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domingo, marzo 25

Médico de familia

A E., una tarde de domingo

Una de las razones más salvajes por las que todavía no he superado mi adolescencia neuronal es Médico de familia, aquella serie de televisión que digerí durante años sin mover una sola pestaña. Lo pienso moviendo un cigarro apagado entre los dedos, mientras zapeo con violencia mascando un rencor ciego. “Médico de familia”, susurro al darme de bruces con el jeto de Nacho Martín, el joven médico viudo interpretado por nuestro particular Marlon Brando: Emilio Aragón. Y me quedo allí, con él, alojado en un cálido estupor, viajando al mundo de mermelada perpetrado por el inefable Milikito sólo con una intención: bucear entre los intestinos del pasado y hallar alguna clave allí perdida que me permita proseguir mi crecimiento intelectual, interrumpido entonces en algún traumático episodio. Todo en vano. Médico de familia ni siquiera es aprovechable ‘freudianamente’: es un terreno resbaladizo del que no hay nada salvable, empezando por Nacho Martín. Afable, entregado, meloso, comprensible, pacífico, tierno y con ese punto de humor blanquísimo que ruborizaría a un angel, Nacho Martín anticipó a mediados de los noventa a Zapatero: fue su precursor, su enviado, su particular Juan Bautista. Ahí lo tienen, tan transparente y tan bonachón, trincándose a dos hermanas sin que nadie le reproche nada: lo hace por la estabilidad de la familia, por el dulce amor que aterriza en su corazón de forma caprichosa: ¿sabe alguien realmente qué le ocurrió a la primera mujer de Nacho Martín? Mientras planteo esta duda, aparece su rostro salado en un tierno primer plano: probablemente no haya en España un seminarista que tenga más cara de seminarista que Emilio Aragón, y sin embargo este hombre nos tuvo entregados a su fofo destino durante años. ¿Qué pasó? Ningún personaje pasa la prueba. Allí estaba la Juani con su moño triste y su gracejo impostado para levantar las quejas de los defensores de ‘lo andalú’. El Poli, su mozo (al que debería empezar a preocuparle su encasillamiento en determinados papeles: qué le verán, o qué no le verán), Marcial, la Gertru (con una bata blanca más apropiada para la Casa de Campo que para un centro de salud), el sobrino rebelde que suspende dos y quiere dejar los estudios (el drama casi hunde a la familia) y el largo etcétera. Visto en perspectiva, pasados los años, el efecto es catastrófico: el ‘nachismo’ empapa los guiones de tal forma que hasta el mínimo roce es resuelto en el tramo final del episodio, todos en amor y en compañía, y cualquier chiste medianamente trabajado es explicado urgentemente, en ese afán monetario de llegar también al sector de audiencia de los bebés. No hubo puntada sin hilo: la productora dijo que todos los personajes representaban un estrato social concreto, una franja de edad determinada. “Si esto es España, me bajo”, pensaba ayer, devorando un episodio en el que Nachete quiere comerle la boca a Lydia Bosch. El ‘momento amoroso’ de Nacho es interrumpido continuamente por una monja guitarrera que les canta canciones religiosas. Ya al final, la pareja acerca sus labios y surge de entre la oscuridad la diabólica monja agitando la guitarra: cuando parece que nuestro antihéroe está a punto de explotar y rebanarle el pescuezo a Sor Coñazo, suspira profundamente, se sienta en el sofá y canta la canción con ella: ahí se concentra la esencia de Médico de familia, su desierto moral. Me pregunto qué hubiera sido de la familia Martín, y de las generaciones que crecimos con ellos, si se hubiese colado un par de semanas en aquella casa un Michael Mancini o un Richard Channing con el que poblar de dolor, sufrimiento y cinismo aquel patio soleado de algodón de azúcar.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

yo también tropecé hace unos días con médico de familia y me pasó un poco como a ti, un poco lo que cuentas, vamos...me da que somos de la misma generation...
besín

pd.mi capítulo era uno en el que al sobrino rebelde guardaba una bolsa de pirulas de un amigo, misteriosamente apodado "el rulas"...debió de ser de lo más transgresor de toda la existencia de los martín...

Portarosa dijo...

Nunca vi la serie, pero la semana pasada vi a Emilio Aragón en vivo y en directo, en la presentación de un corto animado cuya banda sonora había compuesto él (por cierto, en mi opinión con mucho éxito), y que dirigió allí mismo.
Y la sonrisa era imborrable, no desapareción ni un segundo, yo creo que ni dirigiendo la orquesta dejó de sonreír. El hombre éste debe de ser el tío más feliz del mundo, porque si no no se explica, eso no hay quien lo mantenga.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

por cierto, creo que el otro día (casualmente el de mi reencuentro con médico de familia)varias cadenas se pusieron de acuerdo para reunir a lo más "granado" de susodicha serie...no sólo estaba el poli haciendo de un nuevo poli en telecinco...en la sexta me encontré con un emilio aragón con su corregida miopía presentando un programa en el que hacían el chorras el celador, gertru- ya sin bata casa de campo- y no se si alguno más...
besinos

Anónimo dijo...

Michael Mancini!!! Que malísimo era. Pero o mellor de 'Melrose Place' era o personaxe de Jake, que se tirou a toda canta inquilina pasaba pola comunidade aquela. A todas! Só lle quedou o gay. Eu apostei a que tamén se liaba con el. Ao final, os guionistas non se atreveron. Eran outros tempos...

conde-duque dijo...

No sé si será el hombre más feliz del mundo este Emilio Aragón (desde luego, está foorrado, pero ya conocéis el dicho), pero... ¡¡¡QUE SE VUELVA A PONER LAS GAFAS, POR FAVOR, que no nos merecemos ese susto!!!

Anónimo dijo...

Bueno: estoy conmovedoramente enganchado a Médico de familia. No sé cómo ha ocurrido, pero así es. Ayer fui incapaz de despegar las pestañas del rostro almidonado de Nacho Martín.

(Por cierto: Aragón creo que produjo esa idea del Conciertazo para los niños, o algo del estilo: eso contrarresta todo el daño moral infligido a cuenta de su serie)

((Serie con la que ayer, después de todo, me reí con ganas: ¿un castigo divino? No lo sé. Pero el episodio ése en el que al señor Manolo le cae caspa, y su amigo Matías (d.e.p) se la saca delante de un ligue, es MUY bueno))

(((Vade retro, Milikito)))

Anónimo dijo...

Si algo bueno esconde la televisión de hoy es que entre tantos canales uno puede reencontrarse a sí mismo diez, quince, veinte... (dios mío, tantos!)... años atrás hundido en un viejo sofá, con los pies en el aire, en un salón de paredes empapeladas, totalmente hipnotizado por una tele en color y sin mando, mientras come un bocadillo de nocilla y canta con la boca llena las canciones de los dibujos animados que años más tarde acabaron destrozadas a voz en grito en un botellón. Nostalgia, quizás, no sé... Supongo que con algunos programas, series, personajes... pasa como con las viejas canciones, que evocan algún momento de tu vida, recuerdas, te ríes y comprendes tantas cosas!!

Me alegra ver que cada día somos más los que te seguimos y que esto está siempre muy concurrido. Enhorabuena, Manuel.

Besitos

Ah, Lulú, eu quédome con Amanda, ela si que era mala. Tamén prefería a Dylan, aínda que por outras cousas claro.

Anónimo dijo...

Ay sí, q daño ha hecho Médico de Familia. Casi tanto como Sensación de Vivir. Pero no tanto. Habrase visto serie más noña y cursi, por no decir que quería matar a la niña pequeña, que no he visto a actriz peor (y eso q ví la Casa de la Cera, con Paris Hilton, ahí es nada). Bueno,he de confesar que en su momento estuve pendiente de si Nachete se liaba con su cuñada Alicia. Era joven, muy joven tal vez, pero se que no es excusa.