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miércoles, noviembre 1

Vello

Recuerdo que hace un año el Ayuntamiento de Palma de Mallorca aconsejaba a los adolescentes en un panfletillo que "se afeiten o recorten el vello púbico si quieren sentir que tienen el pene más grande". E instaba a los chavales a mirarse el falo, cuando está envarado, "de arriba a abajo y no al revés". Luego el Ayuntamiento añadía medidas, diámetros e incluso el hecho diferencial: hay penes ladeados, arqueados... Para los desesperados, la guía lanzaba el último salvavidas: la faloplastia (el alargamiento del pene). El documento fue histórico y levantó acta de un hecho que no por esperado deja de ser excerable: la invasión de los políticos en nuestro paquete. No les bastaba con la subida de los impuestos y las comisiones de las obras públicas que también nos tenían que tocar la polla. Y nos aconsejan adelgazar para verla mejor. De arriba a abajo, como si pudiésemos estirar la cabeza hacia atrás para pasarla entre las piernas y verla de abajo a arriba. Por encima de todas las consideraciones, a uno le llama la atención la persecución del vello púbico: es una de las señas de identidad de este nuevo siglo, que llegó de la mano de la metrosexualidad y se afianzó entre la clase idiota. La renuncia al vello púbico es la renuncia a la esencia. Lo escribió Agustín García Calvo: "La aparición del coño velludo es la aparición del vello del animal". Y Atleta Sexual clama en internet: "¿Dónde están los felpudos? ¿De aquellos fastuosos felpudos de hace no muchos años, qué se fizieron?". Gana entre las mujeres la tirita finolis y el traingulito irrisorio, mientras que los hombres se rasuraban antes para parecerse a Yul Bryner y lo hacen ahora para ser Nacho Vidal: cambio de cabezas. Es la victoria de la ingenuidad, la victoria de la maquinilla sobre la naturaleza, la victoria de Adolfo Domínguez, de lo ligero, de lo light, de Zapatero.

1 comentario:

Anónimo dijo...

que gran relato, que sencillo y a la vez tan real.

como diria el gran maestro joaquin sabina, me chupo el dedo por que me sabe a coño.

Un lector en la distancia.