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lunes, mayo 12

Románticos

Circuló hace unos meses por Pontevedra un rumor MMS: el vídeo de dos chicos fornicando brutalmente a la salida de Carabás, en la esquina de Caixanova. No era el rumor el vídeo, hasta palpable, sino el lugar, que no se distinguía bien: se decidió que era Pontevedra, y así lo parecía. Una vez resuelto el lugar, el pueblo se arrogó el derecho de identificar el polvo para júbilo de todos. A esta ciudad le gusta recogerse en el feliz cuchicheo de provincias, en el dime y direte local para aliviar los angostos días y suplir la falta de realidad con el exceso de imaginación. Es una práctica común a la que he encontrado cierto gusto casi burgués, como un fulano de monóculo que sonríe con malvadas confidencias relacionadas con la cama, con la droga o con el dinero. Pero en Pontevedra, como en la vida, las grandes leyendas urbanas siempre las han protagonizado los yonquis. Cuando no se iban de la ciudad se morían, y meses después resucitaban desafiando la lógica religiosa, que no va más allá de los tres días. Es una rara costumbre dibujarle un pasado y un futuro a quien prefiere desplazar ambos tiempos. Mi generación creció con aquel hombre de los ganchos que se paseaba por la Oliva y al que una horrible desgracia carcelaria había dejado sin brazos y sin nariz. Sobre él se dibujaron nuestros miedos infantiles, y sus desapariciones eran tan legendarias que el día menos pensado no volvió. Cada uno se hizo con una versión, a cada cual más novelesca. La verdad, en cuestiones así, suele ser tan poco romántica que debería estar prohibida.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encantan estas entradas que reviven mi infancia pontevedresa. Me acuerdo perfectamente de la cara del chico con garfio y creo que también hablaba raro (o igual este dato me lo inventado, como tantos otros). Yo era muy pequeña, mucho, pero no lo recuerdo con temor, más bien con pena. Siempre me dió mucho más miedo la gitana de San Francisco, para qué negarlo.
Supongo que seremos, más o menos, de la misma quinta.
Muy buenas.

M. dijo...

La gitana de San Francisco, carajo, ¿es la que echa las maldiciones, esa que se te está quedando tan delgada? ¿O la gorda sentada que pega berridos tal que mooooreeenoo?

En cuanto al chico de los ganchos, nunca hablé con él. Si alguna vez me hubiese dirigido la palabra, probablemente me habría meado en plena Oliva.

Anónimo dijo...

Pero yo no lo recuerdo por la Oliva, yo o recuerdo por la calle Real, más bien.
Me refiero a la gitana que está súper adelgazando, la otra es una principiante. El otro día estaba yo en una terraza tomando un café y me pidió dineros para su nieta enferma. Le dije tartamudeando que no, con cruce de dedos, por supuesto, a lo que contestó:
- A mí no me das, pero tú te compras tabaco, te va a dar un cáncer.

Otro motivo más para dejar de fumar.

M. dijo...

"A mí no me das, pero tú te compras tabaco, te va a dar un cáncer".

Qué riquiña.

Anónimo dijo...

Sí, súper chú, y por eso aparece constantemente en mis sueños.

vane dijo...

Gracias por recordarme a mi también
que hace tiempo recibí una de esas maldiciones de la gitana de San Francisco (pero era la gorda).Del chico que sufrió quemaduras en la cárcel me acuerdo de su cara,pero del garfio no.
Desde luego forman parte de la etnografía pontevedresa.
Hay otras leyendas vivas
(o frikies).¿Qué me decís de Draculín,quien asustó durante un tiempo a otra generación de jóvenes?,¿o la señora que lleva muchos abrigos encima,pamelas y parece salida de otra época?,¿o ese hombre septuagenario que va de torso desnudo haga frío o calor,con la radio al hombro,baboseando por las chiquillas?
Buff!

Nacho dijo...

no, que vosotros no sois freakes? anda que...

Anónimo dijo...

Pues a mí toda esa gente me parece mágica y entrañable, sin ellos esta ciudad no sería la misma )la gitana no, claro).