Al final, de la campaña quedará el chascarrillo como de la aceituna el hueso. Del estadista González, los fideos y el imbécil. Del PSOE, la ceja. Del PP, la niña. Pasarán las páginas de la Historia y de la campaña se recordará la dimisión de Irureta en el Zaragoza como de Umbral se recordará que murió el mismo día que Antonio Puerta, con la barbaridad que supone lo segundo.
Al menos ayer escudriñó el Follonero la humanidad de los candidatos: el sexo, la policía, la ropa. Es frecuente esa búsqueda de las polvorientas esquinas a las que no suelen llegar los asesores, y es frecuente también que en estos cuerpo a cuerpo gane Rajoy. Lo hizo hace cuatro años, cuando contestó que leía el Marca: Zapatero dijo que El País. Y lo volvió a hacer con más claridad ahora. Sobre quiénes les escriben los discursos de campaña, Rajoy contesta que dos personas (Tomás Iribarren y otro, se entiende), mientras que Zapatero contesta una ‘zapaterada’ ("Son de quienes pueden pasarte ideas") que se precipita a ese abismo semántico al que tan aficionado es el socialista: "Sobre todo, el mitin es algo que te sale de la piel. Es muy, muy de uno mismo". La palabras al servicio de la política y viceversa. Fue peor cuando contestó, el muy leonés, que es posible hacer el amor durante los quince días de campaña. Rajoy, que es de Pontevedra, contestó lacónico: "Difícil". Sólo se entiende la respuesta de Zapatero pensando en Sarkozy, y por afinidad no debería de pensar en él. Y a propósito de Sarkozy, ya dos presidentes por un día (Antón Sobral y Evaristo Estévez) sugirieron en estas páginas que la erótica del poder pasaba por Carla Bruni. Pero mandar, les aviso, manda más Angela Merkel. Al menos fuera de la cama.
En Pontevedra falta por desembarcar el BNG con Quintana, y veremos lo que da de sí: igual se presenta rabudo. Pero si fuera por estrategia de campaña de PP y PSOE la abstención en Pontevedra rozaría el 90%. Algo así pasaba en Ensayo sobre la lucidez de Saramago: el 97% votaba en blanco. No les cuento el final por si ocurre, y porque el otro día ya le reventé A los viejos no les gusta el country (en feliz traducción de Buenafuente) a media Redacción. Ya se ha escrito que aquí la cosa está muy desangelada, pero que al menos tiene sus ironías. A falta de Rajoy trajo el PP a Pizarro, protagonista de la campaña por perder el debate, pese a ser de Teruel, y por cobrar una millonada tras salir de Endesa. Hubo cintura en el PSOE: se trajo ayer de las orejas a Bermejo, que viene de gastarse una fortuna en mejorar su vivienda y de bailar con su mujer, de baja laboral, en un mitin. Debe de haber una máxima según la cual quien saca menos votos en Pontevedra gana las elecciones. Se paseó ufano Bermejo por la ciudad, en la que podría comprarse dos buenos pisos por la pasta que gastó en arreglarse el baño.
Al menos ayer escudriñó el Follonero la humanidad de los candidatos: el sexo, la policía, la ropa. Es frecuente esa búsqueda de las polvorientas esquinas a las que no suelen llegar los asesores, y es frecuente también que en estos cuerpo a cuerpo gane Rajoy. Lo hizo hace cuatro años, cuando contestó que leía el Marca: Zapatero dijo que El País. Y lo volvió a hacer con más claridad ahora. Sobre quiénes les escriben los discursos de campaña, Rajoy contesta que dos personas (Tomás Iribarren y otro, se entiende), mientras que Zapatero contesta una ‘zapaterada’ ("Son de quienes pueden pasarte ideas") que se precipita a ese abismo semántico al que tan aficionado es el socialista: "Sobre todo, el mitin es algo que te sale de la piel. Es muy, muy de uno mismo". La palabras al servicio de la política y viceversa. Fue peor cuando contestó, el muy leonés, que es posible hacer el amor durante los quince días de campaña. Rajoy, que es de Pontevedra, contestó lacónico: "Difícil". Sólo se entiende la respuesta de Zapatero pensando en Sarkozy, y por afinidad no debería de pensar en él. Y a propósito de Sarkozy, ya dos presidentes por un día (Antón Sobral y Evaristo Estévez) sugirieron en estas páginas que la erótica del poder pasaba por Carla Bruni. Pero mandar, les aviso, manda más Angela Merkel. Al menos fuera de la cama.
En Pontevedra falta por desembarcar el BNG con Quintana, y veremos lo que da de sí: igual se presenta rabudo. Pero si fuera por estrategia de campaña de PP y PSOE la abstención en Pontevedra rozaría el 90%. Algo así pasaba en Ensayo sobre la lucidez de Saramago: el 97% votaba en blanco. No les cuento el final por si ocurre, y porque el otro día ya le reventé A los viejos no les gusta el country (en feliz traducción de Buenafuente) a media Redacción. Ya se ha escrito que aquí la cosa está muy desangelada, pero que al menos tiene sus ironías. A falta de Rajoy trajo el PP a Pizarro, protagonista de la campaña por perder el debate, pese a ser de Teruel, y por cobrar una millonada tras salir de Endesa. Hubo cintura en el PSOE: se trajo ayer de las orejas a Bermejo, que viene de gastarse una fortuna en mejorar su vivienda y de bailar con su mujer, de baja laboral, en un mitin. Debe de haber una máxima según la cual quien saca menos votos en Pontevedra gana las elecciones. Se paseó ufano Bermejo por la ciudad, en la que podría comprarse dos buenos pisos por la pasta que gastó en arreglarse el baño.
6 comentarios:
He leido con atención su crónica de ambiente político, lo que me da pie a comentar lo sucedido ayer en el famoso debate. Se cuenta que Bernard Shaw, que junto con Chesterton (el rey de la paradoja)es de los más brillantes y geniales creadores del anecdotario del siglo XX, cierta vez invitó al primer ministro Winston Churchill al estreno de una de sus obras. Sabido es que Shaw se llevaba muy mal con Churchill. Pues bien, en la invitación Shaw le escribió el siguiente texto:"Dear Churchill aquí le envío dos invitaciones para el estreno de mi obra, una para usted y otra para un amigo, si es que tiene algún amigo". Churchill le contestó de inmediato con lo que sigue:"Dear Shaw, lamentablemente cuestiones de Estado me impiden presenciar el estreno de su nueva obra, pero prometo acudir a la segunda función, si es que hay una segunda función".
Evidentemente, ni Zapatero es Bernard Shaw, ni Rajoy es Winston Churchill. Los debates que han protagonizado estos dos personajes en las últimas semanas me han causado estupor y sopor. Y, por supuesto, indignación de cómo han sido organizados por sus cocineros y conducidos por la Academia de la Televisión y sus periodistas. En esto de la democracia y el parlamentarismo aún tenemos mucho que aprender.
Me vienen a la memoria aquellos comentarios de Ortega sobre el problema de ser tonto.Decía Ortega que nos encontramos, pues, con la misma diferencia que eternamente existe entre el tonto y el perspicaz. El perspicaz se sorprende a sí mismo siempre a dos dedos de ser tonto; por ello hace un esfuerzo para escapar a la inminente tontería, y en ese esfuerzo consiste la inteligencia.El tonto, en cambio, no se sospecha a sí mismo: se parece sensatísimo, y de ahí la envidiable tranquilidad con que el necio se instala en su propia torpeza. Como esos insectos que no hay manera de extraer fuera del orificio en que habitan, no hay modo de desalojar al tonto de su tontería, llevarle de paseo un rato más allá de su ceguera y obligarle a que contraste su torpe visión habitual con otros modos de ver más sutiles.El tonto es vitalicio y sin poros. Por eso decía Anatole France que un necio es mucho más funesto que un malvado. Porque el malvado descansa algunas veces; el necio jamás.
Ser tonto no es tener mayor o menor coeficiente intelectual. Todos conocemos personas con un coeficiente intelectual modesto pero con una enorme sensatez. Y personas supuestamente muy inteligentes pero tan engreídas que son verdaderamente tontas. Los tontos han llegado a serlo a base de repetir actuaciones en las que les ciega una vanidad tonta, una susceptibilidad necia, una suficiencia estúpida o una envidia torpe.
Estimado Jabois, todos prometen y nadie cumple. Vote por Nadie.
Suyo, E.
El artículo anterior es mío, perdone pero me he hecho un lío.
E.
Me tienen, efectivamente, 'castigado' en el periódico, haciendo una vez más la crónica ligera de la campaña. No es un castigo propiamente dicho: a veces se lo pasa uno bien. Pero otras, visto el paisaje, ¿de qué escribir? Si me da su permiso, me gustaría transcribir esta correspondencia suya esta semana. Íntegra. Con su seudónimo o con su nombre, lo que usted guste. Probablemente haya dicho más de lo que he escrito yo en todas las campañas autonómicas, locales y generales desde 2001. Y se lo agradezco, mi lúcido Erasmo.
Mi estimado Jabois, me halaga usted con su comentario. Por supuesto que puede publicar esta correspondencia, aunque le pido que lo haga con el seudónimo. Ah¡ y guárdeme un ejemplar. Pasaré a recogerlo en unas semanas.
Sinceramente suyo, E.
Le guardo un ejemplar, descuide. Pero se lo cobraré caro: llevo un un año huérfano de percebes.
Ok.
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