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jueves, noviembre 9

Guillerme

Se ha citado ya en esta columna muchas veces el entusiasta seguimiento diferido con que uno ve /mira Noticias Pontevedra en Localia. La actualidad servida en caliente tres horas después: una perturbación deliciosa que ya exploró con éxito la Sexta cuando pasó los partidos del Mundial media hora más tarde. Tarde la vida tiene mejor sabor que pronto: que la actualidad espere por nosotros. Recordemos a Tomás Guasch en la SER antes de la retransmisión del partido de inauguración del Mundial, aquel Alemania-Ecuador.
-Hay muy poca gente en el estadio. Habéis llegado muy pronto, ¿no, Tomás?
-¿Muy pronto? Aquí todavía está jugando Rumenigge.

Bajo esa perezosa perspectiva se asomó la otra madrugada Guillerme Vázquez a dar el parte municipal de incidencias. Entre las pocas debilidades que tiene uno en la clase política sobresale Guillerme como una fuerza de la naturaleza: su pachorra universal, el caminar de esbelto elefante hastiado por las calles de la zona vieja, siempre sonriendo por alguna esquina de la boca, y el verbo áspero y burlón, como saliendo una y otra vez de Operación Triunfo: “Que vos den a todos polo cú, home: aí quedades”, saliendo con la maleta de la academia.

El cargo de portavoz municipal le viene al pelo a Guillerme Vázquez para sobreactuar, como un Jack Nicholson cabezudo embadurnado por la retranca fina que se aprende tomando la chiquita. Cuando estaba en Madrid (porque Guillerme estuvo en Madrid, y el Bloque nunca estuvo mejor representado allí) sudaba la morriña por los pasillos del Congreso, sangraba por la herida de la familia y echaba de menos los vinos de la Leña y la vida tranquila y provinciana y feliz que uno agota en Pontevedra. Al llegar, a Guillerme le cayó, entre otras, la responsabilidad de comunicar. Siempre cansado, siempre levantando las cejas a modo de respuesta y encogiéndose de hombros con benevolencia: su proverbial pasotismo, su eterno sonajero de “esto xa está todo dito” aderezado por “bah” y “boh”, que tanta falta le hacía a la imagen que se proyecta en las revistas del comunicador fetén: un resabiado con chuleta de léxico inverosímil.

Había en España, o en el Estado, un patrón muy definido de portavoz que obedecía a aquellas ultramontanas directrices de Miguel Ángel Rodríguez, travestido luego en MAR: el perrito feliz y ladrador de Aznar, de cejas feas y espesas, encrespadas, rugiendo a la voz del partido y nunca de la institución. Un don nadie de Valladolid asignado a Aznar como periodista que luego el Mío Cid convirtió en empresario adinerado, para variar. Ni siquiera después Cabanillas o Piqué, con aquellos looks de centristas repeinados y melenetas, cordiales y sonrientes, agazapados los dos bajos unas gafas modernas, pudieron destruir la soez reputación alcanzada por el cargo bajo la sombra del tal Rodríguez.

De ahí el mérito de Guillerme en Pontevedra: le ha despojado al cargo de trascendencia, quitándose importancia a cada rato y barruntando explicaciones con naturalidad, pisando la corbata. Fíjense que arrastra a veces las sílabas, dejando el hilo de la frase suelto para retomarlo luego antes de perderlo del todo, las pausas a la manera de Quintero y el estallido de ira que no es más que la expresión última de una socarronería muy depurada: me quito el cráneo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Chapeau. Nunca estás mellor que cando abandonas esa retórica poética da que tanto gustas para convertirte nun fino cronista da realidade. Aí desbordas talento.

Anónimo dijo...

Grande Guillerme e grande artigo ;)