No hace mucho coincidían en el prime-time de los insomnes dos formas de ver la televisión y probablemente la vida: Alfonso Arús y Antonio Gasset. Arús es, en esencia, un coñazo. Reúne todas las condiciones que se le exigen a un coñazo. Es el coñazo por excelencia: uno de esos coñazos que surgen con violencia en un país cada quinientos años. "Mi hermano es un coñazo, y lo peor que se puede ser en esta vida es un coñazo", dijo de Leopoldo su hermano Michi Panero hace ya unos cuantos años: los coñazos nunca estuvieron de moda. Con Arús y su pretendido late-night poblado de cachondas para regocijo de su cuñado-coñazo Javier Cárdenas profundizó la cadena pública en su anunciado servicio público. Estuvo por allí Rebeca Loos, famosa por hacerle, precisamente, un servicio público a David Beckham. La mujer fue más allá, y meses después masturbó a un cerdo antes las cámaras: quería demostrar que lo suyo eran los servicios públicos. Desconocemos cuánto suele pagar TVE a las mujeres que masturban cerdos para que acudan a sus programas, pero debió ser un pastón, porque uno no acepta ser entrevistado por un coñazo como Arús por cuatro duros. El caso es que uno le daba a Arús a lo sumo dos semanas, pero su invento siguió para adelante sus buenos meses: España ha sido siempre un país muy compasivo con los coñazos.
Sobre la misma hora aparece Buenafuente en Antena 3: el antídoto perfecto de Alfonso Arús. Lo que en Arús es cargante, feo y harto coñazo, en Buenafuente es cuidada elegancia. El monólogo inicial de Buenafuente es antológico. Además sabe con quién juntarse. Recuerdo cuando tuvo con él con él a Antonio Gasset Dubois. Si Buenafuente es elegancia, Gasset es pura magia. Un día dijo: "Y ahora les dejo con unos consejos publicitarios, no sin antes expresar mi satisfacción por la victoria, por fin, en el último Gran Premio de Fórmula Uno, de un campeón humilde, con los pies en la tierra, que no pasea por ahí su prepotencia". Había ganado Michael Schumacher. Otro día comenzó así su programa: "Hola, buenas noches. Hoy les hablo desde Torrespaña en Madrid, más conocido como el pirulí, que con su forma fálica es un símbolo de la modernidad de esta ciudad. Como modernas también son las vidrieras de la Catedral de la Almudena y las pinturas del altar de un tal Kiko no sé qué. Por cierto, igual de horribles que algunas películas". A Gasset de momento sólo se le imita y los insomnes le veneramos, pero cuando se le juzgue, y eso ocurrirá cuando se lo carguen, se dará cuenta la audiencia de Arús y demás coñazos que era Gasset lo que casi nadie consigue en televisión: auténtico.
1 comentario:
Jabo, como lectora asidua túa que son, heiche de confesar que teño unha insoportable sensación de déjà vu moitos días cando entro no teu blog. Déixate de recuperar vellos textos e aproveita para escribir algo inédito de cando en vez, vago. Postos a refunfuñar, déixame engadir que non comparto para nada a selección de columnas que fas. Por exemplo, hoxe foi un pracer para min ler a que publicas no sección de Deportes do Diario e, sen embargo, ao abrir a túa páxina deime de fronte con este 'erupto' (non o tomes a mal, dígoo polo que ten de repetición)
Publicar un comentario