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lunes, marzo 19

Náufragos

"Me interesa mucho el concepto de fracaso: tiene que ver con aproximarse a algo”. La frase es de Paul Holdengräber, director de la Biblioteca de Nueva York, en una entrevista de Ignacio Vidal-Folch en El País. La sugerente idea del fracaso como impulso narrativo es una de las constantes más lúcidas y descaradas que he tenido en esta dulce juventud, y probablemente la única: escribir para caer, y levantarse de nuevo sin perder de vista el destino. Ya he escrito sobre el objetivo inútil de discutir la identidad última del fracaso, su persistente y poético esplendor: el resultado, fascinante, de observar la vida desde el subsuelo, sumido a los ojos de los otros en un barrizal de intentos frustrados por asomar la cabeza a la luz de una solitaria bombilla. He repetido también la frase de Scott Fiztgerald, al respecto de aquel Hemingway: “Ernest habla con la autoridad que da el éxito: yo lo hago con la que da el fracaso”. No es agradable, pero uno se refugia en Sísifo, su mito, y alcanza el breve placer de conseguir subir la roca a lo alto de la montaña para ser devorado por ella en un rápido descenso y volver a intentarlo: el héroe absurdo del que habló Camus. “Todo pasa / y todo queda / pero lo nuestro es pasar”, repite Machado: pero yo siempre imaginé recitándolo a un camello (a mi camello, concretamente) y nunca evito una leve sonrisa al pagarle, demasiado para mi salud. Cuando era muy joven, y escribía a mano, supuse esto: “Somos desconocidos. O a eso aspiramos todos: a desconocernos”. Una ingenuidad con cierta base, pero ficción en cualquier caso. Lo he recordado al escribir sobre Saint-Beuve y Proust la semana pasada, y sus postulados sobre la identidad. Porque cuanto más me inclino sobre el teclado, con esa postura de viejo acechante y arisco (ese viejo que le mira las faldas a las niñas y rehuye el contacto social, más aún el físico), menos me reconozco, y menos me salvo. Uno escribe una línea mientras baila entre un ramillete de pálidas ideas, un mensaje cercano y digerible, pero a medida que avanza el párrafo se disuelve la identidad, naufraga la idea, y sólo sobrevive la escritura, sin puntos y aparte, sin la piedad que exigía Apollinaire para los que reclamaban el tiempo de la razón ardiente. La escritura es hoy por hoy la única idea consistente: origen y destino, y el fracaso su tembloroso estertor, despojado ya de aquella ternura infantil, por más que todavía afloren los vicios: al fin y al cabo todavía no he roto con mi camello, y sigo bebiendo mucho. Pero cada vez tengo menos que ver conmigo, y sin embargo me acerco más a lo que yo mismo espero de mí: no un fracaso, sino un ideal de fracaso, más bien. Un ejercicio solitario: otros hacen abdominales. Lo que pasa es que me he ido fabricando una escritura dura y cínica de la que el noventa por ciento es grasa y sólo el cinco músculo: tampoco me interesa el regate. Hay un cinco por ciento reservado al amor, pero no he llegado a esa cima estética, a esa rimbombancia moral del amor como pulmón de la vida, aunque lo sea: quizás con los años, cuando me ablande y empiece a cambiar pañales: los míos. Y una mañana piensas en el dinero, que es una forma muy depurada de fracaso, y en su justicia poética, que te hace ganar escribiendo diariamente el doble de lo que otros ganan escribiendo a la semana, o viceversa. Claro, no es lo mismo escribir las cosas que uno quiere que las cosas que uno debe. Y en este oficio se entretiene con artículos bien apañados, a menudo sobre la actualidad: una tarde alguien te para por la calle y te dice que has estado bien, y saltas a por el cacahuete. La cuestión, pese a todo, es fascinante, y su imagen poderosa: el fracaso tiene que ver con aproximarse a algo. Todos dicen escribir para que les quieran o para que les pongan un Nobel: yo escribo para que el fracaso aplaste mi inmensa vanidad. Henry Ford decía que perder es más fructífero que ganar. Pero prefiero a Jacinto Benavente: “Los náufragos no eligen puerto”.

11 comentarios:

Miranda dijo...

Una de las sensaciones más desconcertantes (creo que agradable) es ver a alguien envidiando lo que tu consideras un fracaso claro. Personal, profesional, lo que sea.
Ver la carita de ansiedad, como los pobres de Knut Hamsun mirando los escaparates de pasteles, emociona mucho.

Creo que una buena sucesión de fracasos inevitables es finalmente un éxito vital. Alimenta y además tranquiliza, no produce esa inquietud que se tiene con el éxito, que es similar, supongo, a la que deben de tener los que les toca la lotería y no tienen cerrojos en las puertas.

Beso.
M

Anónimo dijo...

Hoy me he llevado un buen susto. Resulta que en el otro blog que me gusta frecuentar y en donde empleo mi verdadero nombre, me he topado de bruces con un comentario de una m inmediatamente después de uno mío. Por un momento pensé que me había descubierto. El susto pasó pronto cuando descubrí que no era usted, sino otro amigo de las consonantes nasales bilabiales sonoras.

Ala,
como regalo por no haberme descubierto, y así, poder seguir parando por aquí con total impunidad, le obsequio con un bello poema del amigo Gibran que viene muy al pelo.


Derrota, mi derrota, mi soledad y mi aislamiento:
Para mí eres más valiosa que mil triunfos,
y más dulce para mi corazón que toda la gloria mundanal.

Derrota, mi derrota, mi conocimiento de mí mismo y mi desafío.
Tú me has enseñado que soy joven aún y de pies ligeros
Y a no dejarme engañar por laureles vanos.
Y en ti he encontrado la dicha de estar solo
y la alegría de ser alejado y despreciado.

Derrota, mi derrota, mi fulgurante espada y mi escudo:
en tus ojos he leído
que ser entronizado es ser esclavizado,
y que ser comprendido es ser derribado.
Y que ser apresado es llegar a la propia madurez
Y como un fruto maduro, caer y ser consumido.

Derrota, mi derrota, mi audaz compañera:
oirás mis cantos, mis gritos y silencios
y nadie más que tú me hablará del batir de alas,
De la impetuosidad de los mares
y de montañas que arden en la noche,
y sólo tú escalarás mi inclinada y rocosa alma.

Derrota, mi derrota, mi valor indómito inmortal,
tú y yo reiremos juntos con la tormenta,
y juntos cavaremos tumbas para todo lo que muere en nosotros,
y hemos de erguirnos al sol, como una sola voluntad.
Y seremos peligrosos.

Anónimo dijo...

Caramba! Tres descubrimientos en cuatro líneas.
Realmente me he desconcertado.

Anónimo dijo...

Eso es que está usted a punto de descubrir algo muy grande.

Pero yo no: no se preocupe, frecuento pocos blogs y escribo en menos todavía. Tampoco se me ocurriría asociarle a un comentario. A veces me gusta imaginarle delante del ordenador con veinte años, dos preciosas trencitas y un bikini: llamándose Isabella o Valeria, por supuesto. Pudiendo soñar, ¿para qué buscar la verdad?

Me gusta el poema, y estos versos: “En tus ojos he leído que ser comprendido es ser derribado”.

Saludos.

Anónimo dijo...

Yo tampoco soy amigo de los blogs, me entristecen, son todos iguales, originalidad repetitiva.
Me recuerdan a esas fotos de desconocidos con las que te topabas de pequeño al entrar en las casas abandonadas. Yo me los imagino muertos.
A usted lo conozco, sé que existe, lo veo atravesar la calle con sus peculiares andares.
Además no creo que se haya inventado un personaje virtual en el que proyectar aquello que no es. Sí se ha creado un personaje, diría yo, pero éste tiene algo de poético, que lo hace no desagradable. Es la diferencia entre Lord Byron, por ejemplo, e Ignatius J. Reilly.
Como vé, yo también sé comer pollas.
Eso sí, hacen falta muchas columnas como ésta, en la que inserto mi comentario, y mucha “decepción” para que consiga olvidar uno de los fragmentos más rancios y decimonónicos que he leído en un periódico. Fue en una columna en la que hablaba de Lourdes Domínguez y aparecía lo siguiente:

“(…) el tiempo y la educación (es una Domínguez) (…)”

Así es Pontevedra y sus FamiliaSS, pero usted, es demasiado joven para oler naftalina, como también lo es para dárselas de viejo verde.

Aunque…
que voy a saber yo de los estragos de la edad, que apenas he llegado a la veintena y tengo los pezones de gominola.

Anónimo dijo...

Bien quisiera yo comenzar esta misiva tratándolo, al menos, de ilustrísima, como vuesa merced se merece, pero como sabe tiempos ha dictó un bando nuestro señor Zapatero prohibiendo tal largueza de trato, aunque ganada se la tenga por sus muchos méritos. Así, pues, por orden de la superioridad, Bambi y yo nos vemos compelidos a tratarle como sansenxino que es de Señor Santiago, como si ante el mismísimo matamoros nos hubiéramos. No interprete ello como un turbio afán de mengua de los honores que tiene acreditados a través de los tiempos por sus justas en el campo de Marte, en el de Venus a veces –las menos, todo hay que decirlo, que hay lidias en las que no basta querer para ganar- o, con más frecuencia, en el campo a través, modalidad de esfuerzo en la que descollan aquellos que salen de naja de las pruebas de la vida.

Díceme Bambi, compañero de fatigas con la plumilla como no vieron los siglos otro igual, que ha terciado usted, estimado Jabois, en la polémica acerca de la foto de la Pataky, como el gaucho Martín Fierro en una pulpería:

Mas ande otro criollo pasa
Manuel Jabois ha de pasar;
nada lo hace recular
ni las fantasmas lo espantan,
y dende que todos cantan
yo tambien quiero cantar.

Soy gaucho, y entiéndaló
como mi lengua lo esplica:
para mi la tierra es chica
y pudiera ser mayor;
ni la ginebra me pica
ni quema mi boca el ron.

Dígole yo a Bambi que no, que no es Vuesa Merced matrero de boliche, ni me lo imagino yo con el bandonéon a vueltas por las estancias ganaderas, que todo lo más humo de palloza o el último farero del occidente de las Cíes. No le llevaría la contraria a Bambi si me dijera de Vuesa Merced que en una reencarnación pasada fue beneficiado de Gelmírez y que, para redimir algún oscuro pecado, le ha tocado ahora hacer de catador de vinos del Pazo de Fefiñanes, afinador de ruidos de motores de planeadora fueraborda o manicuro de percebes. Es que de todo ha de haber en la Ría del Señor.

Díceme Bambi, inquieto como ciervo tímido en la berrea, que qué le pasa a Vuesa Merced con la Cocacola, que si es que la última vez que rebajó el Jack Daniels con ella le provocó algún tipo de efecto secundario, que si ya se ha olvidado Vuesa Merced de cuando cantaba el himno de la chispa de la vida haciendo todas las voces del grupo Viva la Gente.

Apuntes:

1º No me ha quedado claro si a usted le gusta la Pataky del siglo XX o la del siglo XXI. Visto lo visto, prefiero la del siglo pasado.

2º He observado su foto en una contraportada del periódico donde trabaja. No es de muy buena calidad. Admito que juego con ventaja pero ante su retador comentario, le diré que no está tan claro quién va a triunfar más. La experiencia es un grado no se olvide. A diferencia de usted, yo domino mejor la oratoria que la palabra escrita. Así que le prevengo.

3ºLe he enviado dos correos con sendas informaciones sobre los ataques a la libertad de expresión. Aún no me ha contestado si los ha recibido o no. Que curioso, el primero tiene su origen en el País Vasco y el segundo en Cataluña. A mí me da que pensar.

Suyo, E.

Ch. Werther dijo...

Jabois, por lo que más quiera, no se le ocurra nunca organizar un encuentro para que nos conozcamos todos los que desde aquí le escribimos.
En todo caso hágalo de uno en uno.
Por cierto, y si me permite, yo también pienso que ese aire de viejo verde no le sienta bien, además a las chicas nos baja la líbido a menos ochenta.
Sin embargo lo de sus andares sí que nos pone.
Sonría, hombre.

Anónimo dijo...

Pois eu, Charlotte, creo sinceramente que unha 'quedada' sería moi divertida. Pero que moi divertida.

Anónimo dijo...

¿Una quedada? ¿la jornada de confraterización? ¿y ser parte del Diario de Pontevedra en esas fiestas de grupo? Compartiendo apuntes. como debe ser. Divertido sería, seguro.

Aunque, pensándolo bien, pudiendo soñar ¿para que buscar la verdad, no?

(Así que tiene un andar muy erótico, eh Jabois?)

M. dijo...

Menuda panda de cabrones. Voy a empezar a bambolearme como Fraga y os vais a cagar. "¡Si se acerca el barco, se le pega un cañonazo y punto!"

Miranda, olvidé la ansiedad. Y esta cita de Oscar Wilde, citado por B.: "La ambición es el último refugio del fracaso". Bicos.

Erasmo, veo que ya tiene cierta idea de mi físico. No se abrume: prometo no arreglarme demasiado. ¿Sabía que una de mis debilidades es salir a la calle en zapatillas? Probablemente también me ponga los rulos para equilibrar fuerzas.

Ha citado a la Pataky, una pulpería, albariño y hasta una planeadora: llega cinco años tarde. Pero ahora deje sobre la mesa el vino y el pulpo.

He recibido sus correos, pero todavía no los he leído. Usted sabe que la libertad de expresión siempre ha sido condenada muy explícitamente en el País Vasco. Es una deblidad histórica. Lo de Cataluña, una comunidad autónoma dotada de policía lingüística, tampoco me sorprende. Pero al menos allí puedes arrancar el coche con facilidad.

Lulú, ¿a quién quieres conocer exactamente? Yo te lo arreglo.

No estoy de acuerdo con su valoracion de los blogs, Asdf. Si frecuento pocos es por falta de tiempo, o por querer dedicar el tiempo a otros menesteres. Pero hay de todo: sólo hay que saberse guiar. Es una especie de democratización de la información, de la opinión y, como en todo, de la mierda. Basta pisar las piedras correctas, como los chinos esos de Humor Amarillo.

Charlotte: olvide ese aire de viejo verde. Jovencito soliviantado, mejor.

Saludos y buenos días. Como hoy no he escrito, en recuerdo de Asdf colgarè ahora algún artículo de los muy viejos tiempos. (¡Pero no el decimonónico, ojo!)

Ur dijo...

“Los náufragos no eligen puerto”.

Soñaba con islas paradisíacas,
naufragó en todo lo que parecía tierra firme
y le fue concedido vivir su sueño en una isla desierta.