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lunes, noviembre 13

Lourdes

Se asomaba hace unos meses Lourdes Domínguez al periódico del domingo, bajo la sombra blanca de una sonrisa luminosa y los vaqueros ricamente gastados, para lanzar una verdad maravillosa: "Soy de las que creen que cada deportista de élite tiene un tiempo de gran rendimiento y da igual que explote antes o después". Que tomen nota los que no se explican todavía el crepúsculo temprano de Raúl o la progresión de la propia Lourdes en un universo, el del tenis femenino, convertido desde hace años en un espectáculo de lolitas jadeantes en el que prima la pubertad y la retirada feliz los 23 años, tal que Kournikova o Hingis, ahora de vuelta. A Lourdes el tiempo y la educación (es una Domínguez) la han salvado del fango de las eternas promesitas que no llegan a puerto y de aquel triunfo prematuro, Roland Garros junior, que presagiaba oro a precio de saldo, cuando el oro en el deporte tiene un precio que sólo Lourdes sabe. Ha pensado en tirar la toalla tres veces y las treces veces acabó con la toalla envuelta en la cabeza corriendo de un lado a otro de la pista. Uno nunca ha admirado el caracter ganador de nadie, pero sí la resistencia. Quizás por Cela, ahogado en los triunfos erigidos sobre su tesón, o quizás por una exquisita fragilidad y cierta propensión romántica al derrumbe generacional, he valorado siempre el espíritu de resistencia o las ganas inmensas que tiene tanta gente de levantarse cuando la han tumbado, con lo bien que se está en el suelo. A lo mejor todavía no lo sepa ni esté en edad de saberlo, pero las tres veces que ha conseguido Lourdes abandonar la idea de colgar la raqueta han sido, paradójicamente, las tres victorias más importantes de su vida: uno no es lo que decide dentro la pista, sino fuera. Leí con cariño aquella entrevista a Lourdes, repasé una y cien veces sus fotografías y volví a recuperar por unos instantes toda aquella magia que se desbordaba en el Club de Tenis de Pontevedra cuando Lourdes era una cría que aspiraba a ganarnos a todos: nos acabó dejando en la cuneta, como perros abandonados. He recordado leyendo la mirada de Lourdes a Paz Alonso o Isa Domínguez, que siguen jugando (¡y ganando!), y a Chapela, un Robin Williams disfrazado de McEnroe, y a todos los nombres que se reconocen en aquella época. Resulta curiosa la nostalgia: uno al sentirla empieza a sentir algo todavía más poderoso: el pasado. No hay nostalgia sin pasado, y la juventud viene a disiparse lentamente con los primeros brotes de añoranza del tiempo irrecuperable. Volvemos la vista atrás con ayuda de otros, y descubrimos de repente detalles en los que llevábamos siglos sin reparar. Vagabundeando en la memoria a propósito de Lourdes recordé de golpe el primer partido de tenis que jugué en un torneo oficial. Fue un día de verano en el Club Rial de Vilagarcía, en una de las pistas del fondo, en un partido a nueve juegos. Tendría doce años y mi rival era un niño arousano. Fuimos empatados todo el partido y se nos encogió el brazo al final: jugamos a globos. Al acabar, nos dimos las manitas y no volví a saber nada de él hasta que diez años después me encontré su nombre en una esquela. Había muerto con apenas veinte años en un accidente de tráfico. Jamás olvidaré su nombre: Miguel Ares Reboredo. Y sin embargo nunca he podido saber quién de los dos ganó aquel partido: a veces uno es más por lo que olvida que por lo que recuerda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estimada Lourdes...hoy a 23 de febrero de 2009 Yo tampoco olvido a Miguel Ares Reboredo o para mí más conocido como Michi...tampoco es la primera vez que leo tu artículo....quizá parezca un poco fuerte...buscar su nombre en el google en internet...pero no tengo la fortuna de vivir cerca de Galicia,soy de Huesca, mas concretamente de Jaca. Yo compartí varios cursos intensivos de inglés con él y más compañeros durante el mes de Julio, aquí en Jaca y también en Irlanda.Se me empañan los ojos al escribir estas lineas...empiezo a ver poco...no puedo seguir escribiendo.Gracias Michi por lo mucho que nos dejaste en el corazón.Estés donde estés permaneces vivo en mi pensamiento