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martes, noviembre 14

Mi querida acróbata vaginal

El otro día pasaron por la tele el vídeo de una de esas filósofas que salen cada cinco horas denunciando haberse acostado con no sé quién (esas cosas, naturalmente, ahora se denuncian). El caso es que debajo de su nombre se explicitaba su profesión: acróbata vaginal. Lástima de tarjeta de presentación, pensé. La acróbata vaginal, de paso que estaba en la tele, lució currículum: era capaz de sacarse del parrús un hilo de bolas con más kilómetros que la A-9. Pensaba uno en este tipo de proezas cuando vino a mi cabeza lo sucedido en el salón erótico de Vilagarcía, hace ya unos mesitos. Sofocado, el alcalde Javier Gago excusaba allí su presencia diciendo que aquello no era pornografía sino erotismo. Unos minutos después una muchacha sacó de su mochila un vibrador del tamaño de una barra de pan gorda y se lo empezó a frotar con júbilo de colegiala. Sus compañeras de baile se reunieron para observarla y comentar entre ellas el espectáculo. Hubo un momento en que la jovencita, ya desnuda y empapada en aceite, les guiñó el ojo: iba a hacer su número. Las chicas se miraron con indisimulada admiración, tal que un suplente del Madrid preparándose para ver la ruleta de Zidane. La joven cogió el vibrador tal largo era, se lo introdujo (a estas alturas poco importa dónde) y después se lo llevó a la boca donde hizo unos giros muy precisos y estudiados mientras miraba al público. Sus compañeras amagaron el aplauso con cierta envidi: la pantera había firmado su particular Gernika. Orgullosa, le dio la espalda al público y se fue despacio balanceando sus morenazas nalgas sobre unos tacones de metro y medio. La muy acróbata.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias por hacerme saber que en Villagarcía también hay festivales eróticos. Llevo un tiempo alejada de Galicia y esto me ha dejado sin palabras.