo, imagino fàcilmente esa relaciòn El País / PSOE, y no me cuesta nada creerme lo que me dice. Lo que pasa es que yo echaba / echo de menos que Arcadi Espada, ese intelectual fino e independiente, diga algo sobre la manifestación del PP, las declaraciones de Rajoy y etcètera. Y que no nos hable, despuès de la manifestaciòn màs grande que vieron los ojos de Dios, de unas mujercitas de Armani o del coñazo de Sánchez Dragó, y nos ponga para compensar la correspondencia de un amigo en relaciòn a las cifras, que es la forma, y siga mudo en cuanto al hecho en sì que los ha sacado a la calle y de qué manera, que es el fondo. Mal, muy mal: horrible. Y, màs que horrible, decepcionante. ¿Le conoce? Me quedé con las ganas. Yo le entrevisté, pero por telèfono.
No sé por qué fui a parar al blog de Santiago González, pero el caso que empecé a entrar todos los días y ahí está de enlace. Me gusta a veces, pero a mí siempre me ha aburrido la gente que escribe de lo mismo, contra lo mismo y a favor de la mismo. Y cada vez me aburre más, y me resulta más insoportable: más postizo.
No sé por qué El País aterrizó en Galicia. Sí sé que es una vieja idea que rondaba desde hace muchos años. Y que ha venido para aquí Félix Monteira, de quien he leído en algún blog que era el último de la vieja guardia en Madrid y que, por tanto, es un periodista muy bueno. Desconozco cualquier interpretación política. Eso sí: desde hace unas semanas está a tumba abierta contra el número 2 de Quintana, ex colaborador de la SER, Antón Losada. No sé si ya se arreglaron, porque la asistenta que acaba de denunciar (creo que injustamente) a Losada dijo que la SER le vetó. Lo cual me parece muy bien, porque me temo que la denuncia no se sostiene.
Desconozco qué ha pasado con esas escuchas. Me enterarè y le ofreceré, como un cordero sacrificado, mi opinión.
Por cierto: me encanta Rubalcaba. ¿Sabe a quién tiene tambièn enamorado? A Anson. Anson y yo compartimos el gusto por Rubalcaba y por las misses. Aunque a mí me parecen muy delgados ambos.
Saludos, mis queridos amigos.
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