El gran comentario de Erasmo en este blog sobre Balan:
"Balan es un personaje único, con un don para hacer reír y entretener a la gente como pocos he visto en mi vida. Conozco a Balan desde hace más de cuarenta años y he tenido la suerte de verle interpretar solo, de espaldas a una puerta, en el mejor momento de su carrera, que es cuando actuaba por los bares de Marín y Pontevedra (nació en la parroquia de Seixo). Fue un auténtico hombre orquesta y así se lo reconocieron algunos representantes artísticos, que le contrataron para numerosas galas por toda España. El problema de Balan, o la virtud, que nunca se sabe, es que el dinero y la fama siempre le importaron un carajo y su carrera se fue disolviendo como un azucarillo porque nunca, o muy pocas veces, cumplía sus contratos. Cuando se hartaba cogía el tren y volvía a su casa, dejando con el culo al aire a su representante, empresarios y público. Conoció a muchos artistas y empresarios del espectáculo de su época y si él quisiera podría haber sido un fenómeno de masas. Pero le faltaba carisma y ambición sana. Se apalancó en su terruño y de ahí no había quien le sacara. Su amor por el viejo Oeste americano le llevó a asaltar un tren con dos pistolas de juguete y un sombrero tejano, de forma tan realista que hasta el fogonero y el conductor frenaron en seco y acto seguido levantaron los brazos en señal de rendición. Fue detenido por la guardia civil y puesto inmediatamente en libertad porque se demostró que todo era una coña. Ya por entonces era un personaje muy popular.
Balan se retaba muchas veces a sí mismo en sus años mozos haciendo carreras con el coche de línea entre Seixo y Marín. Ganaba muchas veces. Alguien le regaló un uniforme de la marina mercante y en ocasiones se le podía ver por los bares chapurreando el inglés y emulando a un mariner de la Navy yanqui. En más de una ocasión compartí conversaciones con él en el idioma de Shakespeare y nunca perdió la sonrisa en su cara. Fue y es, porque creo que aún vive (¿me lo pueden confirmar, por favor?), un excelente ser humano. Su única frustración es no haber nacido en los USA y actuar con el legendario John Wayne en alguna película de Ford. Hubiera sido plenamente feliz. Aunque feliz siempre vivió. No conozco a nadie que le quiera mal ni sé de nadie a quien le haya hecho daño conscientemente.
Somos víctimas de una curiosa confusión que nos lleva a pensar que ser grandes tiene algo que ver con ser inteligente. La grandeza es una cualidad indescriptible, pero palpable y muy familiar, referida a la talla de la personalidad, a la lealtad, dotada de un fuerte sabor y de una forma de expresión sencilla y natural. Igual que un gran escritor descuella sobre otro pequeño, el gran estúpido descuella sobre el pequeño. Todos hemos conocido a gente de nuestro propio círculo a la que los intelectuales tildarían de descerebrada, pero cuya presencia es como un fuego ardiente, un estar bien, a gusto, que lo cambia todo. Esos son grandes hombres, hay miles de ellos en el mundo, millones quizás. No deberíamos buscar a los grandes en las, a veces, frías cumbres de la inteligencia, donde las celebridades parecen creerse importantes.
Su debilidad no fue ser anticuado o moderno, sino ser él mismo y no estar a la moda. Yo diría que le faltaba un hervor, pero no me cabe duda de que vivió en su mente el cuento de Alicia en el país de las maravillas o, si quieren, una especie de Arcadia feliz. Si tuviera que compararlo a alguien diría que fue el Quijote pontevedrés. Y eso ya es decir mucho".
Un artículo excepcional de Julio Santos Pena en Faro de Vigo:
"Le veía llegar descalzo por la calle Secundino Lorenzo y se metía en el bajo de mi propia casa donde mi madre, profesora de corte, enseñaba costura y confección a un no pequeño grupo de jóvenes entre las que John Balan tenía un reconocido amor a quien pretendía deslumbrar con sus cosas. Balan se colocaba en el fondo del taller buscando el vértice del ángulo de visión para todas las chicas presentes e iniciaba su actuación, bolero va, bolero viene, apoyado en la mesa de madera que le servía de precisa batería para sus redobles de dáctil tambor. De repente Manuel se convertía en un triple actor de cine; mudaba el gesto cuando era un peligroso gángster y lo reconvertía cuando, tras darse la vuelta, era la víctima propiciatoria a punto de recibir un par de balas del imaginario revólver de su oponente. En medio, era una mujer desconsolada que trataba de poner paz entre ambos personajes casi siempre sin conseguirlo porque al final, el malo apretaba el gatillo un par de veces y la víctima, el bueno, se desplomaba contra la pared sin remedio. Mi madre se desesperaba porque cada muerte suponía un nuevo desplome del cemento de la salitrosa pared, pero sufría en silencio porque la película siempre resultaba espectacular.
Una tarde entró Balan llorando en el taller y las chavalas dejaron de respirar al ver a aquel mocetón capaz de rendir al bandido más espeluznante con lágrimas en los ojos. Mi madre, que por entonces ya le trataba como alguien propio, quiso saber la razón de aquel desconsuelo y Balan le explicó que se había puesto detrás de la patrulla de militares que andaba por las calles en formación y con correaje, y, pitando como el autobús de línea, descompuso la formación al asustar a los marineros, que pensaban que el falso autobús se les venía encima. El sargento del bigote al uso de los tiempos del franquismo le ordenó ponerse ante él y le atizó la bofetada más humillante que pueda soportar un hombre y con ella se derrumbó el duro gángster y el valiente vaquero de todos los días.
John Balan, genio y figura, llegó lejos con el paso de los años y mucho más lejos podría haber llegado si su espíritu bohemio se lo hubiese permitido o si no se hubiesen aprovechado de él los eternos intermediarios que en el mundo del espectáculo comen la carne y dejan los huesos.
Marín, su parroquia de Seixo, y toda una generación echaremos de menos a Balan. Descanse en paz".
Eduardo Chamorro
Lara Varela
Entrevista de Susana Regueira
Anxel Vence
¿Muchachada?
Caderno da lingua
Y mi preferida, con su último comentario incorporado:
Opaco
"Balan es un personaje único, con un don para hacer reír y entretener a la gente como pocos he visto en mi vida. Conozco a Balan desde hace más de cuarenta años y he tenido la suerte de verle interpretar solo, de espaldas a una puerta, en el mejor momento de su carrera, que es cuando actuaba por los bares de Marín y Pontevedra (nació en la parroquia de Seixo). Fue un auténtico hombre orquesta y así se lo reconocieron algunos representantes artísticos, que le contrataron para numerosas galas por toda España. El problema de Balan, o la virtud, que nunca se sabe, es que el dinero y la fama siempre le importaron un carajo y su carrera se fue disolviendo como un azucarillo porque nunca, o muy pocas veces, cumplía sus contratos. Cuando se hartaba cogía el tren y volvía a su casa, dejando con el culo al aire a su representante, empresarios y público. Conoció a muchos artistas y empresarios del espectáculo de su época y si él quisiera podría haber sido un fenómeno de masas. Pero le faltaba carisma y ambición sana. Se apalancó en su terruño y de ahí no había quien le sacara. Su amor por el viejo Oeste americano le llevó a asaltar un tren con dos pistolas de juguete y un sombrero tejano, de forma tan realista que hasta el fogonero y el conductor frenaron en seco y acto seguido levantaron los brazos en señal de rendición. Fue detenido por la guardia civil y puesto inmediatamente en libertad porque se demostró que todo era una coña. Ya por entonces era un personaje muy popular.
Balan se retaba muchas veces a sí mismo en sus años mozos haciendo carreras con el coche de línea entre Seixo y Marín. Ganaba muchas veces. Alguien le regaló un uniforme de la marina mercante y en ocasiones se le podía ver por los bares chapurreando el inglés y emulando a un mariner de la Navy yanqui. En más de una ocasión compartí conversaciones con él en el idioma de Shakespeare y nunca perdió la sonrisa en su cara. Fue y es, porque creo que aún vive (¿me lo pueden confirmar, por favor?), un excelente ser humano. Su única frustración es no haber nacido en los USA y actuar con el legendario John Wayne en alguna película de Ford. Hubiera sido plenamente feliz. Aunque feliz siempre vivió. No conozco a nadie que le quiera mal ni sé de nadie a quien le haya hecho daño conscientemente.
Somos víctimas de una curiosa confusión que nos lleva a pensar que ser grandes tiene algo que ver con ser inteligente. La grandeza es una cualidad indescriptible, pero palpable y muy familiar, referida a la talla de la personalidad, a la lealtad, dotada de un fuerte sabor y de una forma de expresión sencilla y natural. Igual que un gran escritor descuella sobre otro pequeño, el gran estúpido descuella sobre el pequeño. Todos hemos conocido a gente de nuestro propio círculo a la que los intelectuales tildarían de descerebrada, pero cuya presencia es como un fuego ardiente, un estar bien, a gusto, que lo cambia todo. Esos son grandes hombres, hay miles de ellos en el mundo, millones quizás. No deberíamos buscar a los grandes en las, a veces, frías cumbres de la inteligencia, donde las celebridades parecen creerse importantes.
Su debilidad no fue ser anticuado o moderno, sino ser él mismo y no estar a la moda. Yo diría que le faltaba un hervor, pero no me cabe duda de que vivió en su mente el cuento de Alicia en el país de las maravillas o, si quieren, una especie de Arcadia feliz. Si tuviera que compararlo a alguien diría que fue el Quijote pontevedrés. Y eso ya es decir mucho".
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Un artículo excepcional de Julio Santos Pena en Faro de Vigo:
"Le veía llegar descalzo por la calle Secundino Lorenzo y se metía en el bajo de mi propia casa donde mi madre, profesora de corte, enseñaba costura y confección a un no pequeño grupo de jóvenes entre las que John Balan tenía un reconocido amor a quien pretendía deslumbrar con sus cosas. Balan se colocaba en el fondo del taller buscando el vértice del ángulo de visión para todas las chicas presentes e iniciaba su actuación, bolero va, bolero viene, apoyado en la mesa de madera que le servía de precisa batería para sus redobles de dáctil tambor. De repente Manuel se convertía en un triple actor de cine; mudaba el gesto cuando era un peligroso gángster y lo reconvertía cuando, tras darse la vuelta, era la víctima propiciatoria a punto de recibir un par de balas del imaginario revólver de su oponente. En medio, era una mujer desconsolada que trataba de poner paz entre ambos personajes casi siempre sin conseguirlo porque al final, el malo apretaba el gatillo un par de veces y la víctima, el bueno, se desplomaba contra la pared sin remedio. Mi madre se desesperaba porque cada muerte suponía un nuevo desplome del cemento de la salitrosa pared, pero sufría en silencio porque la película siempre resultaba espectacular.
Una tarde entró Balan llorando en el taller y las chavalas dejaron de respirar al ver a aquel mocetón capaz de rendir al bandido más espeluznante con lágrimas en los ojos. Mi madre, que por entonces ya le trataba como alguien propio, quiso saber la razón de aquel desconsuelo y Balan le explicó que se había puesto detrás de la patrulla de militares que andaba por las calles en formación y con correaje, y, pitando como el autobús de línea, descompuso la formación al asustar a los marineros, que pensaban que el falso autobús se les venía encima. El sargento del bigote al uso de los tiempos del franquismo le ordenó ponerse ante él y le atizó la bofetada más humillante que pueda soportar un hombre y con ella se derrumbó el duro gángster y el valiente vaquero de todos los días.
John Balan, genio y figura, llegó lejos con el paso de los años y mucho más lejos podría haber llegado si su espíritu bohemio se lo hubiese permitido o si no se hubiesen aprovechado de él los eternos intermediarios que en el mundo del espectáculo comen la carne y dejan los huesos.
Marín, su parroquia de Seixo, y toda una generación echaremos de menos a Balan. Descanse en paz".
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Entrevista de Susana Regueira
Anxel Vence
¿Muchachada?
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Y mi preferida, con su último comentario incorporado:
Opaco