Se cumple medio siglo de la aparición de Lolita, la criatura espectral y obscenamente joven que creó Nabokov. Lolita, la punta de su lengua, no sólo sepultó el trabajo ímprobo de su autor (un brillante estudioso de la literatura y, sin embargo, un literato genial: probablemente una especie única) sino que se llevó por delante a una figura gris y atenazada que se va desempolvando a sí mismo a través de la novela hasta llegar a transparentarse, horrorizado: Humbert Humbert. A nuestro protagonista le ha ocurrido lo que a tantos: el destino le privó de gloria, quizás porque en Nabokov primaba la belleza y Humbert era un sucio esclavo de ella, no dueño. Maduro hombre de días grises, profesor de poesía francesa (“Heme aquí ante todos un hombre lleno de sentido”), Humbert busca a su mujer muerta en las delicadas nínfulas de las primaveras blancas hasta que reconoce en Lolita la reencarnación soñada, el suave amanecer de una belleza irrompible. En la obra, turbia y oscura a causa de la pasión desbordante de Humbert, sobresalen sin embargo los “tiempos mejores”, aquello de lo que hablaba E.M. Forster en Maurice. No es un asunto menor aquel del tiempo irrecuperado, el amor adolescente dejado atrás entre las ortigas de los primeros besos y los reflejos ya lejanos de las últimas luces, cuando la vida no era más que un presagio. La mirada de Natalie Woood en ‘Esplendor en la hierba’ dejando atrás a Warren Beatty criando prole, lleno de hollín (“aunque mis ojos ya no puedan ver el puro destello / que me deslumbraba”) se empapa en la misma desolación que Humbert al descubrir a Lolita convertida en una embarazada que friega platos. Hablan de lo mismo, en un diálogo reproducido a través de los siglos al que Nabokov supo poner su punto de horror, su escandaloso y abrasivo andamiaje humano.
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2 comentarios:
Estaba visto que el Diario acabaría por darle un blog a su niño mimado, a pesar de que otros redactores de ese mismo periódico tengan más talla tanto moral como literaria. Supongo que es fácil ir de políticamente incorrecto en la forma aunque en el fondo se sea lo más correcto del mundo mundial. Es decir, hoy en día muchos van de rebeldes (como la teleserie esa venezolana) pero pocos lo son. Nos esperan arremetidas contra curas, fascistas y demás gente de mala fama, y peloteo puro y duro a los que tienen el poder. Es decir, lo fácil, dirigir la diana contra quien todo el mundo detesta. Nos esperan también muchos "quiero y no puedo". Alguien debería marcar la diferencia entre columnistas y escritores, pues los primeros, al ver su nombre en papel tabloide acompañado de una foto se creen que ya así, por arte de magia, se han convertido en genios. Por cierto, lo del Julio Camba por Man de Camelle me pareció una carallada, uno de esos premios de compromiso. Supongo, debieron pensar los grandes críticos sociales de Caixanova, que mejor es dárselo a un tío que se pone romántico (por no decir cachondo) con el chapapote y nos cuenta un cuento de niños de teta, con mamá y papá incluido, que otorgárselo, como sería justo, a alguien que en esos momentos hubiera tenido el valor de arremeter contra Fraga, el cuiña que aprovechó para que sus familiares vendieran trajes de recogida de chapapote u otros líderes de la época. De coña.
Suerte en su rebeldía "cuchi cuchi".
Joder, qué mala leche hay por aquí.
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