La despedida de Telmo Martín en Sanxenxo, con las damas llorando sin excepción (¡lo que va a ganar este año el Ravachol!) y los caballeros de la oposición sacándose la chistera para agradecer su “exquisito trato”, expone cruda su política: una política de emociones. Prioriza el sentimiento, que es un músculo peligroso en la política nacional pero agradecido en la local. Es hiperactivo: rasgo de los hombres hechos a sí mismos que no vacilan, en la sobremesa, en mancharse los puños de sus camisas con la nata de la tarta mientras recuerdan llorosos la fina línea que separa la humildad de su juventud con el esplendor millonario de su madurez. Esa clase de hombres, que proliferan en España a diferencia del resto de Europa, donde son las sagas quienes soportan el peso de la riqueza y apenas hay rendijas por las que se cuele un pocero, lleva el exceso en su genética. Excesivo es su trabajo y su desprendimiento: excesiva también es su ambición, y a menudo el precio que pagan cuando son devorados por ella. Martín en Sanxenxo ha dejado una huella horrorosa: un pueblo irreconocible, pasto veraniego de una élite que refleja vivamente aquello que uno desprecia con despiadada ternura. El reloj gordo de oro, las jóvenes que los rodean a un precio asumible: un postureo infame, una vida de escaparate. Lo que no deja de ser curioso es que ese Sanxenxo mortalmente aburrido lo deje un hombre de pueblo con la característica del gran Gatsby: junto a él tienes la sensación de que no existe nadie más que tú. Ha sido un hombre agradable y generoso conmigo al que no votaré. Ahora será el primer candidato al PP que hable gallego en la Pontevedra del Casino. Y los carteles electorales de la oposición ya lucen las esquinas más estratégicas de la ciudad, anunciando promociones urbanísticas: son los de Construcuatro, su empresa. Como le encantan los retos, tendrá en la capital un adversario de altura: él mismo.
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2 comentarios:
Grande esa frase de "será el primer candidato..."
Sr. Jabois: Usted tiene la suerte de tener un don: el de saber escribir. Otros lo tienen para la música, el dibujo, el fútbol... Me acerqué a este blog porque leí alguna columna suya en el Diario, y estaba muy bien escrita, cosa que admiro y que es bien escasa en ese periódico. Yo pienso que está bien lo de tener un don, pero no basta con tenerlo: hay que saber usarlo. No es suficiente, creo, con hacer una hábil imitación de Umbral con ribetes de M. Rivas, no basta con simular un "dandismo" irónico, indiferente y escéptico sobre los temas de la vida; no basta con revolotear sobre esos temas, superficialmente, con dar una de cal y otra de arena, sin mojarse, sin comprometerse. Llega un momento que cansa y enfada tanta superficialidad. Le propongo que coja la vida por los cuernos, que escriba con intensidad y tomando partido cuando haga falta. Por ejemplo, le sugiero empezar por los poderosos. ¿Qué tal darles un meneo de vez en cuando?.
Si no se entiende lo que digo, pongamos como ejemplo el artículo sobre Telmo Martín. Éste es un vulgar chori con éxito (como todos los chorizos con caradura; luego, hay los pobres chorizos sin morro, que nunca saldrán de pobres). Es un mentiroso profesional, un constructor-destructor que ha arrasado con su pueblo y el mío, aquel Sanxenxo tan humano y bonito, que ha tapiado la ría hasta donde ha podido para beneficio de sus amigos ricachones, que ha gobernado para y por los ricos, que se rodeado de ellos, que ha dilapidado nuestros impuestos en fastos, fiestas y otras operaciones (véase la estatua del Palanquín, de Leiro, que costó tantos millones, y mientras, el rural "a monte", sin farolas y con silvas), es un individuo que con usted habrá sido muy agradable, pero que es maleducado y agresivo con sus subordinados, un tiranuelo, que recibió el premio Limón de la prensa por su "opacidad" informativa (¿por qué no mencionó usted eso en el artículo?), es antidialogante y autoritario (ver tema de la Ronda), es tres veces estulto, es muchas cosas... pero lo que no le perdono, por encima de todo, es que haya destruído mi costa, mi tierra... Y de todo esto, sólo una mención de pasada en su columna, en esa línea de "una de cal, otra de arena"...
En fin, que usted no me gusta cuando escribe queriendo parecer ingenioso, inteligente, escéptico... pero sí me parece un magnífico escritor cuando toca el tema humano, cuando habla de sentimientos, de personas, y les dedica el tiempo y ternura que merecen. Cuando quiere, lo hace. Y por favor, mójese más. Saludos.
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