Que Toñi Vicente no era Jack el Destripador es algo que más o menos todos ya veníamos intuyendo: no era necesaria una tamborrada. Pero son sus amigos y en la calle pasábamos las horas: Toñi Vicente, han dicho las élites del buen yantar, ha sido víctima de una "agresión". Ahí la explosiva semántica de la amistad y sus vibrantes consecuencias. Fue un desagravio íntimamente patético, que era lo mínimo que se debía de exigir a una tragedia que empezó con una chef de prestigio comprando vieiras contaminadas y acabó con uno de los primeros intelectuales del país acusando a la prensa de informar. La Justicia ha tocado algo sagrado en Galicia: la papadela. Pero qué mejor excusa que ir en procesión a restaurar la herida dignidad de una cocinera alrededor de un salmón marinado: cómo se nota que son intelectuales. La pitanza sirvió para desatar el espíritu solidario: al juntarse para la foto parecía que de un momento a otro iban a romper a cantar ‘Todos contra el fuego’. Mientras llenaban el bandullo (ser amigo todo el rato da hambre) el dueño del Marlima de Sanxenxo le dijo a la periodista del Diario: "Compramos vieiras contaminadas y metimos la pata". Se fue a la barra a posar para la foto, salió en portada al día siguiente su lacónico mea culpa y luego subió la verja del negocio y de la vida. Debería intentarlo Toñi Vicente. No pareció muy difícil. Claro que a él no le agredieron mucho. Por eso allí no fue a abrazarle ni un triste poeta local.
domingo, septiembre 21
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2 comentarios:
Son estómagos agradecidos...
¿Se ha hecho mucho este chiste ya?
Arriquitaun.
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