La ecuación no es fortuita y exige un sensible caldo de cultivo. Ese caldo lo agitan los violentos, ocupando las universidades para boicotear la democracia (la democracia de los otros, con el fin de implantar la suya, en la que no caben discrepancias: quiere decirse la democracia ejemplar) y luego el trabajo se lo reparten los tontos y los cobardes. Si cumplen, ha merecido la pena. Casi la merece, por ejemplo, los gritos de fascista con los que fue recibida hace unos días Rosa Díez en la Complutense. Para evitar otro escándalo, el rector de la Universidad quiso impedir ayer un acto de la candidata de UPyD. No pasó el decano de Derecho por la censura, y se dio la charla. Los motivos, eso sí, eran muy higiénicos: "una cuestión de seguridad". En el nombre de la seguridad siempre se han cometido los más escabrosos delitos, pero algunos hasta pringan ya en el papel antes que en el suelo. Siempre resulta más conveniente sacrificar a la víctima que a los culpables. Es un atajo muy hábil para evitar el conflicto: de la misma manera que no hay blanco sin negro, tampoco hay culpables sin víctima. Rosa Díez al sótano, y la Universidad tranquila. Ya lo dijeron aquellos mozos que atacaron a María San Gil: cuando vuelva, ya sabe lo que le espera. No lo decían por ellos, pues no está en su mano impedirlo, sino por los tontos y por los cobardes que les hacen el trabajo limpio.
En Barcelona se dio ayer el mayor baño de la campaña Zapatero: 40.000 personas abarrotaron el Palau Sant Jordi. A él, a Felipe González, a Montilla. Y a Rosa María Sardá. Fue, no me digan más, la maestra de ceremonias. Hay quien nace para actriz y hay quien nace para maestra de ceremonias. Rosa María Sardá hubiera sido una mujer de flaca fama, que no prestigio profesional, sino fuera por las ceremonias. Ayer estuvo ingeniosa, que es para lo que le pagan: "soy de izquierdas, actriz, catalana y socialista: lo peor de cada casa". Muchos dieron segura la victoria de Zapatero en 2004 cuando, en un acto temerario, convocó un mitin en la plaza de toros... y la llenó: sólo González en el 82 se había atrevido a tal proeza. Llenar en Cataluña no tiene tanto mérito, pero es una exhibición que hace flaquear las piernas a muchos. Sobre todo a Esquerra: tras beneficiarse de los votos cultivados por Aznar, la mano de Zapatero se extiende traidora, como en el Estatuto, por su lomo. Hay caricias que uno no sabe cómo evitar.
Francisco José Alcaraz deja el cargo de la AVT con una frase ("Tengo la convicción moral de que el PSOE seguirá negociando con ETA") que recuerda a otra, más ilustre, dicha hace casi exactamente cuatro años. Las convicciones morales, desde aquella del 13-M, quedaron muy maltrechas en la derecha.
1 comentario:
Un único manifestante moviliza a decenas de pontevedreses contra un acto de Jarrai
La charla había sido organizado por la Asamblea da Mocidade Independentista en un conocido local
REDACCIÓN PONTEVEDRA
XOÁN CARLOS GIL
«¿Será un loco?», se preguntaba la gente que paseaba sobre las siete de la tarde de ayer por la calle de la Oliva de Pontevedra tras observar a un joven coruñés venido ex profeso a la ciudad que, portando una pancarta, interrumpía el paso de los clientes a una conocida tienda. Una atenta mirada a su cartel permitía leer: «Hoy a las 20.00 horas los cachorros de ETA van a celebrar un conferencia en esta sala Sargadelos. Hay que impedirlo. Ellos son los futuros asesinos de ETA».
La charla, aunque organizada por la Asamblea da Mocidade Independentista, iba a ser impartida por un miembro de Haika, asociación creada tras la fusión de Jarrai y los franceses Gazteriak.
Y vaya si el hombre consiguió su objetivo. La gente se agolpó en la zona y el local se vio obligado a echar la verja, mientras su propietario afirmaba a todo aquel que quisiera escucharle que había sido engañado. «Me pidieron la sala para una conferencia sobre la situación de la juventud en el País Vasco y el fenómeno del independentismo. No sabía que iba a intervenir alguien de Jarrai», se lamentaba.
Y llegaron las ocho de la tarde. Mientras se anunciaba la suspensión de la conferencia, cuatro simpatizantes de los independentistas gallegos entraron en Torrado, tienda que se comunica por el interior con la galería Sargadelos. A su salida, la muchedumbre explotó... Comenzaron las carreras, los insultos y las provocaciones hasta que los agentes de la policía tuvieron que intervenir para impedir que la sangre llegase al río.
Ano 2001
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