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miércoles, diciembre 20

Invisibles

En torno a las diez de la mañana se asoma una bocanada de sol frío al corazón de la plaza de Barcelos, ha llegado el invierno helado, y enseguida centellea el verde pálido de los jardines y se arrebujan los cuerpos de dos yonquis en la esquina polvorienta de una obra. A esa hora vagabundean los primeros perros, o los últimos, y continúa el desfile de tipos rápidos y bien peinados saliendo y entrando de la boca del párking, como quien entra y sale de la vida, o del infierno. Es una mañana de diciembre soleada y en una hora rodarán los primeros viejos. Pontevedra, a poco que se observe, se va llenando despacio de esos viejos en sillas de ruedas que esperan la hora del paseo con la misma dignidad que la hora de la muerte. Hace algunos años, y probablemente aún ahora, estaba mal visto usar la palabra viejo, que es una palabra distinguida, fonéticamente dura, y que lleva en su pronunciación la mojama de años amarillos y pasados retumbantes y gloriosos, cada uno a su manera, que se le presuponen a un viejo. Estos viejos que salen con el sol del mediodía en silla de ruedas son empujados levemente por señoras sudamericanas. Los españoles colonizamos América a sangre y fuego a la hora del desayuno, decapitando niños, y los americanos nos colonizan despacio y suavecito, empujándonos en el dulce estertor, acompañando la soledad de siglos de viejos que no se valen por si mismos: es un colonización ejemplar, que recorre las calles de nuestra Pontevedra al ritmo cansino, lento y duro de una mañana que no arranca. Tengo a varios de esos viejos fichados y tengo también fichadas a sus cuidadoras, que oscilan entre los treinta y los cincuenta años, y los acompañan empujándolos y escuchándolos tranquilas, acercándoles el oído al otro lado de la silla, ellas que van detrás sin guantes en este invierno helado, apoyando tiernamente su oreja en la antesala de su boca, (en un mundo éste en que escuchar sale muy caro, y hablar barato, y todo se espesa de repente, haciéndose de noche o, peor, de día: “No he querido saber, pero he sabido”, empezó Javier Marías ‘Corazón tan blanco’). En Barcelos compartí alguna mañana con uno de ellos, bravo, listo y rápido que era un tratado de malhumor. Vacilaba a la muchacha y, cuando se aburría, la mareaba (“llévame para allí, que se está marchando el sol”). Y se apreciaba entre ellos el hilo invisible de la dependencia, la palabra maldita en el diccionario del viejo que no se puede levantar a mear: que no se puede siquiera levantar a morir. Y también se adivinaba, brutalmente, la compañía: aquel viejo tenía un hombro y unas manos y un oído para él, y a veces, en medio de un silencio extraño y oscuro, necesitaba molestar sin venir a cuento para saberse, para sentirse, como una suerte de pellizco, pese a la soledad, el cansancio, la irrelevancia de su presencia / ausencia, el frío de las mañanas sin sol y los perros sueltos, y algún yonqui muriéndose en el estanque plateado del futuro. Ayer por la mañana en la calle Augusto González Besada se paró frente a Caixanova un viejo al que nunca había visto y ordenó frenar despacio a su cuidadora, una mujer mulata de cierta edad, redonda y amable y cercana. Levantó el dedo despacio para señalar el edificio, y pronto le empezó a explicar cosas del pasado, lugares que sólo sus ojos habían visto porque sólo sus ojos permanecen en pie, a pesar de la piel marchita que los rodean, piel arrugada que cae despacio en el amanecer del siglo, y a pesar de su voz despellejada y los años amontonados en el armario de la memoria como zapatos viejos que nadie se quiere poner, porque nadie tiene paciencia o ganas. Dejé a mi espalda la estampa de la señora de Medellín o Bogotá escuchando las palabras invisibles de aquel hombre invisible hablando de un mundo invisible, y entré aquí con la vaga idea de pensar un rato en ello, pero no mucho, y escribir unas rápidas líneas, algo breve y sencillo.

19 comentarios:

Anónimo dijo...

Dios mío... qué gran artículo.
Felicidades ;)

Anónimo dijo...

Las venas de América Latina siguen abiertas. No hay duda. Lo único que ha cambiado es que ahora sangran para cuidar de los esfínteres incontrolables de nuestros viejos más viejos, y atender los caprichos de nuestros niños más niños. ¿No las has visto todavía con cofia y mandil? Me las puedo imaginar colocando las zapatillas al pie de la cama de un Tomás Iribarren cualquiera y me recorre la espalda un escalofrío criminal antes de acordarme de Sendero Luminoso, por ejemplo.

la luz tenue dijo...

Qué preciosidad de texto. He terminado de leerlo y me ha dado la impresión de que me acunaban despacito, despacito.
Gracias.

Anónimo dijo...

uy, el caso es que no soy lectora habitual, pero.. a poco que leo... eres un pelín moñas, de estilo muy pasado ya, denso, hortera ( VIVA RISTO!!!) y te quieres a ti mismo más que a nadie en el mundo mundial... vamos, que no, no me gusta nada lo que escribes...

Anónimo dijo...

El problema que tienes, Manuel, es que todo el mundo espera que cada artículo sea un regalo para la eternidad, y que tú, por extensión, te consideras en la obligación de hacerlo, de buscar una frase para la historia en cada párrafo. Eso, ya lo habrás comprobado, es imposible conseguirlo.
El problema, como tú sabes que decía Juio César, es que es muy difícil no acabar convertido en la persona que los demás creen que eres. O en el escritor.
Esta columna, a mi entender, es un texto bonito, como el que te dio el Camba, aunque de peor calidad, por lo que se convierte en un artículo sin pretensiones que no debería significar más que un modo de pasar un rato agradable para el lector y para ti. Ojalá tus fans entiendan eso, y que tú, también, entiendas eso. Sólo así conseguirás regalarnos de vez en cuando y casi como por sorpresa una frase, una metáfora, un chiste que nos alegre tanto como una mañana de sol

la luz tenue dijo...

Pues sigo pensando que es una preciosidad de texto, con una prosa de ritmo tranquilo y denso.
Hay que joderse lo que son los gustos...

Anónimo dijo...

desde la lejanía sólo puedo ver pretensiones truncadas. NO va dirigido a ti Manuel, que eres el personaje activo en esta historia, si no a esos lectores que sólo saben eso, leer.

Anónimo dijo...

Yo no espero en tus artículos un regalo para la eternidad pero siempre encuentro un regalo para ese momento en q te leo: una palabra, una frase, o una preciosa historia tan cotidiana, tan sencilla y, a la vez, tan compleja como la propia vida o la muerte; tan cruel como tierna; tan real como invisible...

Anónimo dijo...

Que concurrrido está isto!!!

Anónimo dijo...

Tal y como está el patio y, a la vista de los comentarios, haces bastante bien en quererte. Al que le parezcas un hortera podría definir cómo es ese estilo pasado de moda... Me intriga bastante.
Un poquito de por favor...
L.P.

Mabalot dijo...

Durante muchos años leí cada día la columna de Carlos Casares en La voz de Galicia, fuera comprándolo o tomándome un café aprisa y corriendo mientras me deleitaba con el pequeño (en dimensión) artículo de este gran fulano; el resto del periódico me interesaba poco, en general; no era periódico que me gustase demasiado.
Era el primer blog en papel el de Casares.
Cuando se murió seguí hojeando La Voz, si caía en mis manos, y sino me daba igual. Apenas volví a comprarla. Gracias a Casares me gasté muchos cuartos en un periódico que ahora apenas cato.
Manuel Jabois publica aquí sus artículos; él lo hace porque quiere, nadie lo obliga, que yo sepa. No tengo que comprarme el Diario de Pontevedra para leerlo. Pero seguro que si lo compro este columnista puede tener bastante culpa.
Yo creo que lo que no se puede (debería) hacer es entrar aquí y llamar hortera de forma anónima al que escribe.
Por eso es buena ocasión ahora para animarle a que siga deleitándonos con sus textos en el blog y que los escriba como le salga de los testículos, que para eso los escribe él.
Gracias, chato!...

Anónimo dijo...

La expresión "un regalo para la eternidad" es lo moñas por excelencia, así que estás menos acreditado que Rajoy para hablar de dicción. Por no calificar eso de hablar de "nos, nosotros" como la criatura Golum. Sabe-'mos' que eres el Demiúrgo, pero te falta hablar en tercera persona como el patriarca de los Morones para degustarte al máximo, así que a entrenarlo.
Pero lo más 'ortera' (y lo digo así por tonto del orto) es lo de "como tú sabes que decía Julio César" (sí, el que jugó en el Madrid, no te jode). Revísate, que decía un profesor mío
Dicho esto, considero que el texto es valiente, íntimo y con algunas metáforas del mejor Manuel.
Creo que su única carencia es la pérdida de intensidad que le dan las frases finales. Pero el tacto de cada pensamiento, llega.

Anónimo dijo...

Es soez y vulgar.
Mi frase del día: "Lo de Santalices de criticar el plan funcional del CHOP es lo mismo que si Hitler critica a Mussolini por ser muy cruel" (sic). Ni Mosquera supo qué decir

Anónimo dijo...

Pequeno Nicolás:
Incluyes la definición hortera en tu crítica hacia mi comentario cuando yo no he dicho jamás que Manuel sea hortera. Revisa el texto, anda, que es un sano ejercicio antes de sacar la lengua a pasear.
Lo de Rajoy y la dicción no voy a entrar a valorarlo. A mi entender, en un comentario se debe hablar por regla general del fondo, no de la forma, porque eso es trabajo del bloguero. Ni tú ni yo estamos aquí para que la gente aplauda o critique nuestro estilo, pero, en fin, es una opinión personal
Lo de los Morones evidencia que eres de Pontevedra. Amigo de Manuel, ¿quizás? Es otro de los problemas de Jabois, la corte de aduladores que tiene a su alrededor y que sólo es capaz de decirle que cada artículo es genial sólo por el hecho de que lo ha firmado él.
Sobre Julio César, que reconozco que ha quedado muy pedante... se trata de una broma privada que no aspiro a que entiendas, como tampoco aspiro a entender qué quieres decir con que el texto de Jabois es valiente. ¿Valiente por qué? ¿A qué se expone?
Y lo de tonto del orto... qué quieres que te diga, pequeño nicolás, sal a la calle, trabaja, emborráchate... pero no te tomes un comentario de blog como algo personal, anda, que no es para tanto.

Anónimo dijo...

Jeje... Me hace gracia porque me quiero muchísimo, es verdad.

Nicolás y Chamizo: podeis salir a la puerta y arreglarlo en la calle.

Mabalot: leía a Casares en La Voz, aunque no me deleitaba. Tiene un libro impresionante, que escribió muy joven: Vento ferido. Y también me gustaron muchísimo de él Xoguetes para un tempo prohíbido y Cambio en tres. Ilustrísima es una novela muy tierna, aunque tiene sobre ella el peso invisible de ser lectura obligatoria en BUP: eso hace mucho daño. Es una de las entrevistas de la que más orgulloso estoy, la de Casares. Hubo un momento en el que me pidió perdón, cogió el teléfono y habló con su mujer en un idioma que en aquel momento me pareció de otro mundo. Su muerte fue horrible: la noche anterior discutimos sobre él tomando vinos en Pontevedra, y cuando recibimos la noticia nos quedó un cuerpo extraño, como si de una forma u otra hubiéramos tenido alguna responsabilidad. Una chorrada, pero debió ser la primera vez que hablábamos de Casares, y nos sorprendió. La noche siguiente hablamos largo y tendido de Maruja Torres, pero no funcionó. Casares se murió muy joven. Estaba destinado a ser el gran patriarca de las letras gallegas. A Rivas todo esto le cogió muy pronto: no sé si será mucha responsabilidad para él. Siempre nos quedará Susiño.

Mabalot: en La Voz escribe un cerebro privilegiado: Xosé Luis Barreiro Rivas. Un artículo: una idea. Tuve una novia nacionalista que no iba a sus clases porque la convencía. Intelectualmente es un prodigio.

Arenteiro: Galeano, Sendero Luminoso y Tomás Iribarren en apenas diez líneas: ¿por qué coño no escribes columnas?

María, Luisa, Andrés, Luz tenue: gracias. No escribo para salvar al mundo de nada. Y ya sabeis: que hablen de uno, aunque sea bien.

Lulú: tu comentario... tu comentario me ha llegado al fondo, de verdad. No sé lo que sería sin ti. Te quiero, mi niña. Feliz Navidad.

Anónimo dijo...

Por cierto: a mí esta columna no me gusta.

Anónimo dijo...

Torero, jejeje... discusión zanjada...
Nunca me interesó demasiado el Casares novelista; sí, el articulista. En lo de Barreiro Rivas totalmente de acuerdo. Tío peligroso, que convence a un nacionalista...
Lo de Maruja Torres es una pena, pero ya sé que no funciona; la de veces que lo intenté, da igual, sea vino, cerveza, o en seco; y cada día más petarda...

Anónimo dijo...

Menuda cursilada. Más te valdría escribir de cosas serias y dejarte de semejantes chorradas.

Portarosa dijo...

Hola, Manuel.
Ahora que nadie va a volver a estos comentarios, y que me acabo de enterar en Google de quién eres (usted perdone, pero hace años que no piso Pontevedra ni ojeo su Diario), me gustaría decirte que el blog me está encantando.

Este texto en concreto (me parece obligatorio opinar, a estas alturas) me gusta, aunque (y perdona mi atrevimiento, por favor; por un lado no tengo por qué criticar nada, y por otro no soy quién para hacerlo) hay algunas frases que me parecen "a propósito", ¿entiendes?, como si se notase el truco, como si se viese cuándo has querido bordarlo... En fin, perdóname, insisto.

Si no te aburro, sigo.
Casares me encantaba en sus artículos, y me han gustado todos los libros que le he leído (incluida "A galiña azul", que le tocó a mi hermano pequeño en una rifa cuando teníamos los dos menos de diez años). Me dio pena que se muriera.
En cuanto a Rivas, ¿sabes qué me parece, a pesar de que hay cosas suyas que me han gustado?, que ejerce de gallego. Sobre todo cuando escribe en un medio nacional (bueno, español, o como quieras), parece que tiene que rezumar morriña, calma, saudade e indecisión; me parece una pose.

Barreiro Rivas me parece brillante, a mí también. Y las dos o tres conferencias suyas a las que he ido me dejaron con ganas de que volviese a la política un hombre que parece tan capaz.

Gracias por tu paciencia. Considérame un lector, ya.