En su estelar aparición televisiva del lunes (a estas alturas ya es tan difícil que Rajoy gane unas elecciones generales como que Gallardón las pierda), el alcalde de Madrid dejó varias lecturas, ninguna de ellas metafórica. Por ejemplo, que en el programa Tengo una pregunta para usted han pasado líderes nacionales tan dispares como Carod Rovira y Luis Aragonés, pero ningún alcalde: Gallardón, como el Barça, es algo más que un club. Tampoco ha perdido esa burguesa afición de emocionarse en público, aunque en esta ocasión no fuera para derramar lágrimas amargas. Una ciudadana le informó que había leído el libro de José Utrera Molina (ex secretario general del Movimiento y padre de Mar Utrera, esposa de Gallardón) y que le había admirado, pese a su natural condición de vencedor y falangista, su coherencia. el título del libro es Sin cambiar de bandera. Gallardón dijo entonces que lo más importante en la vida era la coherencia y la lealtad. Lo situó por encima de amor, en una consideración que aprecio porque Neruda, en un poema que canto mucho y con mucho ardor, dijo que el amor puede ser eterno y puede ser fugaz ("amor que quiere libertarse para volver a amar"). Hablaba Gallardón de lealtad (lealtad incluso a la venganza, se supone) y al final dijo que se alegraba mucho de que el libro hubiera gustado a su lectora, y le tembló la voz. Correoso, disciplinado y dictador de una imagen, la suya, a la que somete a imperiales exhibiciones (ni un nombre se dejó atrás, ni un dedo -dijo El Mundo- fue a ajustar la montura de sus gafas), Gallardón se enfrentó a todo, incluso a la ignorancia, el malestar y el desánimo, dos enemigos que en un tipo de planta intelectual e hiperactiva podrían abatirle. Un chico fue franco con él, tanto que hasta le tocó detrás de los halagos a Utrera. "No tengo ni idea de política ni de la Historia de España. Sé que esto es la derecha", dijo mirando a la izquierda, "y esto la izquierda", dijo poniendo los ojos en blanco. Pero el joven decidió acudir a la llamada del programa, así que su deber era hacer una pregunta. "¿Tiene un cigarrito?". Gallardón, naturalmente, no fuma, siguiendo el primer mandamiento de Vizinczey. Ya se dijo aquí que es el primer aficionado a sí mismo: su hincha más fiel. Y que cultiva con descaro la imagen de centrista apercebado: selecto, enjundioso y de tronío. Entonces, hace nueve meses, el llanto de Gallardón por la dura derrota frente a Aguirre para no ir en las listas del PP protagonizaba portadas y la pataleta la resolvió con discretas amenazas con dejar la política, que en su boca es tanto como esperar que Martín Villa se compre un coche. Dijo uno que si entonces tragaba el veneno inoculado encontraría luego dónde expulsarlo, y en TVE se relamió sin reparo porque se sabe en la llama, tiene callo y no olvida, que es una virtud casi candorosa en el PP.
miércoles, septiembre 17
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1 comentario:
Ostia¡¡¡ No te puedes imaginar lo que me alegró leer esto, sobre todo algo en concreto que no puedo contar.
Bicos.
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