El divorcio de Sarkozy mereció una página impar de Internacional en El País: la trascendencia vista desde una perspectiva global . Y un día después de las huelgas en Francia el interés periodístico estaba más pendiente del corazón partido: un reportero de Le Monde le preguntó al presidente de la República qué tal estaba después de su divorcio. Sarkozy afiló la respuesta: “Ojalá Le Monde se apasionara tanto por Europa como por mi matrimonio”. Un dirigente con un poco más de cabeza le hubiera contestado con más énfasis: “No se preocupe por mí. Tengo los huevos llenos de amor”. En su momento Billy Wilder había levantado cierta polvareda con La vida privada de Sherlock Holmes. Allí el director de cine le echa el ojo a Holmes fuera de su ámbito público, ajeno a los casos que le hicieron famoso. Se ve a Holmes mortalmente aburrido consumiendo cocaína y lanzando algún comentario misógino. Holmes es ficción, pero representativo. Cuando un hombre conquista el reconocimiento público gracias a su trabajo el interés se desplaza progresivamente hacia el lado contrario. La fe mueve montañas, pero la camas las tritura. He visto el divorcio de Sarkozy en programas ejemplares cuya función pública es revelar el sudor de la bragueta de un torero: su lugar natural, en un grado de jerarquía mayor por ser ella nieta de Albéniz y él hijo de un emigrante polaco. Lo que no me esperaba era la repercusión geopolítica de su ruptura el mismo día en que los sindicatos franceses paraban el país y a Benazhir Butto la recibían en Pakistán con una traca de escándalo. El susto duró poco: la primera dama concedió una entrevista para dar sus razones y poner el país a andar. “Un día la pareja ya no es la cosa más esencial de tu vida: ya no funciona”, dijo. Estremecedor.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Es cierto, nos estamos volviendo bobos o es esto lo que quieren
Publicar un comentario