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jueves, noviembre 20

Reyes

En el ajedrez, como en la vida, el último objetivo es destruir un imperio y asesinar al Rey. Que sobre un tablero se desenvuelvan tormentas de tal tamaño y se despeñen tantas voluntades geniales ha sido siempre un curioso objeto de estudio. Oscar Wilde llegó a decir que enseñarle a un hombre a jugar al ajedrez era el camino más sencillo para destruirlo. Un tipo tan recogido como Viswanathan Anand, el genio indio que vive en un pueblo de Madrid, puede decir algo tan turbulento como que si piensa, juega mal. A un jovencito Fischer le preguntaron en una ocasión quién era el jugador más fuerte del mundo. Puso tal cara de asombro que el interlocutor tartamudeó: “Aparte de ti, claro”. Del Fischer quinceañero se recuerda su voluntad de hierro al negarse a pactar tablas con el maestro Gideon Barcza con sólo dos reyes en el tablero, ¡y el de Fischer persiguiendo al otro! En un ensayo titulado de manera magnífica (Como la vida imita al ajedrez) Gary Kasparov habla de las extrañas fobias contraídas con el tiempo por las leyendas de este intrincado arte. Akiba Rubistein, por ejemplo, empezó a ser víctima de una timidez patológica. Tras realizar un movimiento, corría a esconderse en un rincón de la sala a esperar la réplica de su adversario.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

En el ajedrez, como en la vida, el último objetivo es destruir un imperio y asesinar al Rey.

Siempre he pensado lo contrario. En la vida, tal y como la concebimos hoy, el último objetivo no es destruir un imperio y asesinar al Rey, habida cuenta de que los imperios se destruyen por su propia sofisticación, y el Rey suele estar ya muerto para cuando eso sucede. Si es que alguna vez hubo Rey vivo.
No obstante, el ajedrez sirve en la medida en que permite calibrar la templanza de nuestro oponente: todo un juego de psicología para aficionados.

M. dijo...

Daría mi vida por un nick así. Fíjese lo que le digo.

Faria dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Todo es cuestión de ponerse a escuchar ópera mozartiana... Los hay como ése y mejores, en mi opinión.

El anterior borrado era mío. Cosas del directo.

M. dijo...

M., en sus buenos tiempos, era el vampiro de Düsseldorf. Una pareja estupenda, ahora que lo pienso (¡y que lo googleo!), para Königin der Nacht. Probablemente una de las consecuencias directas del insomnio sea romper a morder cuellos. No se me ocurre nada más decente.

Anónimo dijo...

La pareja de Königin der Nacht sólo podría ser Sarastro. De lo contrario, aparte de perder dos horas de música magistral, se vendría abajo toda la leyenda de apología masónica que supuestamente encierra la obra. Y eso sí que no sería decente, sobre todo para los que han escrito tanto sobre el tema.

M. dijo...

¿Es aficionado, usted, o sólo canta?

:)

Cuente, cuente... Soy excepcionalmente lego/lerdo en las cosas de la música (en las cosas en general, pero la música siempre un poco más). Y a este blog lo único que le falta para tocar fondo es un tenor (¡o una soprano!).

Faria dijo...

¿Es realmente una disyuntiva? En tal caso, aficionado.

Si alguna vez le leo algo sobre música -de la buena, se entiende-, le contaré. Por lo pronto, sólo añadiré que puede faltar tenor, barítono, bajo, soprano, mezzosoprano o contralto. O comprimarios, coro, refuerzos de coro, o simplemente figurantes.

Pero yo no padezco de insomnio. Buenas noches :)

Anónimo dijo...

Jamás hombre más nacido
para el placer, fue al dolor
más derecho.

Jamás ninguno ha caído
con facha de vencedor
tan deshecho.

Y es que él se daba a perder
como muchos a ganar.
Y su vida,

por la falta de querer
y sobra de regalar,
fue perdida.

Es el morir y olvidar
mejor que amar y vivir.
Y más mérito el dejar
que el conseguir.

epitafio

Anónimo dijo...

Un apunte importante, que veo que aquí de ajedrez no se sabe mucho. En ajedrez el último objetivo no es destruir nada y mucho menos asesinar al Rey. Al Rey en ajedrez se le "captura". Se trata de un juego muy cortés. Sobre lo de destruir el imperio, es decir, hacer una escabechina con las piezas del contrario, bien, pues sería ajedrecísticamente hablando "una cafrada" o barbaridad, como prefierea. Se demuestra mayor valía que el contrario cuando se lograr vencerle con el menor esfuerzo posible. Es decir, un jugador que gana economizando en capturas y movimientos demuestra ser muy superior. Un tipo que vence al otro despues de masacrarse mutuamente lo que demuestra es que es un mal jugador o que ambos son bastante torpes. Repito: El ajedrez es un juego de caballeros y se prima la cortesía.