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miércoles, noviembre 8

La Justicia en babuchas

La privación de libertad (la cárcel de toda la vida) invita al esparcimiento. Uno nunca ha pisado una cárcel, ni como periodista ni como millonario, pero lo intuye. El presagio de la cárcel también debe funcionar como relajante: hace ya una porrada de meses Michael Jackson aparecía en los tribunales un día soleado en pijama y con paraguas, una extraña mezcla de Mary Poppins disfrazada de Espinete digna del artista que conmocionó a la opinión pública y entusiasmó a sus fans: ¡Jacko sigue siendo un mono! A Jackson le salvó el talonario, que es lo que salva sobre la campana a los excéntricos, pero hubo de subastar hasta el pijama. Ahora se pasea por Dubai vestido de mujer, que es menos peligroso que un pijama pero más divertido: fue hallado en un vestuario de mujeres, lo que viniendo de quien viene uno no sabe si disculparle o censurarle: Michael Jackson es lo más parecido a ET que se puede encontrar ahora mismo en el mercado de ex estrellas mundiales reconvertidas en rarezas de laboratorio.

Cerca de Dubai, y también cerca de Spielberg, está enchironado Tarek Aziz. Aziz tuvo sus momentos de gloria: fue la cara amable de Sadam, algo que tampoco sabemos si tiene mucho mérito sabiendo los dobles que se gastaba el tirano. Aziz tomaba té entre periodistas mientras los norteamericanos bombardeaban Bagdad con los iraquíes en urgente retirada, y le contaba a la prensa el canoso bonachón que la guerra estaba ganada y que Sadam estaba a punto de invadir California. Al final, sobre una montaña de inocentes muertos, América desparasitó a Sadam y le arrancó el té de las manos a Aziz mientras masticaba la última pasta: la cara amable del régimen era puesto bajo llave y los periodistas, a falta de ese gran filón, se pasaron al Prozac.

Ahora con esto de la sentencia de Sadam recordé la última vez que regresó Tarek Aziz a los telediarios, a lo grande, conservando la esencia de ex estrella mundial: en pijama y babuchas, con una cartera asomando en el bolsillo de la chaqueta, delgado y despeinado, como si lo hubiesen llevado al banquillo por la oreja. Se le vio bien, sin embargo, a Aziz: charlatán y desenvuelto, sin apuros, emboscado en unas enormes gafas de pasta que harían empalidecer de envidia a cualquier mod de los 70. Los hombres ganamos mucho en pijama: nos disimula perezosos, incapaces de matar una mosca, tanta es nuestra pachorra y descanso. A Jackson y a Aziz, dos seres estrafalarios, les une ya el pijama y el banquillo de los acusados. ¿Aparecerá en el juzgado la tropa de Marbella ataviada en pijamas y camisones, envueltos ellos en pieles de leopardo con el Miró a cuestas? Dios nos dé años para contemplarlo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

te olvidas del estupendo pijama de Pepe, una prenda que le valió, sin duda, para erigirse como el gran campeón de Gran Hermano que fue.