Uno de los síntomas de la enfermedad de un país es la conversión del periodismo en noticia: el periodismo que no informa de la actualidad, sino que la produce. En España no es extraño: la polarización es brutal. Ya denunció en su momento uno de sus dulces promotores, Luis María Anson, la conspiración urdida entre los medios de la derecha para derrocar a González: lo dijo limpiamente, casi sonriendo. El periodismo español es plural, pero no sus medios. Quiere decirse que Javier Ortiz en El Mundo o Hermann Tersch en El País son casos muy aislados, en preocupante regresión. Por eso que Rajoy diga que está ahora “enormemente ofendido” porque Polanco haya dicho que hay quien desea un regreso a la Guerra Civil es un sutil ejercicio de cinismo. Si ese mensaje ya lo están trasladando todos los días los medios de Polanco, ¿por qué no lo va a poder decir él mismo en persona?: el escándalo sería que dijese lo contario. Pero el PP, que refrenda a Polanco día tras día en sus declaraciones públicas (poniendo en tela de juicio el esqueleto del Estado, desde el poder judicial hasta el ejecutivo), en sus manifestaciones y en su propaganda falaz y agresiva, se ha echado al monte: desmentir a Polanco sería una medida muy tibia que sus manifestantes no aprobarían. Pocos errores, sin embargo, hay mayores que los del boicot: el tiro es inútil, ofensivo para sus votantes y estúpido para ellos, que renuncian a un escaparate de relevancia. En Pontevedra el alcalde tuvo su particular salida de tono al negarse a ser entrevistado por un periodista concreto de La Voz de Galicia: el berrinche se saldó con la entrevista, semanas después, y la posterior reprobación pública del gremio. Como las dimensiones del boicot del PP no son las mismas, tampoco se prevé que lo sean sus consecuencias.
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6 comentarios:
Y leo ahora que Tersch ha sido despedido...
Lord northcliffe, dijo "noticia es aquello que alguien, en algún lugar, quiere ocultar; lo demás es publicidad".
Buena noche de domingo, M.
Estimado Jabois, idea, hecho, juicio es lo que en la terminología informativa, al hacerse público, se conoce como propaganda, como noticia y como opinión. La fuerza enorme de la información como un elemento educativo y como un elemento imprescindible de influencia sobre la opinión pública, tiene consecuencias verdaderamente trascendentales para el hombre individualmente considerado, para los distintos grupos sociales y para el Estado. No puede extrañar que entren en conflicto estos tres términos de referencia, el hombre y los grupos sociales, sobre todo, luchando por su independencia recíproca y con respecto al Estado; y el Estado queriendo absorber, cada vez con mayor virulencia, los resortes de la información.
Que la prensa entre en conflicto con el poder no es ninguna novedad. Forma parte de su esencia. Es más, me preocuparía que no fuera así. Esto sucede en muchos países, también en las democracias. Pasa en Estados Unidos, pasa en Alemania, en Francia y...como no, en España.
Lo que me preocupa verdaderamente es que los periodistas entremos al trapo. Me preocupa la indecencia con la que a veces se utiliza la influencia que tienen los medios para largar y largar como si siempre tuviéramos la razón y el que discrepa de nosotros, no. Hemos llegado al punto en que no hay términos medios: o estás conmigo o estás contra mí. Y esto es lo grave.
Pienso que esto se debe a que los medios de comunicación, en manos de empresarios que muchas veces no entienden eso de la información veraz y honesta, se debe a que se creen también un poder. Y no lo son, o no deberían serlo. Cuántas veces hemos oído hablar de la prensa como el cuarto poder. Yo no estoy de acuerdo. Más bien me inclino porque seamos un contrapoder. Sería más honesto con quien nos lee, nos escucha o nos oye. Nuestra obligación es controlar al poder, el que sea (político, económico, social, religioso, etc). Sólo así podemos ser más honestos y cumplir con lo que realmente es el periodismo: un servicio para el bien público ¿Pero acaso están las empresas informativas, y muchos periodistas, dispuestas a defender esto? Más bien creo que no. Hay muchos oscuros intereses, las más de las veces económicos, que impiden ese objetivo. Ni la prensa se salva de la quema en esta sociedad enfrentada. Y tan impresentable es el PP haciéndole el boicot al grupo Prisa como lo es el PSOE haciéndole el boicot a Telemadrid. Lo jodido de esta partitocracia en la que estamos sumidos, y sumisos, es que la prensa no da la talla o, mejor dicho, si la da: estamos a la altura del betún, al igual que los políticos, los jueces y los policías.Solamente se salvan, y eso es un consuelo, los bomberos.
He dicho.
PD: lo de Herman se veía venir. Ha sido muy crítico con la política antiterrorista del Gobierno y desde Moncloa han pedido su cabeza.
Suyo, E.
Le recomiendo que lea "Los cínicos no sirven para este oficio" o "Los cinco sentidos del periodista", de Rysard Kapuchinski.
E.
Comiendo ayer con alguien en otro tiempo cercanísimo a Mariano Rajoy (uno pace y come en Pontevedra, después de todo): “En otro tiempo, mejor asesorado, Mariano saldría a la prensa a reprobar públicamente a Polanco. A decir que esas manifestaciones son inaceptables y moralmente condenables, pero que su partido entiende que a un honbre de esa edad tampoco hay que tenerle demasiado en cuenta. Años atrás Jesús Polanco jamás habría dicho algo semejante, pero sus condiciones ya no son las mismas. En cualquier caso, el PP rechaza de plano blablabla...”. Y la hostia hubiera sido fenomenal, recalcaba este amigo, y a ver por dónde salía el grupo: media columna en par, o así.
Pero ahora Rajoy, un tipo exquisitamente moldeable, “que traiciona no por maldad, sino por quitarse de en medio o seguir la corriente”, está metido en una ola ultra que machaca ya sin piedad su carrera política, y se ha metido de cabeza en el fango de lo extremo, que en la derecha es peligrosísimo. “Son unos talibanes. Unos talibanes peligrosísimos. Y ver Telemadrid ahora mismo es droga dura: un medio público”: un militante del PP, centrista y católico, que no sabe dónde meterse.
No, el boicot no es ninguna solución. Es, ya, un problemón de agárrate.
Gracias por la recomendación, Erasmo. Fue al leer pasajes de “los cínicos...” cuando entré, despacio pero firmemente, en este escepticismo bañado por cierta amargura que me empapa a veces.
Saludos, Charlotte, Erasmo.
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