Los anglosajones siempre han mirado a los españoles con cierto repelús. A sus ojos las mujeres ibéricas siempre han tenido bigote, a Victoria Adams Madrid le huele a ajo y las carreras de Camacho en el Mundial aireando los sobacos empapados no ayudó mucho a restaurar nuestra imagen. Son prejuicios, algunos, que arrancan desde Felipe II, cuando en el Imperio nunca se ponía el sol: ni siquiera en Cataluña. Desde entonces hemos sudado mucho. Europa nos ve como un destino turístico agradable porque aquí hace un calor de espanto, por eso las playas y las discotecas se llenan, y nosotros sudamos tanto que parecemos fuentes públicas. No es sólo eso. Hay pinchos a todas horas y terrazas y gordos en camiseta de asas sentados en un taburete de madera en un bar de Almería gritando con una cerveza en la mano “España, España” mientras pide otra de boquerones. También están las colas, las muchedumbres que se organizan en las manifestaciones contra Zapatero y las carreras para llegar al súper antes de que cierre, porque en España se deja todo para última hora. Luego están los políticos, los periodistas, los sablazos del banco y los horarios de trabajo. Y finalmente, cuando nos sentamos en el sofá para ver terminar el día, está España. Qué es España. Dónde está España. Hacia dónde va España. Por qué se llama España y no Macedonia. Nos llaman al teléfono y nos preguntan para una encuesta si usted es más gallego que español o si es usted más idiota que español. No nos duele España: España nos suda. O, mejor dicho, nos la suda.
Lo raro no es que Fernando Savater dijese hace unos meses que a él la idea de España “me la suda y me la sopla”, sino que no lo hubiese dicho antes. Arcadi Espada, que compartía foro, se apresuró a decir que a él la idea de Cataluña también se la sudaba. Fue una lástima que el tercer invitado, Roberto L. Blanco Valdés, no añadiese que a él, para variar, la idea de Galicia se la sudaba y mucho. Pero en Galicia el sudor a veces se disuelve en la lluvia, como estos días grises del invierno: quizás, por aquello de las gaitas o de los bares, debió decir que se la soplaba. Estaban los tres (un gallego, un catalán y un vasco) en un debate del Estatut, porque hasta hacía poco no existía un debate en España que no fuese sobre el Estatut, y en cada restaurante (restaurante de altura, quiere decirse: a los del menú del día van los curros y ahí se habla de la España real) había una conversación sobre el Estatut, sobre la OPA y sobre Jiménez Losantos, que se puso de moda y ya sale en los titulares, que es lo peor que le puede pasar a un periodista y lo mejor que le puede pasar a él. En el debate dijo Savater una gran frase: “A mí lo que me interesa son los derechos, los valores y los ciudadanos: la idea de España es para fanáticos y semicuras”. No hay que poner a sudar muchas neuronas para decir eso, pero nadie lo ha dicho nunca antes que Savater. Quizás por eso Savater es Savater y España es España.
1 comentario:
Savater necesitaba decir eso; lo necesitaba él y lo necesitábamos todos los que no somos patriotas de tal o cual chiringuito, de Macedonia o Jauja, porque la verdad quizá hubo un momento en que Alcáraz & company se tomaron demasiadas confianzas con él o él se tomo demasiadas confianza con la AVT, que ya iba derechita al infierno del imbecilismo, y, y, mucha caña se le dio desde el lado nacionalista (los lados)aprovechando la coyuntura.
Lo veo bien, sin casarse, aunque esté casado.
Saludos.
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